Son niños. Así que podrían desafinar, se admitiría que no estuvieran coordinados, que no siguieran las manos del director, incluso que perdieran la concentración o se bloquearan en la lectura de la partitura, tarea nada fácil. Nada hubiera pasado. Los aplausos hubieran llegado. Todo habría sido comprensible. El público se hubiera enternecido y justificado todo fallo.

Pero no fue así. Si uno cerraba los ojos podía estar escuchando a músicos ya breados en esto del ritmo, la afinación y la melodía. Y al abrirlos, encontrarse con pequeños músicos de entre 8 y 14 años. Disciplinados, concentrados, serios, atentos a las señales de su director, rápidos con la partitura, responsables de lo que iban hacer y respetuosos con un auditorio de más de 2.000 personas, entre los asistentes a la gala de entrega de los premios Importantes de INFORMACIÓN en la Sala Sinfónica del ADDA y los que la disfrutaron desde las pantallas del vestíbulo. Y además, felices e intentando hacer felices por unos minutos a quienes les escuchan.

Así es la Orquesta de Aspirantes a la Orquesta de Jóvenes de la Provincia de Alicante, 70 niños de 28 localidades de toda la provincia que han formado una familia musical, bajo el paraguas de su director, Juan Miguel Antón, unida por el compañerismo y el amor a la música, por encima de la diversión al uso; capaces de añadir varias horas de estudio a las tareas escolares y dedicar los fines de semana a ensayos y perfeccionamiento del instrumento.

Los mayores apostaban por los selfies en grupo; los más pequeños correteaban. Eso mientras esperaban pacientemente en la sala de descanso del ADDA hasta el momento de su actuación. Eso, después de haber estado ensayando dos horas antes. Ahí eran niños y como tal se comportaban. Pero la transformación se produce de manera instantánea cuando el director avisa de que toca salir a actuar en breve. Entonces son ya músicos. Exclusivamente. Y hacen música. Música bonita.

No importaba quién estuviera sentado al otro lado, ni siquiera que los papás observasen desde sus asientos. Sonó la Danza Húngara número 5 de Brahms y después varios fragmentos de la suite de Carmen de Bizet. Difícil creer que esa música salía de los instrumentos de estos pequeños artistas, que llevan ya unos cuantos conciertos a sus espaldas.

Los aplausos, fruto del reconocimiento y la sorpresa a partes iguales, retumbaron en la Sala Sinfónica del ADDA por un breve pero intenso concierto. Después entre aplausos se levantaron y se abrazaron entre ellos. Todo un ritual. Están contentos. Y el director también.