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Mentes todavía activas en el retiro

Tras una vida de investigación y docencia los profesores se jubilan, algunos con la añoranza de las clases

«La jubilación no se improvisa. No se puede estar trabajando a pleno rendimiento y de pronto acabar y dar el salto ¿a qué? Hay que tener aficiones, hacer voluntariado... Debería haber cursos de preparación a la jubilación», cuenta Agustín Bueno, docente e investigador jubilado desde hace una década. Porque, ¿qué pasa con quienes tras una vida de una gran actividad intelectual y de adquisición de conocimientos tienen que jubilarse? Son además unos privilegiados, puesto que cuentan con un retiro dorado que no todo el mundo puede alcanzar. Los profesores universitarios tienen una vasta experiencia y conocimientos adquiridos con los años y culminar el ciclo es en algunos casos un desgarro. «No paro de oír, qué bien, ahora te dedicarás a lo que te gusta. ¡Pero si a mí lo que me gusta es lo que hacía, dar clases!», espeta el profesor de Urbanismo José Ramón Navarro, que hace dos meses, con 70 años, se ha jubilado. En su caso, lamenta que la Universidad no aproveche ese filón. Un profesor que se jubila «es un talento desaprovechado. Tenemos mucho que aportar desde una perspectiva más sosegada», reivindica.

El año pasado se jubilaron en la Universidad de Alicante 19 PDI, Personal Docente e Investigador. El Campus tiene actualmente 2.329 PDI en activo. Buena parte de quienes se retiran mantienen al principio el vínculo con la Universidad y «conforme te van pidiendo menos cosas el contacto se diluye, no es brusco, en un año tiene ocho colaboraciones, otros seis, hasta llegar a cero», explica Bueno, Psicólogo Social, con 72 años y que a lo largo de su vida ha investigado, trabajado y aplicado en programas sus investigaciones sobre maltrato y jóvenes infractores. Hoy ocupa una parte de su tiempo en ordenar e informatizar expedientes en el centro Nazareth. Pero antes de jubilarse ya preparó otro plan de ocupación, compró una tierra cerca de la Universidad y hoy cultiva sus propias hortalizas y verduras y cuida de sus gallinas. «Tengo la satisfacción del esfuerzo y me ayuda a mantenerme activo». Y advierte del peligro de «paralizar las neuronas» y el de obsesionarse con la salud.

Salud y amistad son dos de los pilares que resalta Vicente Carrasco Embuena está disfrutando de sus amistades y del sosiego que le da tener tiempo para reflexionar y de esta forma escribir su blog, un espacio personal en el que plasma vivencias. Profesor en la Facultad de Educación, tras 42 años de trabajo decidió dejar paso a los jóvenes y se dedicó a hacer algunas cosas que tenía pendientes. Él se ha dedicado a otros asuntos y mantiene muy buenas relaciones con sus alumnos, algunos de hace décadas.

También cultiva las amistades María Rosa García Mirasierras, que fue directora de la oficina de Comunicación de la Universidad y profesora asociada en el grado de Publicidad y Relaciones Públicas. Es una asidua de las clases de gimnasia de mantenimiento en su urbanización. Se ha adaptado a su situación, aunque reconoce que le habría gustado seguir unida a la Universidad dando clases. «Hay un desperdicio intelectual. A mis 66 años tengo el bagaje intelectual y profesional al día. Me habría gustado seguir dando clase porque la relación con los alumnos es maravillosa». En su nueva vida devora más libros que antes, acude a congresos pero va a las ponencias que realmente le interesan y viaja, consciente de hacer ahora todo lo que pueda porque «no vamos para jóvenes y la salud puede fallar».

Una vez que culmina el ciclo laboral de las personas, entre los 60 y los 65 años, aún queda un importante ciclo vital por delante que para muchas personas se orienta al disfrute del ocio, la familia y cosas que no se han podido hacer antes «pero hay personas que no tienen suficiente, son muy activas mentalmente y de repente sufren un frenazo si no se han preparado para ello», describe Concha Bru, directora de la Universidad Permanente de la UA. Explica que la Upua trabaja en un proyecto europeo de preparación a la jubilación. Y señala que las personas deberían saber en el último quinquenio de su vida laboral qué van a hacer después. Bru explica que la preparación depende de la persona, sus intereses, también su estado de salud. En el caso de personas intelectualmente muy activas, sin tener en cuenta los componentes víricos y genéticos que pueden afectar, «el tener una actividad intelectual prolonga las facultades, en condiciones normales». Reconoce que hay un «equilibrio complicado» entre aprovechar el talento de quienes han pasado su vida aprendiendo y los jóvenes que salen de la universidad muy preparados, por lo que cree que son necesarias políticas estratégicas.

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