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ENTREVISTA: José Valdés

«Jamás debemos ser amigos de nuestros hijos»

«El secreto para que la adolescencia sea normal es que la familia funcione bien», revela

¿Por qué organizar un curso para padres con hijos adolescentes?

Empezamos en el 94 y este año impartimos la novena edición. Es una edad que tiene muy mala fama, por eso intentamos que los padres salgan pensando que no se tienen que agobiar tanto, que es una edad como cualquier otra. Todos los adolescentes son normales, pero el 10 ó 15% que no lo son arman mucho ruido. Es una edad como otra. Por eso, la idea es enseñarles lo que es un adolescente. El curso se estructura en tres bloques, que abarcan asistencia a los adolescentes, recursos a nivel preventivo y otro bloque para enseñarles a convivir con los riesgos. Porque los riesgos no se pueden borrar. Es como el lactante, que si no le dejas que gatee tardará más en aprender. Hay que dejar que los adolescentes aprendan a convivir con los riesgos. Van a salir por la noche, van a estar con gente que bebe... tienen que saber qué hacer y qué no, pero no borrar el riesgo.

Dice que el 90% de los adolescentes son normales. ¿Es que no existe la edad del pavo?

Sí que existe, pero la inmensa mayoría pasan por esa etapa sin aspavientos, siendo normales. El secreto para eso es que la familia funcione bien. El pediatra Blas Taracena, pionero en la medicina para el adolescente, decía que lo que no se conoce se teme y lo que se teme se rechaza. El problema con el adolescente es que le hemos puesto la etiqueta de rebelde sin causa y eso es lo que nos aparta de él, cuando precisamente lo que no hay que hacer es perder la comunicación. Si claudicamos como padres están perdidos.

Si la mayoría son normales, ¿de dónde viene esa capacidad casi innata de los adolescentes de oponerse a todo?

Pero eso es fisiológico y es que son capaces de pensar. Se dice que el adolescente es el ser que se da cuenta de que puede pensar. Y si tiene sus propias ideas, y estas no tienen nada que ver con la de sus padres, las pone encima de la mesa. Lo que hay que tener miedo es del adolescente que no dice nada, que es dócil hasta decir basta y que no respira porque cuando ese joven explote lo hará de una forma peligrosa. A esta edad se empieza con unos cambios metamorfósicos muy aparatosos. El cuerpo que tenían no lo reconocen y algunos se cabrean porque son muy jóvenes para tener algo y otros tardan mucho en tenerlo. A todo esto se une la sociedad que hemos creado, sin límites establecidos. Por un lado se les dice que deben ser buenos y por otro les dices que hay que consumir y que tanto tienes tanto vales.

¿Algún truco para saber manejar a un adolescente?

Un refrán irlandés dice «alaba a la juventud para que progrese». Se trata de buscar sus lados positivos, levantar su autoestima, confiar en ellos y dejar que hagan cosas, que sean autónomos. Y algo fundamental es no perder la comunicación. Hay que estar ahí, con la puerta abierta porque aunque no estén de acuerdo con nosotros, el hecho de saber que nos preocupamos por ellos hará que tomen la decisión menos mala para ellos porque saben que hay alguien ahí. Hay que seguir siempre ejerciendo de padres.

¿Nunca de amigos?

Jamás de amigos. Ni los padres ni el médico del adolescente deben ser sus amigos. Cada uno tiene su figura. A mí me toca escuchar y ser su abogado defensor pero no su padre. No le voy a soltar un rollo moralista a no ser que haga algo que afecte a su salud, en ese caso le oriento. Hay un libro muy bueno titulado «Un adolescente en casa», que dice que hay que actuar como padre, porque padre solo hay uno y amigos hay muchos y son más fáciles de conseguir.

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