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Jubilados de profesión mentores

Más de 400 retirados están involucrados en voluntariado con otros mayores, jóvenes y niños

Jubilados de profesión mentores rafa arjones

Tras una vida intensa y llena de trabajo llega la retirada que para muchos supone dar a los demás todo aquello que a lo largo de la vida han recibido en forma de experiencia. En Alicante hay más de 400 jubilados involucrados en voluntariadovoluntariado. Hay quienes han decidido ser mentores y se dedican a ayudar a otros, entre ellos también a gente de su edad. Es el caso de Felipe Castejón, toda la vida entre ordenadores y que ahora tutoriza a otros jubilados a quienes les enseña y les da claves para «navegar» y entender la informática. «Ahora estamos viendo una herramienta de análisis y de modificación de nuestro ordenador. Estoy para resolver dudas», cuenta en la sala de ordenadores de la Sede Universitaria donde comienzan muchas de las historias de ayuda entre iguales. En su caso, también imparte un taller en una residencia de ancianos. «A cambio recibo satisfacción emocional», confiesa.

Después de tres décadas como maestros y ya jubilados, Luis Antonio Villada de 67 años, Mari Carmen Rico de 62 y Georgina Seguí de 61 ayudan a chavales del programa municipal de prevención del absentismo y aplican toda su experiencia en clases casi personalizadas que ayudan a escolares con necesidades. ¿Por qué lo hacen? Los tres coinciden en considerar la docencia como «una pasión» y afirman que «hemos recibido mucho y tenemos que dar. Somos muy jóvenes como para quedarnos en casa». Y añaden que «la satisfacción es poder dar a cada niño lo que necesita, porque es una enseñanza personalizada». Por eso están dispuestos a acudir cuando el Ayuntamiento les llama. «Son familias de pocos recursos y los niños no tienen ayudas externas, y dedicarle una o dos horas a la semana no es nada», comenta Luis Antonio Villada, quien como sus compañeras, quita importancia a su colaboración. «Nuestro pago es la satisfacción de ayudar, cuando haces voluntariado estás llena y contenta», confiesa Mari Carmen Rico.

Después de jubilarse como podóloga, Nelly Gladis Ferreira se dedicó en cuerpo y alma a una pasión que ha ido cultivando toda la vida, las artes, la escritura y la literatura. Tras pasar por varios talleres de poesía decidió dar el paso. Es voluntaria de Cruz Roja y todas las semanas acude a la cárcel de Fontcalent donde tiene un grupo de poesía con 15 internos. «Son heterogéneos, desde 20 a 60 años, y hay de todo». Afirma que su principal labor es «hacerles disfrutar de la poesía». Sabe que con su taller «no vas a cambiar la vida de nadie, pero les ofreces una actividad diferente y positiva. Vemos la evolución de la poesía paralela al ser humano, y también se habla de la crisis en la poesía». Su interés por el voluntariado es «mi necesidad de aportar a los demás. No podría estar sin hacer nada».

Luis Carbonell tiene 62 años y es jubilado de banca y voluntario en Cruz Roja. «Cuando terminas una etapa laboral de 40 años también debe de participar en esa responsabilidad social corporativa y hay múltiples formas de colaborar». En su caso imparte talleres de empleo en la ONG. «Lo hago porque me siento con la necesidad de ayudar, me siento más persona y más responsable al ayudar y acompañar a personas que lo necesitan y recibo por ello un salario social que es en realidad de satisfacción».

José Luis Casal tiene 73 años y se reconoce «un hombre inquieto». Ha sido marino mercante, profesor de un Politécnico Marítimo Pesquero y asesor de una agencia internacional. Actualmente ocupa su vida en proyectos que ayudan a jubilados como él y también mentoriza a jóvenes. Su implicación con los demás llegó tras participar en un proyecto internacional denominado Euconet, una experiencia de aprendizaje de informática entre jubilados.

De su iniciativa han surgido los «peripatéticos o filósofos caminantes» un grupo de jubilados con los que sale a pasear y que va en aumento porque el boca a boca les ha animado a salir a caminar y de paso, a «arreglar el mundo». Casal lo considera «un ejercicio de socialización, porque los mayores van perdiendo amigos y relaciones y si no se reconstruyen te vas quedando solo». Y cada quince días participa en un club de oradores (Alicante Spikers Club) que tutoriza a jóvenes a los que enseñan a hacer presentaciones profesionales en inglés. «Al principio sólo éramos jubilados y ahora tenemos investigadores, neurobiólogos...».

El inglés es para muchos jubilados fundamental. Lo sabe bien Paqui Ferrán que con 75 años ha trabajado como profesora de instituto 30 de ellos. Ahora enseña semanalmente a mayores que le demandan, sobre todo conversación, porque muchos lo quieren para defenderse cuando viajan fuera. «Me enviaron joven a estudiar. Y ahorase lo debo a la sociedad», afirma.

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