En la madrugada del día 12 de noviembre falleció mi amigo, nuestro amigo, Pedro Hernández a la edad de 67 años. Pedro era conocido fundamentalmente en dos facetas: la de profesor de Filosofía, su último destino el IES Jaime II de Alicante, y la de presidente de la Unión de Consumidores de Alicante y de la Comunidad Valenciana.

Conocí a Pedro hace ya mucho tiempo, como medio siglo, cuando él tenía 16 años y yo 14; aún conservo una fotografía de los dos, con pantalón corto, en nuestra querida y paseada Explanada. Esos 50 años han sido uno tras otro, ininterrumpidos, porque nunca hemos estado separados: Alicante, la universidad, la enseñanza, nuestros viajes, el Partido Socialista, la playa del Postiguet,(él con sus gafas de buceo y sus aletas), el barrio de Santa Cruz, la Unión de Consumidores, su familia, mi familia, nuestros amigos comunes. Han sido tantas las vivencias compartidas que podría escribir muchos libros, y en todos aparecería y con un papel destacado mi amigo Pedro.

Pedro era un hombre de una inteligencia natural, valiente, honesto, sarcástico y serio, de regalar pocas palabras al oído; a veces seco y terco, otras amable y tierno, de una fuerte personalidad.

De profesión, Filósofo, pero podía haber sido matemático, administrador de empresas, astrónomo o agricultor. Poseía una formación transversal y un profundo conocimiento de la naturaleza. Pedro no era el típico y ortodoxo profesor; no era un transmisor de conocimientos sino un intérprete de los mismos; utilizaba los libros como un instrumento, pero él elaboraba su propia teoría y sus propias estrategias educativas. Fue un pensador autónomo y autodidacta.

Su relación con los alumnos era magnífica, de una empatía total. En los exámenes no quería que memorizaran los apuntes y los libros, sino que razonaran con argumentos y expresaran sus propias opiniones, siempre con sentido crítico. «El profesor debe ayudar a hacer pensar a los chicos y a sacar de ellos sus potencialidades; esa es la labor del profesor», decía reiteradamente. Pero aparte de la enseñanza, Pedro dedicaba su tiempo libre a otros trabajos vinculados a su compromiso con la sociedad. Fue uno de los fundadores de la Unión de Consumidores de Alicante, de la que ha sido Secretario General y Presidente durante los últimos 25 años, y también Presidente de la Unión de Consumidores de la Comunidad Valenciana en los últimos 10 años, y para que todos lo sepan sin cobrar ni un céntimo. Unicamente como representante de la UCE fue miembro del Consejo de Administración de la extinta CAM, pero sólo cuando no se cobraban dietas; únicamente algún viaje que otro, que no está mal. En dicho Consejo fue el primero que denunció la situación de Terra Mítica y por esto y otras cuestiones lógicamente no caía muy bien a alguno de los consejeros. Pero Pedro, aunque educado, era muy terco y valiente. Digamos que no se arrugaba ante situaciones difíciles.

También ha dedicado muchas horas a trabajar por el Partido Socialista en Alicante, aunque nunca ocupó y ni aspiró a ningún cargo. Decía que él no sabía de política, pero al final, hasta le gustaba la política. Hace apenas dos semanas, después de la última operación supo de su fatal desenlace. Al principio se mostraba triste y cabizbajo, pero reaccionó y asumió la realidad. Fue llamando uno por uno a sus familiares para decirles que sabía lo que le esperaba y que lo asumía y quería darles a todos las gracias y un par de besos.

El pasado domingo, después de mi habitual caminata, llego a casa y suena el teléfono: era el propio Pedro el que me llamaba para decirme que le llevara el último óbolo para entregárselo al barquero Caronte. He de deciros, para el que no lo sepa, que Caronte es el barquero, que en la mitología griega transportaba el cuerpo de los difuntos a través de la laguna Estigia hasta el Hades, siempre que hubieran sido objeto de los rituales funerarios y hubieran pagado la tarifa establecida, un óbolo que debía colocarse en la boca del difunto.

Descansa en paz, amigo.