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El talento vuelve a casa por Navidad

El aeropuerto fue el miércoles escenario del reencuentro familias alicantinas separadas por la crisis

El talento vuelve a casa por Navidad

El Altet era esta semana el punto de reencuentro de decenas de familias alicantinas a las que la crisis ha separado. El aeropuerto fue escenario de abrazos, besos e incluso lágrimas. Muchos jóvenes y no tan jóvenes regresaban ayer desde el extranjero a su hogar a través del aeropuerto de Alicante-Elche, tras tener que emigrar para buscar una oportunidad laboral.

El talento que ha tenido que marchar vuelve por Navidad para disfrutar en familia de estas entrañables fechas. Pero tras las celebraciones tendrán que volver a marchar, ya que la situación, consideraban ayer, no ha cambiado. Arquitectos, ingenieros de caminos, ingenieros de telecomunicaciones, educadores sociales, periodistas, consultores financieros, científicos... estos días regresan para hacer un paréntesis en su aventura y reunirse de nuevo con sus amigos y familiares. Y vienen de todas partes: Ecuador, Colombia, Nicaragua, EE UU, Inglaterra, Argelia, Sudáfrica, Alemania, Holanda, Rusia, China, Japón... Horas y horas de viaje que en la zona de Llegadas de El Altet o Manises tenían por ejemplo ayer su recompensa.

Actualmente hay en el extranjero unos 32.000 alicantinos -con derecho a voto en España- y a pesar de la mejora de la situación económica, en el primer semestre del año se marcharon a buscarse la vida fuera 3.504 personas, frente a las 5.647 que lo hicieron en todo el año 2014. En cambio, en el último año han regresado 910 personas, la cifra más alta desde 2008. Ayer El Altet era un termómetro muy claro para saber que la situación de estas personas, de momento, tiene pocos visos de cambiar.

El padre de Jaume Alvado, de Altea, esperaba ayer en la terminal de Llegadas la salida de este arquitecto y su pareja Guillermo, que tuvieron que emigrar para poder trabajar y llevan tres años currando en Londres. Se desplazó desde Altea para recogerlos y su alegría al salir su hijo era evidente en su cara. Ahora a disfrutar unos días y después, otra vez al avión. Jaume asegura que de lo suyo sigue sin haber en España. No le quedó más remedio que emigrar.

La familia de Rocío Antón, de Novelda, también estaba impaciente. Aguardaba ayer tarde el vuelo de Madrid con el que su «pequeña» de 22 años había enlazado otro desde Ecuador. Allí se marchó para unas prácticas de educadora social en marzo, y allí sigue tras encontrar trabajo con un proyecto de ACNUR a través de una universidad. Su familia reconoce que con casi toda seguridad se volverá a marchar en febrero. Aquí dice su familia que no hay trabajo. Al menos tienen unas semanas por delante para disfrutar de su compañía.

A Antonio Pinillos también le esperaban su mujer y dos hijos. Hace seis meses que marchó a Nicaragua. Es ingeniero de caminos y con 58 años se gana ahora allí la vida. Unas 26 horas se paliza de viaje culminaron ayer tarde, pero la recompensa bien lo valía, volver a ver a su familia y pasar unos días en su hogar, en Elche.

Pero El Altet no sólo era escenario del reencuentro de familias alicantinas, sino que también había unas cuantas de Murcia. Llamativa era la historia de los hermanos Javier y Antonio López, de 27 y 29 años respectivamente, y naturales de Cartagena. Sus padres recogieron en El Altet el martes a Javier, tras llegar de Oxford, donde trabaja de arquitecto. Y ayer fueron los tres a recibir a Antonio, que llegaba de China, adonde se fue hace seis meses a trabajar de lo suyo, ingeniero de camino. Antes ya estuvo en Rusia. Sus padres, apesadumbrados pero orgullosos, reconocían que no les había quedado más remedio que marchar.

Futuro incierto

Pero no sólo eran trabajadores los que regresaban. También hay estudiantes en el extranjero, pero ya se verá si siguen el mismo camino y se quedan fuera. Todo depende de si la fuga de cerebros que asola el país desde hace años continúa. Sus familias, de momento, están tranquilas y piensan que si «consiguen un buen puesto de trabajo en otro país, bueno será», destacaban unos padres ayer en el aeropuerto valenciano de Manises.

Sin embargo, aquellos que han emigrado por obligación tiene una visión bien distinta. Aquellos que, tras años de estudio y sacrificio, se marchan de España con una mano delante y otra detrás para ser camareros o fregar platos no entienden para qué tanta preparación, para qué tanto sacrificio.

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