Manuel Prytz, que era cónsul de Suecia, Noruega y Panamá, fue elegido decano del Cuerpo consular alicantino. Un periodista con seudónimo escribió: «(?) Pero el Cuerpo consular es el menos interesante de los Cuerpos en que Manolo Prytz ha ejercido su decanato», después de explicar: «Manolo Prytz es un caballero que vive en Alicante la vida dulce del millonario (?). Donde hay una flor, va él y liba refinadamente. Por sus labios han pasado muchas flores» (El Luchador y Diario de Alicante, 3-11-1932).

Y es que Manolo tenía fama de mujeriego. Tras la guerra civil, se rumoreaba que en su mansión de la calle Foglietti celebraba frecuentes bacanales con prostitutas y amigos tan libertinos como él.

El 6 de marzo de 1910 se casó en San Nicolás con Adela Chápuli de las Faces, pero se separaron poco después sin llegar a tener hijos. Secretaria de la Junta de Damas contra la Tuberculosis (redactó la Memoria del año 1918), Adela solía veranear en San Sebastián y mandó construir un panteón en 1934, donde fue enterrada en 1945.

Manuel Prytz firmó su primer testamento el 8 de mayo de 1935. En él nombraba como único heredero a su sobrino Hugo, a quien hacía la siguiente recomendación: «que huya de las mujeres en general, antes que cualquier desengaño pueda nublar su felicidad».

Murió en Madrid el 4 de marzo de 1942, a los 66 años de edad, pero su cadáver fue trasladado a Alicante, para ser enterrado en el panteón familiar que había hecho construir diez años antes.

Además de los bienes que tenía en España, cuando falleció poseía muchos otros en el extranjero, depositados en un banco suizo, otro de Londres y dos de Nueva York.

Todos sus bienes fueron repartidos según lo testado el 25 de septiembre de 1940. En este segundo testamento desheredaba a su sobrino Hugo porque le desobedeció al casarse con una chica humilde de 15 años (con ella tuvo once hijos y trabajó en el Servicio Nacional del Trigo, en Alicante, hasta 1957, que se fue trasladado a Tarragona).

Los muebles y enseres que había en la casa de Foglietti 6, fueron repartidos entre sus amigos José Gómez Taza y Eladio Bañón Solera, quienes además recibieron 100.000 pesetas cada uno (el primero también heredó la finca sanjuanera de La Piedad).

Asimismo, entre otras donaciones, el testamento otorgaba 500.000 pesetas al párroco de Benalúa, «para que reconstruya la parroquia»; otras 500.000 pesetas a la Cruz Roja, «para construir un edificio hospital en el terreno que existe contiguo a mi domicilio de la calle Foglietti nº 6»; este edificio también era legado a la Cruz Roja; y a su cocinera, María Cremades, le entregaba 50.000 pesetas, «que aunque me ha sisado mucho durante los años que ha estado a mi servicio, y yo lo sé, a cambio ha tenido la gentileza de no haberme pedido nunca aumento alguno de sueldo, cobrando hoy los mismos doce duros que le fijé de sueldo el primer día que entró en mi casa».

Cuando el Ayuntamiento le concedió la medalla de oro de la ciudad, el alcalde Carbonell dijo de él: «este hombre, como todos los hombres, tiene un debe y un haber en la cuenta de sus cosas, o en la cuenta con la vida». Bien debían saberlo los alicantinos de entonces. Como también lo sabemos ahora los alicantinos de hoy. Al fin y al cabo, como hemos ido viendo, don Manuel Prytz (Manolo para familiares y amigos) fue un hombre con luces y sombras: capaz de llevarse bien tanto con demócratas como con fascistas; de mostrarse familiar y protector con los suyos, pero también de repudiar cruelmente a quien le desobedecía; de agredir a una empleada suya, propiciando igualmente la seguridad laboral de quienes trabajaban para él; de anhelar la compañía femenina, pero dar consejos misóginos.

Por encima de todo, Manuel Prytz fue un alicantino de corazón que demostró como pocos su amor a su ciudad natal. Hace ahora un siglo, un periodista escribió refiriéndose a él: «El mejor patriota alicantino es sueco».

La Cruz Roja no pudo convertir en hospital la mansión de Prytz porque ésta había sido construida como vivienda y su adaptación habría costado mucho más de las 500.000 pesetas legadas. De manera que este dinero fue destinado a mejorar el hospital que la Cruz Roja ya tenía funcionando en la avenida de Alcoy.

