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Cuando se baja la guardia

Expertos en drogodependencias piden que se apliquen a rajatabla las leyes que penalizan el consumo de alcohol en la calle

Un grupo de chicos hace un botellón, en imagen de archivo. RAFA ARJONES

«Parece que si no beben hasta caerse al suelo no se divierten». Un vecino del Casco Antiguo se lamentaba esta semana de la forma que tienen los jóvenes de salir de fiesta. Los residentes de esta zona lamentan cómo se han acostumbrado a ver desde sus ventanas a chicos muy jóvenes consumiendo grandes cantidades de alcohol un fin de semana tras otro. INFORMACIÓN publicaba esta semana imágenes del tardeo en el Barrio, que mostraban a chicas con aparentes síntomas de embriaguez tiradas en la acera y jóvenes consumiendo cocaína a plena luz del día.

Pero, ¿es muy distinta esta estampa a lo que ocurría hace 20 años? Expertos como Bartolomé Pérez Gálvez, responsable de la unidad de Alcohología del Hospital de Sant Joan, lo tienen muy claro. «En Alicante se han vivido épocas muy duras, como a mediados de los 90 cuando se puso por vez primera de moda el botellón en Canalejas. Aquello fue terrible». La diferencia, en su opinión, «radica en que actualmente se ha bajado la guardia». Y es que hay leyes para tratar de atajar esta situación, «el problema es que nos se cumplen porque el Ayuntamiento de esta ciudad se ha permitido el lujo de destinar a agentes de la Policía Local a vigilar botellones y no es culpa de los agentes, sino del uso que se ha hecho de ellos».

Pérez Gálvez recuerda cómo hicieron frente al botellón de Canalejas «siendo muy serios. Había mucha presencia policial y se tomó conciencia de que si te ponían una multa por beber en la calle, era en serio». A partir del año 2000 se bajó la guardia. «Se empezó a permitir vender alcohol en las tiendas 24 horas y todo se relajó hasta llegar a lo que nos encontramos hoy en día». Por eso pide que se recupere un poco de aquel espíritu. «Primero hay que escuchar a quienes de verdad saben, que son los expertos en drogas y la policía». Después «hay que poner en marcha iniciativas lideradas por los propios ayuntamientos».

También en entidades como Proyecto Hombre reclaman más contundencia a la hora de aplicar las leyes. «Los chicos te dicen que cuando beben o fuman porros en la calle unas veces les multan, otras no.... es muy importante que ellos sientan que sus acciones tienen consecuencias», explica Nicolás Condés, psicólogo y coordinador del área de Prevención de Proyecto Hombre. El perfil de la persona joven que solicita tratamiento es el de un chico con una media de edad de 17 años y procedente de un entorno socioeconómico medio. «El problema es que el consumo de alcohol está totalmente normalizado entre los jóvenes», cree Condés. Chicos y chicas «que ven como lo más habitual del mundo salir y beber para poder aguantar hasta altas horas de la madrugada y cuyos planes de futuro pasan por trabajar para tener una casa, un coche y salir de fiesta». Respecto a la visión que se tiene de un modelo de ocio destructivo, el psicólogo de Proyecto Hombre sostiene «que esa es una visión que tenemos desde fuera, ellos lo ven como lo más normal del mundo».

Un reciente estudio de la Universidad de Alicante para el Ayuntamiento pone cifras a esta situación. Casi un 66% de los chicos entre 12 y 16 años ha probado alguna vez el alcohol. Para darle la vuelta a estas cifras, Bartolomé Pérez Gálvez cree que es necesario rebajar la presión social del consumo, limitando el acceso de los jóvenes al alcohol «y multando a quienes no cumplen». Poco ayuda en esta tarea situaciones como las que se están viviendo en zonas como el Barrio, con bares metidos en una guerra de precios que ofrecen copas a 3 euros. «Cuanto más baje el precio del alcohol, más se incita al consumo».

En cuanto a ofrecer a los jóvenes otras alternativas de ocio más saludables, expertos como Nicolás Condés creen que la tarea no es tan sencilla. «Los chicos que salen de fiesta tienen capacidad para acostarse tarde y a la mañana siguiente madrugar para ir a jugar un partido, integran el deporte en sus vidas con total normalidad». Para este psicólogo sí es importante usar con los jóvenes mensajes muy planos y directos, «porque a veces las campañas son confusas». Y sobre todo, «no usar etiquetas. Cuanto más repitamos que los jóvenes son unos borrachos o unos juerguistas, al final lo interiorizan».

Desde la escuela, el problema del consumo de alcohol lleva tiempo preocupando y ocupando a profesores, psicólogos y pedagogos. «Se aplican programas transversales de educación para la salud y hasta otras instituciones se han "colado" en las aulas para ayudarnos en esta tarea: actualmente, el Plan Municipal de Prevención de Drogodependencias del Ayuntamiento de Alicante, uno de los mejores de España, se está aplicando en la mayoría de los institutos y con notable éxito y Sanidad está participando en otros programas en los que enfermeros y médicos vienen a los centros», explica José Miguel Pareja, presidente de la Asociación Profesional de Orientadores de la Comunidad Valenciana.

Sin embargo Pareja echa en falta un mayor compromiso de las administraciones locales con el ocio en general. «La escuela puede ayudar a reflexionar, a prevenir, pero la intervención debe venir de otro lado». Siempre «teniendo en cuenta que, a pesar de todo lo que se haga, las decisiones las tomarán siempre los jóvenes, los individuos».

En cuanto al papel de los padres, «podemos servir de ejemplo de dos maneras: con nuestro modelo de ocio, que transmitiremos a nuestros hijos a nuestro pesar; y mediante nuestra forma de rechazar modelos no saludables: si lo hacen asertivamente, si se dejan llevar, si tienen habilidades para llevar la situación con sus amigos a donde se sienten seguros...». Porque «soltar sermones no conduce a nada si no nos han visto disfrutar más que bebiendo con nuestros amigos».

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