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El armario se abre en los pueblos

Unas jornadas de la UA abordan en Benissa el contexto de la homosexualidad fuera de la ciudad

El armario se abre en los pueblos DAVID REVENGA

Es sobradamente conocido el dicho de que «en los pueblos todo se sabe», en alusión a la cierta falta de privacidad que implica vivir en una localidad de tamaño mediano o pequeño. Más allá del tópico, no deja de ser una realidad que el contexto de una comunidad social reducida, el peso de estructuras sociales tradicionales y el miedo a comentarios puede ser un condicionante en aspectos como la orientación sexual. Fuera de los espacios urbanos, las puertas de los armarios tardan más en abrirse, aunque también es cierto que la sociedad avanza y que cada vez son más quienes deciden vivir con naturalidad su sexualidad.

Éste ha sido uno de los principales aspectos abordados durante las Jornadas sobre Derechos Humanos LGTBI que se han celebrado este viernes y sábado en la sede de la Universidad de Alicante (UA) en Benissa, en las que se han presentado colectivos de apoyo a la diversidad sexual diversidad sexualde distintos puntos de la provincia. Carmen Ivars, miembro de la organización, señala que «no es fácil» a priori ser abiertamente homosexual en un pueblo, porque a pesar de que «se ha avanzado mucho, de partida se da por sentada la heterosexualidad de todo el mundo», y eso «no deja expresarse libremente» a muchas personas. En este sentido, recalca que «es muy visible la diferencia con una ciudad», y que uno de los principales problemas es «la falta absoluta de referentes ni espacios» en los que apoyarse.

Carmen explica que ella nunca ha sentido ningún rechazo en Benissa por su orientación sexual, pero que «no he tenido ese espacio» donde sentirse cómoda, algo que considera vital para «no tener miedo». De ahí la «máxima» importancia, destaca, de acciones como las jornadas que se han celebrado en la localidad. «Sólo los carteles ya generan un impacto», añade.

Ella comenta que sólo el hecho de vivir durante un tiempo en una ciudad como Alicante le hizo tener más seguridad en sí misma, algo parecido a lo que le ocurrió a su paisano Felip Pineda, que se marchó con 18 años a estudiar Periodismo a Valencia y ha decidido vivir y desarrollar allí su carrera profesional. «Me di cuenta de que podía vivir mi sexualidad sin tener que explicar nada a nadie», señala. «Los pueblos tienen un poso católico muy importante y esa realidad no se puede obviar, así que admiro a quienes optan por vivir allí». Mientras, «la ciudad te da la oportunidad de moverte en círculos donde sabes que tu orientación sexual no será un problema». Aún así, recalca, «mi familia me ha dado una lección, porque no he tenido ningún problema y he visto que yo mismo tenía demasiados prejuicios».

El secretario general de LGTBI Diversitat Alacant, Juan David Santiago, director de las jornadas celebradas en Benissa, señala que en los últimos meses se han creado varios colectivos en distintas comarcas, «respondiendo a una realidad muchas veces oculta, escondida y ninguneada». El «qué dirán» y el miedo a ser «la comidilla local» pueden llevar, a su juicio, a una «armarización total» de la persona. Por ello, hace hincapié en la necesidad de «apostar por crear una red» entre organizaciones y «trabajar juntos contra la discriminación y la vulneración de derechos», además de favorecer la socialización y la asistencia jurídica o psicológica.

Incidir en la educación

Uno de los colectivos a los que alude Santiago es LGTB Mariola, cuyo ámbito de acción abarca gran parte del interior de la provincia. Uno de sus promotores es Jordi Jiménez, de Benilloba, que en su momento también se marchó a Valencia pero que ahora no sólo vuelve a residir en su pueblo, sino que desde el pasado mes de mayo es además concejal de gobierno. «Siempre me pregunté por qué no podía hacer mi vida en Benilloba, hasta que decidí hacerlo». Coincide en señalar que «en los pueblos no hay referentes y piensas que vas a estar expuesto a la palestra de los comentarios de los vecinos, a que todo el mundo te pregunte por algo que tú no tienes por qué explicar». Al final dio el paso de hablar del tema con su familia «y tuve mucha suerte, porque encontré un apoyo que es clave».

Jordi se felicita de que su orientación sexual no influyera de ninguna manera en el resultado electoral el pasado mayo. «Pesaron más nuestras propuestas, y eso es muy de agradecer en un pueblo de 800 habitantes». Con todo, insiste en que «es necesaria la visibilidad; no debes llegar a actuar como un lobby, pero sí ser un referente y hacer ver que es posible ser gay o lesbiana en un pueblo». También incide en la necesidad de trabajar en la educación: «Hay que decir a los niños que la homosexualidad es algo normal que no se debe atacar».

Precisamente Educación es una de las áreas que gestiona Tatiana Cañizares en el gobierno municipal de Rojales. Madre de dos hijos, su orientación sexual «siempre se ha tratado de manera muy natural en casa; cuando tú explicas así las cosas a un niño, lo comprende sin más». «Somos los adultos quienes podemos hacer más daño». Por ello insiste también en concienciar sobre la normalidad de la diversidad sexual y de los modelos de familia que van surgiendo. «Si mi experiencia sirve para ayudar a que otra chica dé un paso en algún momento, es una maravilla». Ella nunca ha sentido discriminación ni rechazo, «pero mi experiencia es tan positiva que me da casi apuro».

No dice lo mismo Clare Arnesen, una galesa que reside en Onil. «No es que tenga miedo a decir que soy lesbiana, sino que vivo sola, necesito trabajo y siento que la tradición católica de España aún pesa mucho». «Pienso que las leyes españolas son más modernas que en otros países, pero luego eso choca con la mentalidad de mucha gente». En ese aspecto, aunque más por verlo de manera indirecta, coincide con Rafael Pérez, que regenta una cafetería con su pareja también en Onil: «A mí no me afecta lo que puedan decir, por mi carácter y porque no soy de aquí, pero en los pueblos la sociedad aún está bastante encorsetada y hay quien piensa que tener un hijo gay es una lacra». No obstante, recalca: «Si me acepta mi familia, tengo bastante; a partir de ahí, el problema es de los demás».

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