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El tardeo se desmadra los fines de semana en el Barrio

Los vecinos del Casco Antiguo denuncian que la guerra de precios degrada aún más la zona

Tres copas por diez euros, tres pintas por cinco o platos de paella gratis con la consumición. Son algunas de las agresivas ofertas que se anuncian en muchos de los bares del Barrio para tratar de arañar algo de clientela a la calle Castaños, el último epicentro del ocio en Alicante. Ganchos en forma de bebida que garantizan borracheras a precios bajos y que han terminado por deteriorar, aún más si cabe, el Casco Antiguo borracheras a precios bajos y minar la paciencia de sus pacientes vecinos. «Los bares están buscando a un tipo de cliente que no frecuenta la calle Castaños y lo han encontrado en jóvenes, en muchos casos sin ingresos propios, y que beben sin ningún tipo de control los viernes y los sábados hasta la madrugada», explica José María Morán Berruti, vicepresidente de la Asociación Laderas del Benacantil. A ellos se unen los sábados por la tarde los abonados al tardeo que frecuentan las inmediaciones de la plaza San Cristóbal y la plaza Quijano. El resultado, la desesperación total de los vecinos. «Antes soportábamos el ruido los fines de semana por la noche, ahora es también durante el día. No nos dan tregua, nos sentimos asediados», señala Berruti.

Y es que el tardeo unido a esta guerra de precios genera, según denuncian los residentes, un perfil de ocio mucho más «agresivo» que está causando estragos en esta zona de la ciudad, como lo demuestran las imágenes tomadas por los residentes, a plena luz del día, en las inmediaciones de la plaza San Cristobal. Chicas y chicos orinando detrás de los contenedores, jóvenes tiradas en medio de las aceras con aparentes síntomas de embriaguez, tráfico y consumo de cocaína en plena calle debajo de las viviendas, aceras llenas de vómitos, megáfonos para animar el ambiente... Es la estampa habitual de un sábado por la tarde. «Tengo una sobrina pequeña que viene a casa los fines de semana y no tiene por qué ver esto cada vez que se asoma por la ventana», señala Luis, vecino de la zona. Una vez que los clientes del tardeo se marchan al caer la noche, les toman el relevo los más jóvenes, que hacen del Barrio un inmenso botellón, como denuncian desde Laderas del Benacantil. «Los bares de la plaza de Quijano les venden litros de bebida a precios tirados que consumen en la misma plaza».

El follón, cuentan, se prolonga hasta que amanece, sobre todo este verano con la supresión del tranvía nocturno. «Gritan y lo destrozan todo», explica Agustina Mayo, una de las vecinas más mayores del Barrio, que lleva viviendo aquí 85 años y quien asegura que lo que está viendo en los últimos años no tiene precedente. «Estoy tomando pastillas para dormir porque es imposible conciliar el sueño, más cuando han intentado abrir la puerta de mi casa dos veces».

Desde la Asociación Laderas del Benacantil acusan a los pubs de incumplir reiteradamente los horarios de cierre. «Llegan las 3.30 y muchos lo que hacen es bajar la persiana, pero dentro continúan con la música hasta las 5 o las 6. También hay muchos locales que tienen licencia de bar, que les obliga a cerrar a la 1.30, y sin embargo trabajan hasta bien entrada la madrugada», señala Berruti.

La falta de limpieza también es un motivo de quejas reiteradas. «Por la noche, algunas calles del Barrio se convierten en ríos de meados y los fines de semana es imposible andar con chanclas porque es muy fácil cortarse con los cristales de las botellas rotas», afirma Ignacio Gómez, vecino de la zona y miembro de Laderas del Benacantil.

Para los escasos negocios que no son puramente de ocio en el Barrio, la estampa deja mucho que desear. Es el caso del hostal Les Monges. Su propietario, Pedro Picazo, explica que «aunque tengo todas las ventanas insonorizadas, hay noches en las que el ruido es insoportable». Aunque lo que más le indigna es la suciedad que genera tanto desmadre y como ejemplo señala el contiguo convento de las monjas de la Sangre. «¿Ves esa canaleta que hay en los escalones de la entrada? La han tenido que hacer porque la gente mea en la puerta y ésta se estaba pudriendo. Así al menos el líquido no se queda estancado».

El negocio de Picazo es de los pocos que subsisten entre tanto «monocultivo» del ocio. El hotel que abrió hace unos años en la plaza Quijano cerró y la iniciativa de algunos empresarios para abrir restaurantes en la parte alta del Barrio no llegó a cuajar. Ahora, explica Morán Berruti, «un empresario ha comprado un local para abrir una tienda gourmet y se han reactivado varias obras en edificios que estaban paradas». Un grano de arena en medio del desierto, a juicio de los residentes que también recelan de las iniciativas emprendidas para repoblar el Barrio con estudiantes. «Los jóvenes no tienen arraigo ni crean barrio, además de que muchos de ellos son parte del ocio que tanto criticamos». Por eso, este responsable vecinal pide que de una vez por todas el Ayuntamiento defina qué tipo de ciudad quiere y que se reoriente el modelo de ocio de Alicante. «Nuestro día a día es tan desesperante que hasta echamos de menos la situación de hace tres o cuatro décadas. La gente cenaba, se tomaba sus copas en el Barrio y a las 2 se marchaban a las discotecas. Había negocio para todo el mundo y los vecinos teníamos más descanso». Lo que es inconcebible, añade Berruti, «es que se queden en la calle hasta las 6 de la mañana gritando, meando y destrozando todo lo que encuentran a su paso».

La Asociación Laderas del Benacantil ya ha entregado un dossier al alcalde, Gabriel Echávarri, con todas sus reivindicaciones y ya tiene concertadas citas con los nuevos concejales de Seguridad y Cultura para intentar que, de una vez por todas, ocio y descanso vayan de la mano en el Barrio.

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