Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

En la zona cero de la crisis de los refugiados

Un antropólogo alicantino participa en una misión de Médicos del Mundo en los Balcanes para conocer las claves de la catástrofe humanitaria Afirma que se debe dar una respuesta global y que el flujo «no para»

En la zona cero de la crisis de los refugiados reportaje fotográfico de Kristof Vadino

Una familia coge unos cuantos bultos, algo de abrigo y sus ahorros, quizás los de toda su vida o los de sus parientes y amigos. Y se echa andar. Igual durante semanas y meses en los que se enfrentan no sólo al cansancio, sino a la lluvia, al frío y a los «traficantes» que exigen comisiones por permitirles continuar su camino.

Las columnas de refugiados que escapan de conflictos como el de Siria -principalmente- pero también del de Irak, Afganistán o del hambre de Somalia, no paran. Y no pararán. Así lo explica el antropólogo alicantino José María Copete, quien acaba de participar en una misión de exploración en las fronteras de los Balcanes dirigida por Médicos del Mundo Bélgica y Reino Unido. Tan sólo cinco personas han formado parte de este proyecto que tiene como doble objetivo la asistencia médica en los lugares donde más se necesita y la exploración de la situación en cuanto a organización, gestión, capacidades y, en consecuencia, las carencias en las fronteras de Croacia, Macedonia, Eslovenia, Hungría o Serbia.

Copete -que habla árabe y tiene un máster en la Universidad de Belsfat (Irlanda) como experto en conflictos- explica que nada fue como lo esperaba. A lo largo de estos 21 días pudo conocer de primera mano el cómo y el por qué de esta crisis que, en su opinión, tendrá importantes consecuencias para Europa.

«Para convertirte en refugiado necesitas dinero», relata, alrededor de 2.000 dólares como mínimo por persona. Existen dos rutas masivas que siguen los refugiados. Por un lado, la más cara y también la más peligrosa, donde directamente los refugiados relatan que han visto la muerte. Esta es la que siguieron familias como la del pequeño Aylan Kurdi, el niño sirio que falleció en la playa turca de Ali Hoca Burnu y se convirtió en el símbolo de esta crisis. Esta ruta se hace por barco hasta Grecia vía Turquía. La segunda opción, por tierra, se caracteriza por ser más segura y la recorren tanto los refugiados que pueden permitirse pagar el transporte y a los traficantes, como quienes, al tener menos recursos, sólo les queda caminar.

«Los protagonistas son los sirios, pero es erróneo pensar que esta crisis migratoria sólo afecte a Siria, hay gente de Irak, Afganistán y también de Bangladesh, de Somalia, hasta nos hemos cruzado con un haitiano», detalla Copete.

«Las columnas de refugiados no paran, ni de noche ni de día. Países como Eslovenia han aprendido en estos últimos meses y allí la recepción está más organizada, hay camas, comida, pero apenas sirve para ese flujo constante de unas 6.000 personas, en cuanto un país cierra sus fronteras y frena esa corriente de refugiados los centros de recepción se colapsan». Si bien los medios de comunicación han mostrado que el colapso se ha dado en países como Hungría, Copete insiste que el verdadero problema se encuentra en el Líbano, en Turquía o Jordania donde se recibe a más de un millón de refugiados.

Lluvia y caos

El antropólogo explica que «los refugiados se ven obligados a esperar durante días, durmiendo al raso, bajo las fuertes lluvias y a bajas temperaturas. Niños de todas las edades, ancianos, mujeres, incluso mujeres embarazadas, familias enteras. Es una situación apocalíptica que expone a las personas a situaciones dañinas para la salud, al agotamiento físico y mental y en términos generales las coloca al límite de sus fuerzas». De hecho, explica, la misión presenció el caos de las últimas horas antes de que Hungría cerrara sus fronteras.

«El proceso migratorio está lleno de zonas de caos institucional, de zonas de peligro para los refugiados y de zonas de opacidad respecto a los derechos humanos en las que los medios de comunicación y la sociedad civil pueden jugar un gran papel y de hecho lo están jugando siendo testigos de todo lo que esta pasando en los Balcanes. Sin embargo, hay zonas que no reciben tanta atención como por ejemplo Turquía», afirma.

La crisis de refugiados traerá, según analiza Copete, muchísimas consecuencias para los países europeos. Tanto negativas como positivas. Explica que pueden darse situaciones de escalada del racismo. En el caso de España derivados de la falta de trabajo y de atención de las administraciones a quienes han perdido su casa o no encuentran un empleo. Situaciones y comentarios que ya comienzan a oírse. «La acogida de los refugiados se debe hacer conjuntamente con la asistencia a los propios sectores en riesgo de exclusión; parados, familias afectadas por los desahucios, nuevas formas de pobreza en un contexto de protección a los derechos humanos», apunta. De todos modos Copete subraya que la llegada masiva de refugiados a Europa se puede convertir en una oportunidad enriquecedora tanto en valores como en conocimiento: recuerda que la sociedad siria es una comunidad culta, y, a la vez, contribuirá al rejuvenecimiento de la población, al intercambio cultural, a una mayor dinamización económica e incorporación de mano de obra cualificada.

Compartir el artículo

stats