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«Queremos ladrillos, no aulas de hojalata»

Escolares de La Cañada, en dos pisos de barracones, piden por carta otro centro

Las grietas en San Gabraiel van a más. Clausurado por los padres ante el peligro para sus hijos, el gimnasio del colegio San Gabriel sigue sin ser reparado otro curso, y las grietas aumentan P.CORTÉS/I.RAMÓN

«Las clases de hojalata se han inundado. A nuestros hermanos pequeños se les ha estropeado todo su trabajo y esfuerzo. Nos gustaría que hiciera un colegio nuevo de ladrillos». La carta de Sofía, en quinto curso del colegio La Cañada, es una de las decenas que han llegado a la concejalía de Educación tras los destrozos que ha causado la última tromba de agua en un centro que desde hace cinco años tienen dos pisos de barracones para escolarizar a los niños de las partidas.

La edil, María José Espuch, que estos días visita centros escolares para comprobar personalmente las deficiencias, admite su indignación ante la situación de este centro: «No se si yo llevaría allí a mis hijos. Es vergonzoso. Vamos a pedir a la conselleria que sea su prioridad en esta ciudad porque es nuestra prioridad», aseguró.

«En verano, con el aire acondicionado, nos duele la cabeza. Nos sentimos decepcionados porque desde hace ocho años no han intentado construir el colegio nuevo». Laia, en sexto curso, abunda con su carta en una situación que también denunciaba ayer el sindicato docente CSIF a través de su delegado, Javier Mas, quien cuantifica en 11 aulas y baños las prefabricadas verticales para una población escolar que desde 2005 «ha ido creciendo paulatinamente en las partidas». Solicitan la «retirada inmediata de los barracones, con el suelo de aulas desprendido, decrepitud en los aseos y múltiples deficiencias».

María López, presidenta de la AMPA, ha recogido ya 1.700 firmas entre los vecinos de las partidas y confía en que la visita de la concejala sirve por fin para algo. La edil asegura que la parcela aledaña a la pista deportiva es municipal y estaría disponible para un nuevo centro escolar, para lo que cuenta con el beneplácito a su vez del concejal de Urbanismo.

«Cada vez que llueve se inunda todo. No podemos continuar así. La culpa es de estas aulas que no son normales», escribe Rocío.

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