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Por la calle buscando a los sin techo

Trabajadores del Centro de Acogida recorren la ciudad para contactar con las personas sin hogar y ofrecerles ayuda

Por la calle buscando a los sin techo

Cerca de un centenar de personas vive más o menos de forma habitual en las calles de Alicante o en infra viviendas. Una población que, bien por decisión personal, por problemas mentales o por una dificultad de inserción, se resiste a acudir al Centro de Acogida e Integración (CAI), el antiguo albergue.

Dos veces por semana, el equipo de calle de este centro recorre la ciudad para contactar con estas personas, ver qué necesitan y tratar de convencerles para que hagan uso de los recursos sociales de los que dispone el Ayuntamiento de Alicante. Y es que, como dice el refrán, «si Mahoma no va a la montaña, la montaña acudirá a Mahoma».

«Velamos por el bienestar de estas personas, porque en muchas ocasiones no están en condiciones de valerse por sí mismas. Si es necesario, los llevamos al hospital o tramitamos autos de internamiento con la Fiscalía», señala Suni Sánchez, trabajadora social del CAI.

La nueva concejala de Acción Social, Nerea Belmonte, acompañó a este equipo en una de sus últimas salidas por la ciudad para conocer de primera mano cómo es su trabajo. Integrada como una miembro más del dispositivo, y sin revelar su cargo de concejala, Belmonte conoció la historia que hay detrás de las personas que han hecho de la calle su hogar.

Historias como la de Mila, una inmigrante guineana que estuvo tres años viviendo entre dos coches en el barrio del Pla. «Costó mucho convencerla para que viniera al centro y confiara en nosotros», explica Suni Sánchez. Cuando lo hizo les reveló su triste pasado. «Ella llevaba una vida completamente normal en Alicante. Vivía con su novio y trabajaba de camarera con toda su documentación en regla». Una noche «su novio tuvo un accidente de moto muy grave y los trasladaron a Valencia. Cuando ella acudió al hospital, su familia, que desconocía la relación, la rechazó. No pudo asumirlo, hasta el punto de que quedó viviendo en la calle, cerca de la casa de los padres de su novio para así poder verlo de vez en cuando, ya que él quedó en silla de ruedas». Durante los dos años que estuvo en la calle, los vecinos le llevaron comida y le daban de vez en cuando monedas. «Al final había reunido 6.000 euros que iba arrastrando en una bolsa de plástico», explica Miguel Ferré, técnico del equipo de calle del CAI. Tras permanecer un tiempo en el albergue, Mila volvió a la calle. «Las dificultades para integrarse son enormes después de tantos años de exclusión». Ahora, el equipo del CAI la visita de forma regular, se interesa por su estado de salud y trata de convencerla para que acuda al centro y, por lo menos comience a tramitar de nuevo su documentación. «Los extranjeros son la población con mayores dificultades porque sin papeles no pueden trabajar ni hacer nada, aunque la situación ha mejorado gracias a que por lo menos les han devuelto la tarjeta sanitaria», afirma Suni Sánchez.

También es cada vez es habitual encontrar personas con enfermedad mental viviendo en la calle. Son casos que suponen todo un desafío. Hasta hace bien poco, explica Sánchez, «teníamos muchos problemas porque el Hospital de Sant Joan les daban el alta muy rápido, sin un diagnóstico de la enfermedad, por lo que no podíamos buscar un recurso adecuado para estas personas». Sin embargo, «en los últimos meses la situación ha cambiado y estamos encontrando mayor cooperación en este sentido». Y es que aquí también hay historias muy complicadas. «Tuvimos a una señora que vivía en la calle, al raso, haciéndose sus necesidades encima». Tras una valoración psiquiátrica, «descubrimos que tenía esquizofrenia y que su marido había fallecido recientemente y ella había quedado en la calle».

En el CRIS los usuarios pueden permanecer hasta seis días. Allí se les ofrece cama y comida. Pasado este tiempo tienen que abandonar el centro, aunque existe la posibilidad de entrar en algún programa de reinserción. Sin embargo, los trabajadores le trasladaron a Belmonte que en los últimos años han sufrido un recorte de plazas y hay una gran demora para acceder a este tipo de recursos. La crisis tampoco ha ayudado. «Antes la gente tenía la opción de encontrara un trabajo y normalizar su vida, ahora no hay empleo y las intervenciones se alargan mucho en el tiempo», sostiene la trabajadora social del CAI.

Tras conocer la situación en las calles de Alicante, Nerea Belmonte asegura que el CAI es una de las prioridades de su concejalía de cara a los próximos presupuestos.

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