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Se acepta gallo como animal de compañía

Un vecino de Villafranqueza elige como mascota un ave de corral a la que pasea junto a su perro

José Manuel Carmona paseando al gallo Pipi, de tres meses, y al perro Bull, de 5 años. PILAR CORTÉS

Antes tenía campo en la partida alicantina de Tángel y allí reunió caballos y cerdos, crió pollos, palomas y borreguitos a los que daba el biberón. Ya en el piso de Villafranqueza donde ahora vive acogió durante un tiempo a un cerdo vietnamita al que tenía en la galería, «muy cuidado», asegura, hasta que los vecinos se quejaron a la Policía Local y tuvo que regalarlo. En Orihuela compró por 300 euros un pony que se trajo en su coche y que regaló a su hermano, poseedor de tierras en Mutxamel, y también ha tenido iguanas.

Está claro que a José Manuel Carmona le encantan los animales, por lo que no puede con su maltrato. No es extraño que se enamorara de Pipi, un gallo que tiene ahora tres meses, cuando lo vio en una tienda de mascotas de El Palamó. «Era chiquitito y me encariñé con él». Así que decidió llevárselo a casa, donde ya vivían dos perros, madre e hijo, con los que ha conectado bastante bien, cuenta el dueño. «Ninguno ha tenido celos. Sin embargo, a otros perros se les sube encima y les picotea la cabeza», relata.

El gallo paseando con los canes se ha convertido en toda una atracción en Villafranqueza, donde los vecinos le preguntan, y un reclamo turístico puesto que los extranjeros que pasan por la autovía, cercana al jardín donde los lleva, se paran a tomar fotos y a acariciar a los animales. Aunque el amo afirma que el perro es más fiel que el gallo, éste va aprendiendo con paciencia. «Cuando le hablo me cacarea. También cuando llaman por teléfono o al timbre, lo mismo que ladran los perros». Pipi, cuenta su dueño, ha aprendido a no hacer sus necesidades por toda la casa y «ha cogido su sitio» en una zona preparada con varias telas en un rincón del salón. Para dormir, se mete en un armario, y come pienso compuesto de pollo y comida de perro. Y aunque se lo han querido comprar por 30 euros, no está en venta. «Pienso quedármelo hasta que muera», dice (los gallos pueden durar cuatro años). Y antes, quiere pasearlo por la Rambla.

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