«La playa de San Juan, en total abandono, es no obstante un regalo de la naturaleza: a breves kilómetros de la capital, espaciosa y pulcra, podría convertirse en una confluencia de motivos de recreo que nada tendría que envidiar con aquellos más celebrados rincones de los mares norteños donde en verano se dan cita la aristocracia y el buen gusto. San Juan es una tentación, y si la realidad supone una demanda de esfuerzos vale que los hombres acudan y realcen lo que, al producir ciento por uno, será también gala y orgullo de Alicante.

»Playa del porvenir donde, de fijo, el tiempo pondrá un gesto de protección. Allí se acudirá en viajes rápidos y económicos, en baraja de trenecillos que transportarán la risa de las gentes, y allí, sí, tendrá el pueblo -este pueblo sencillo y bueno- una expansión más que llevar al caudal de sus costumbres (?)».

Esto escribía un redactor de El Día, bajo el seudónimo de Artiga, el 25 de febrero de 1928.

«La playa de San Juan (?), puede ser, si se cuida ordenadamente de su explotación, la base más firme del engrandecimiento de Alicante, dentro de cuyo término municipal está casi íntegramente enclavada (?) la proximidad a Madrid -ferroviariamente son aquellas playas las más cercanas a la capital de la República- viene siendo de antaño gran incentivo para muchísimos madrileños que las eligen, como sitio donde pasar la temporada estival. Para fomentar uno y otro turismo, el de invierno y el de verano, conviene explotar de modo adecuado la playa de San Juan, magnífica en su extensión, soberbia para el reposo por su apartamiento del tráfago urbano y apropiadísima para la traza de una insuperable ciudad-satélite por los dilatados terrenos baldíos que bordean su arenal (?)».

Esto decía Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas, ante las Cortes Constituyentes, el 28 de enero de 1933, cuando presentó el proyecto de Ley de urbanización de la Playa de San Juan.

Seis días antes, Prieto se había reunido, en la finca que el doctor Tapia tenía en el Cabo de las Huertas, con un centenar de alicantinos, entre los que estaba el alcalde Carbonell. El ministro veraneaba desde hacía años en Alicante y tras la comida pronunció un discurso tan entusiasta sobre las posibilidades que ofrecía la Playa de San Juan, que la ciudad proyectada se denominó Ciudad Prieto. Una ciudad satélite cuyos edificios debían estar sujetos a un buen ordenamiento urbanístico, de modo que en «esta playa mediterránea, no venga el capricho a emplazar construcciones antiestéticas y antihigiénicas, o simplemente construcciones que rompan con el estilo adecuado».

Pero esta premisa de excelencia urbanística se difuminó junto con el proyecto de Ciudad Prieto tras el estallido de la guerra civil.

Cuando los ayuntamientos franquistas retomaron aquel viejo proyecto de construcción de una ciudad satélite en la Playa de San Juan, los criterios seguidos fueron muy distintos. La presión de las empresas constructoras y los recursos de los propietarios de terrenos, junto con la confusa legislación existente (debido al exceso de leyes y decretos concernientes) y las mal definidas competencias entre los diferentes organismos (Ayuntamiento, Obras Públicas, Comandancia de Marina), devinieron en una realidad urbanística caótica, donde prevalecieron los intereses empresariales y particulares por encima de los comunes.

Paradigmática es la discusión que mantuvieron los concejales alicantinos en septiembre de 1964. Debatiendo sobre el Plan de Ordenación Urbana del tercer polígono de la Playa de San Juan, Jaime Serrano Pomares propuso que los grandes edificios se construyeran «al otro lado de la carretera (actual avenida Costa Blanca), para evitar que tapen la vista de la bahía que antes se ofrecía apenas se coronaba el repecho de la carretera». Se opusieron los miembros de la Comisión de Urbanismo, encabezados por Ramón Mallugiza Rodríguez de Moya, quien llegó a decir que «mejor ver los edificios, que el quedar como zona verde». Todos votaron a favor de la propuesta de la Comisión de Urbanismo, a excepción de Serrano Pomares, porque creía «que la vista al mar debe ser diáfana».

Actualmente, en la zona que abarcaba la proyectada Ciudad Prieto o Ciudad Satélite (Playa de San Juan, Albufereta y Cabo de las Huertas) hay censadas 48.108 personas (14'20% del municipio), aunque en verano la población de hecho supera con creces las cien mil.

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