Hoy se celebra el día internacional de la toma de conciencia de la tartamudez, ¿qué quieren reivindicar con esta jornada?
Es una excusa, como la del día del cáncer de mama, para llamar la atención de la sociedad. Este año nos vamos a centrar en la infancia. En este sentido, nuestro público son las mamás, los papás, los profes y los pediatras para que sean conscientes de la importancia de la detección precoz de las disfluencias infantiles. Porque cuando empieza el problema en la infancia no se dice que un niño es tartamudo, sino que tiene disfluencias.
¿Cuáles son los primeros síntomas de que existe un problema?
Por ejemplo cuando aparecen las repeticiones, las prolongaciones o los bloqueos. Afecta a un 5% de la población infantil.
¿Pesan aún muchos prejuicios sobre este problema?
El «ti ti» o el bloqueo causa risa, pero la tartamudez no hay que analizarla sólo como eso, sino que va acompañada de otros comportamientos que son los que producen más impacto en la vida de los niños, como la evitación de situaciones o personas, el uso de muletillas, la sustitución de las palabras, el miedo, los tics la fuerza muscular que se hace, la baja autoestima. La tartamudez es como un iceberg, lo que hay arriba es lo que todo el mundo ríe, pero lo que realmente es duro es lo que hay abajo, que son los miedos, la baja autoestima, el cansancio muscular que sentimos cuando bloqueamos... todo eso hace que sea importante tratarla y muy pesada de sostener. La risa, el «buling», el acoso escolar... es lo que hace duro soportarla y de mayores la discriminación laboral, aun teniendo mejor currículum que otros, por puros prejuicios, un tartamudo no consigue un puesto de trabajo.
¿Es más duro en el caso de los niños o en la etapa adulta?
Los niños tienen un handicap añadido, que es el acoso escolar y eso marca nuestras vidas. Por eso la importancia de la detección precoz. De ella dependerá su desarrollo como una persona adulta y feliz. Dependiendo de esta etapa la persona puede ser víctima de un suicidio social, que se quede encerrada en su cueva y con dificultades para la inserción social y laboral. Es una etapa oscura que te deja marcado.
¿Cuentan con apoyo desde la sanidad pública?
Hay mucho vacío en las carteras sanitarias y de educación y en el tema legal. Sólo en algunas comunidades autónomas se incluye el logopeda, pero muy pocas sesiones por lo que siempre hay que recurrir a pagar sesiones privadas.
¿A qué edad se suele diagnosticar el problema?
Suele ser entre los dos y seis años y a partir del momento de aparición del problema hay que llevar al niño al logopeda. Es una edad óptima, porque aún no están prefijados los patrones del habla y siempre se lleva a cabo una intervención indirecta con los padres. Además, aún no tienen comportamientos negativos. Un niño con dos años aún no sabe qué es la ansiedad. No tienen prefijados patrones del habla ni tienen desarrolladas las conductas.
¿Qué base tiene la tartamudez? ¿Es un problema neurológico?
Sí, tiene una base neurológica y un elevado componente genético. Antes se creía que era por factores externos y psicológicos. Eso está desterrado. Hay muchos padres que acuden al pediatra y éste les dice que se le va a pasar pronto y que a lo mejor se produce porque se le ha quitado el pañal o comienza la guardería. Es un tremendo error, porque estás haciendo que pase demasiado tiempo y se desarrollen las conductas secundarias. Por eso nuestra campaña de detección precoz, una iniciativa que por cierto, está contando con el apoyo de Aguas de Alicante e Hidraqua.