Así, pues, la mansión de Prytz quedó abandonada durante tres décadas. Un tiempo más que suficiente para convertirse en una casa embrujada. Junta a ella fue construido el colegio de las Teresianas, desde el cual muchas alumnas solían pasar al jardín de la mansión, divertidas y asustadas a la vez por el peligro que representaba acercarse a un lugar en el que se oían ruidos inquietantes, como el crujido de maderas o el chirrido de puertas y ventanas, a través de las cuales se veían algunas noches luces fugaces vagando por las estancias. Muy pronto se identificaron tales ruidos y luces misteriosas con la existencia de fantasmas, y más concretamente con el de Manuel Prytz. En una sociedad tan puritana e hipócrita como la franquista de la posguerra, que consentía pero no perdonaba los devaneos y excentricidades de los ricos (varones, por supuesto), la figura del último propietario de aquella mansión abandonada resultaba idónea para adquirir la condición de espectro condenado a la soledad eterna. Y la leyenda del fantasma de Prytz, encerrado en su vieja mansión de la calle Flogietti, fue creciendo en el barrio de Benalúa y en el resto de la ciudad a lo largo de las décadas de 1950 y 1960.

Los extraños ruidos y ocasionales luces nocturnas que decían algunos testigos haber oído y visto en aquella casa, se explicaban por la presencia de ladrones que la frecuentaron durante años, para llevarse todo cuanto de valor (aunque fuera poco) quedaba todavía en su interior, como los cristales y tuberías de plomo. Para evitar estos asaltos, la Cruz Roja permitió que el matrimonio formado por Diego Tovar y Josefina García ocuparan una parte de la casa con sus hijos, a cambio de que ejercieran de vigilantes.

A pesar de ello, no pocos alicantinos siguieron creyendo en la existencia del fantasma de Prytz o prestaban oídos a lo que de él se contaba.

Con un avance el día anterior, INFORMACIÓN publicó el 12 de enero de 1958 un reportaje titulado «Aquí no hay fantasmas», en el que Fernando Gil explicaba la velada que había pasado dos noches antes en la vieja mansión, que se hallaba «en venta desde hace algún tiempo, sin que por lo que parece, haya sido fácil hallar comprador en virtud del rumor tan extendido sobre la presencia en esa finca de esos personajes tan circunscritos a la superstición popular». Desde las diez y media de la noche hasta las cuatro y media de la madrugada, Gil estuvo dentro de la mansión compartiendo una botella de coñac, varios bocadillos de jamón, dos paquetes de Bisonte y una partida de dados a la luz de las velas con el subdirector del periódico, Pepe Sanz Moliner, y el reportero gráfico Vicente Sánchez. En tono jocoso, Gil hizo una descripción del supuesto edificio embrujado (vigilado por la familia que vivía en una casita aledaña) y llegó a la conclusión que plasmó en el mencionado titular.

Un segundo artículo sobre este asunto apareció en INFORMACIÓN el 6 de agosto de 1968, firmado por Enrique Entrena. Acompañado por el fotógrafo Perfecto Arjones, tras visitar también de noche la mansión, llegó a la misma conclusión que su compañero Fernando Gil, tal como indicaba el título del reportaje: «El fantasma de Prytz no vive en Benalúa». Con un estilo igualmente desenfadado, Entrena describió el edificio (frente al cual se encontraba el cuartel de la Policía Armada -Policía Nacional-), vigilado por la misma familia, que ahora ocupaba algunas de las estancias de la planta baja.

La vieja mansión desapareció a finales de la década de 1960 o principios de 1970. En el solar fue levantado el edificio que hay en la actualidad.

El palacete que Carlos Prytz hizo construir en la finca Buena Vista de San Juan, hoy es sede del Instituto Alicantino de la Familia Pedro Herrero, dependiente de la Diputación. Varias de las antiguas estatuas que había en su parque (construidas con mármol de Carrara) fueron trasladadas hace años al parque de Canalejas, adonde se dice se trasladó el fantasma de Manolo Prytz cuando fue expulsado de su vieja mansión de la calle Foglietti.

El panteón de los Prytz sigue bajo el cuidado municipal. En él están enterrados, además de Manuel, sus padres, sus hermanos Carlos, Virginia, Luisa y Luis, y su cuñada Ismaela Eceiza.

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