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«¿Cómo haré con mi hijo?»

Los implicados relatan conflictos evitados en la Zona Norte gracias a este proyecto

«¿Cómo haré con mi hijo?»

Preciosos rizos negros caen a ambos lados de la cara de Benitha Lombi, de la República del Congo, que se emociona reivindicando a sus mediadores. Dice que gracias a Soad y a Maurilio no ha estallado más veces. En segundo de la ESO, cuenta que en España tenemos la manía de meternos con la familia cuando discutimos, y que lo lleva muy mal: «Antes de que pase algo te aconsejan. Soy muy impulsiva si se meten con mi familia, con mi madre, porque me duele».

A su lado, Fadwa Elhammoussi, árabe, recuerda que también lo pasaba muy mal con un alumno que le pegaba en clase, y que al decírselo a su madre se plantó en el instituto enfadadísima. Soad Djbliyya, mediadora intercultural, evitó que aquello fuera a mayores mediadora interculturalen cuanto se le hizo saber. También ha conseguido que los padres confíen en sus hijos y en la importancia de que estudien.

Junto a la mediadora, un grupo heterogéneo de madres, muchas de ellas con pañuelos musulmanes en la cabeza, se lamentan de su marcha. «Cómo haré ahora con mi hijo...», traduce Soad. «Están sufriendo, tenían la seguridad de que sus hijos aprendían y estudiaban, y también de que son los primeros en saberlo si saltaban la valla del centro...».

La movilización para que el Ayuntamiento financie los tres mediadores que trabajan como puente entre el centro educativo y el barrio ha reunido a centenares de alumnos con sus padres en las arcadas del recinto que hace las veces de patio para los mayores. «Sin mediadores no hay solución. Vicente, Maurilo y Soad»; «No es justo, no nos quitéis lo que necesitamos»; «Mediación, ayuda, sin ellos, locura», se lee en las pancartas elaboradas por los propios alumnos.

Ana Belén Nuñez, casada con un árabe, está hecha un mar de lágrimas. Dice que Asuntos Sociales no le resuelve, que siempre le dicen que llegará el dinero y que eso tampoco lo es todo. «Si nos quitan los mediadores nos va a afectar mucho». Su hijo pequeño está en el instituto y el mayor, por la crisis, le ayuda los fines de semana con algún trabajo «porque no podemos pagar la universidad, con todo no podemos. He tenido problemas con mi hijo y han hablado con él como si fueran amigos. Lo estoy pasando muy mal de pensar que no van a estar porque los que entran más pequeños tienen muchos problemas, todos se meten con todos...».

A los mediadores les cuentan en confianza «casos de violencia de género y de violencia machista que no hablarían de otro modo». Su intermediación ha sido clave incluso entre enfrentamientos familiares en la calle. También gestionan temas de salud y las tarjetas sanitarias de quienes no dominan el idioma. «Se reducen muchas derivaciones a Servicios Sociales e incluso a la Fiscalía porque cada vez que se detectan conflictos, intervenimos en el propio centro», añade Soad.

Las madres inmigrantes ya salen de sus casas en la Zona Norte porque han entendido que el instituto es como de la familia. «Hablamos temas tabú con las alumnas abiertamente, intentando buscar el encuentro entre la familia, el alumno y la escuela».

A Soad los que le preocupan son los alumnos, porque su puesto de trabajo lo tiene asegurado en San Vicente de donde ya le han llamado para trabajar en uno de los barrios más conflictivos. «Llegamos a acuerdos sellados que para los alumnos son muy importantes y cada trimestre me traen las notas para demostrarme que no acabarán vendiendo droga en la Plaza de Argel». A otra alumna, su padre quería mandarla a África por no saber leer ni escribir «y ya cursa ADE en la Universidad y me ayuda a intervenir aquí con sus hermanos», subraya Soad.

Vicente Amado Santiago es «el tío». Le respetan mucho los 86 alumnos gitanos de 12 a 15 años del centro porque es adulto y varón. «La figura de un gitano les baja los humos. Con mi sola persona se solucionan muchos problemas, sobre todo en primero de ESO, el primer año, para su adaptación». Maurilio Bianchi también gestiona el material escolar para todos los alumnos por 1,5 euros. «Hay que dar oportunidad a todo el mundo porque no tienen recursos», explica.

Conviviencia posible en la diversidad

En poco mas de un año el mediador gitano, el tío Vicente como le llaman los alumnos, ha reducido prácticamente a cero el absentismo de los 86 niños gitanos, que ya van a clase a diario. Trabajan a diario para que la inclusión del alumno la protagonice la propia familia, a las que comprometen por escrito para salir de las situaciones más complicadas, tanto económicas como de violencia. Su intervención evitó que llegaran a las manos una familia gitana y otra marroquí.

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