Trabajar menos días a la semana, durante más horas al día, y, además, durante más años. Ésa es la receta que prescribió ayer el segundo hombre más rico del planeta, el mexicano Carlos Slim, para plantar cara al desempleo y hacer más sostenible la hucha de las pensiones. Con la Universidad de Alicante como escenario, y en el marco del Círculo de Montevideo, un laboratorio de ideas que reúne a exjefes de Estado y empresarios, la segunda mayor fortuna del mundo tenía claro que la salida pasa hoy por rebajar la jornada semanal a tres días laborables, con cuatro de descanso, aunque, eso sí, trabajando once horas diarias. No se quedó ahí. El también presidente empresarial de la Fundación Círculo de Montevideo defendió la necesidad de posponer la edad de jubilación hasta los 75 años.

Slim venía a poner sobre la mesa esta propuesta en una jornada en la que se debatió, y mucho, sobre la crisis de la democracia representativa, y en la que participaron, entre otros, el expresidente de Uruguay, cabeza visible del Círculo de Montevideo y desde el jueves doctor Honoris Causa de la UA, Julio María Sanguinetti, o el expresidente Felipe González. La conclusión fue unánime: con todos sus defectos, que son muchos, la democracia se ha demostrado hasta la fecha como el mejor sistema. Ahora bien, no se quedaron sólo en las palabras. También trataron de hacerlo ver con hechos cuando de pronto, en plena intervención de Felipe González, una treintena de alumnos del Frente de Estudiantes Universitarios intentó, sin mucha fortuna, reventar el foro. Paralizaron el debate unos 30 minutos, sí, pero los ponentes aguantaron estoicamente sin entrar al trapo. Todo se retomó con naturalidad, aunque Belisario Betancur, de Colombia, y Ricardo Lagos, de Chile, recordaron después que esa protesta había sido posible porque muchos de ellos habían luchado por la democracia y la libertad de expresión, y gracias a esa lucha se podía protestar sin que uno se jugara la vida.

Todo empezó en plena intervención de González, cuando, de pronto, un grupo de estudiantes se levantó de sus butacas con pancartas y a los gritos de «¡Fora empresaris de la Universitat», «La Uni no se vende, la Uni se defiende», «¡Fuera los mafiosos de la Universidad!», junto a protestas por la desaparición de estudiantes en México, acusaciones de fascista y asesino al propio Felipe González, una llamada a la huelga del 22 de octubre, o gritos de «Nosotros parimos, nosotras decidimos», dirigidos al exministro Alberto Ruiz-Gallardón. Para entonces, un segundo grupo de alumnos que, hasta el momento, estaba en el patio de la Facultad de Derecho irrumpió en el Paraninfo y se sumó a los de dentro. Todos juntos se acabaron acercando hasta el estrado donde estaban los ponentes. El rector, Manuel Palomar, quiso hacer valer su máxima de que la Universidad es un foro en el que todos pueden opinar y, tras varios minutos de proclamas, solicitó que abandonaran el Paraninfo: «Somos tolerantes, pedimos tolerancia para la Universidad. Trasladar vuestras reivindicaciones en el foro de estudiantes, ya os hemos escuchado, dejadnos continuar», dijo.

Los propios asistentes a la cumbre cruzaron abucheos con los manifestantes porque deseaban continuar escuchando las intervenciones y por considerarlo una falta de respeto. «Los fascistas son ustedes que no permiten la libertad de opinión», les afeó desde el estrado la secretaria del Círculo de Montevideo, Isabel Vázquez.

Sólo cuando Daniel Hinojo, estudiante de Trabajo Social, logró leer de corrido y megáfono en mano el manifiesto en el que culpaban a González de los conciertos con la enseñanza privada; a Gallardón de las leyes del aborto y mordaza; a Betancur del desmantelamiento de la educación pública en Colombia y al rector de permitir una cumbre que «ahonda en la privatización de la escuela pública», consintieron en salir, aunque luego continuaron con los gritos a la salida de los exjefes de Estado.