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La noche alicantina: 25 años sin modelo de ocio

La masificación, el botellón y los problemas de convivencia provocan el cambio constante de zonas de marcha en Alicante desde los 90

La vieja guerra del ocio enfrenta a los alicantinos en el nuevo escenario de la marcha nocturna y el tardeo de Alicante: Castaños y su entorno del centro tradicional. Mientras unos creen que la ciudad ha dado por fin con su modelo de marcha definitivo; otros opinan que la zona no es más que otro lugar de moda que morirá en pocos años, como ocurrió en su día con la Zona, el Barrio, la Playa de San Juan, el Golf y el Puerto. Lo cierto es que la ciudad reproduce desde hace 25 años un modelo de zona de marcha explosivo e inestable que no garantiza la sostenibilidad en el tiempo de ningún negocio. Analizamos el fenómeno mientras Castaños vive su momento de apogeo.

En defensa del tardeo

Para el experto en Turismo de la Universidad de Alicante Tomás Mazón, lo que ocurre en el centro es la «evolución natural de la marcha» y el llamado tardeo un producto turístico de éxito «que ha dado vida a unas calles que estaban «muertas desde que el comercio se marchó a Maisonnave». Es un discurso que comparten los 90 hosteleros asociados en la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Alicante (APHEA) que le ha encargado un estudio sobre el impacto económico de este fenómeno en la ciudad.

En el Ayuntamiento no piensan igual y se anuncian medidas restrictivas, por lo que el informe es una de las dos armas con las que los empresarios van a defenderse a corto plazo del cambio de gobierno. Entre las conclusiones del trabajo está los locales asociados al tardeo mantienen 500 empleos de lunes a viernes, casi el doble los fines de semana, un gasto medio en alquiler de locales de 3.000 euros de media, un gasto en proveedores de 400.000 euros mensuales y una facturación global de más de cuatro millones de euros al mes. Estos datos se apoyan en el segundo mecanismo de defensa: una campaña de recogida firmas entre los clientes de las terrazas. Van más de 20.000 en pocos días, según la asociación. «Alicante es una ciudad turística con un paro brutal. Creo que el que haya ambiente en la ciudad es algo que debemos asumir», sentencia Mazón.

No hay evento o zona de ocio que pueda competir con este modelo en la actualidad. Sólo una perspectiva histórica y la distancia entre las partes permite ver que, en realidad, lo que ocurre en Castaños es idéntico al patrón del ocio alicantino desde los 90: descubre, explota, satura y abandona diferentes zonas de la ciudad sin que abunden los ejemplos de áreas que hayan logrado regenerarse.

Historia de la noche

Juanjo Pérez de Azpillaga, un hostelero que ha abierto más de 40 locales en todas las zonas de ocio alicantinas, entiende que la marcha se comporta siempre de la misma manera. «Tres o cuatro locales abren cerca unos de otros y hacen zona. Se pone de moda, se masifica, bajan los precios, llegan los niños y con ellos el botellón, las peleas y entre todo esto te hunden. Y la gente que vino al principio se va» explica. «De momento, en Castaños están aguantando los precios», asegura, sin atreverse a hacer un pronóstico claro sobre su futuro.

A finales de los 80, las discotecas de la Playa de San Juan parecían ser el perfecto y eterno complemento costero al entorno de la plaza Calvo Sotelo y la calle San Fernando a la altura de Canalejas, la llamada Zona. Pero hacia 1995, el Barrio y la incipiente Ruta de la Madera tomaban el relevo mientras la Playa perdía fuelle poco antes de que la Zona hiciera lo propio. Para 2002, de los 25 locales que había en San Juan a mitad de los 90, quedaba un tercio. Un propietario analizaba en las páginas de INFORMACIÓN las causas del declive en un reportaje de 2002. «Se ha masificado, vienen muchos niños a hacer botellón. Además, la presión de la policía y los vecinos es muy fuerte. Al Ayuntamiento le interesa que esto muera y desviar a la gente hacia el Puerto». En efecto, dos operaciones urbanísticas despertaban a principios de siglo, la marina deportiva y el campo de golf, atrayendo con ellas el ocio nocturno y vaciando otras zonas de la capital.

Ni el Puerto ni el llamado pueblecito de la zona del Golf llegaron al cambio de década con la misma clientela con la que empezaron y con serios problemas de seguridad. Ahora, el primero trata ahora de controlar un ocio excesivamente juvenil y de poco poder adquisitivo mientras el segundo trata de olvidar enfocándose en la gastronomía el asedio de adolescentes bebidos de su última etapa.

Tras el boom de aperturas generalizado en 2004, en plena burbuja de la construcción, y la irregularidad durante los primeros años de crisis, la Ruta y el Barrio subsisten en entornos deprimidos donde sólo los locales con solera y precios bajos aguantan el tirón del centro. La zona de Fontana en la Playa desaparece y el Barrio empieza a perder público de más de 25 años. Es 2010.

«Lo del tardeo fue una apuesta nuestra y de dos empresarios históricos más de la noche», recuerda el encargado de Confetti Classics en su local. La entrada en vigor de la Ley Antitabaco en 2011 supuso la segunda puntilla legal, cuenta, a un sector que ya había visto cómo vendía menos con el carnet por puntos de 2005 y la crisis de 2007. «Necesitábamos adaptarnos al entorno: teníamos que tener terraza para trabajar más». Nace el tardeo.

El local del Teatre fue pionero atrayendo a la gente del Mercado que salía de cervezas el sábado al mediodía; Confetti y Patapalo (actual La Historia) se le sumaron en la moda importada de Albacete y Murcia. Ese año, la Concejalía de Urbanismo concedió dos licencias de apertura de pubs y una de discoteca en el entorno de la calle Castaños. Al año siguiente, abrieron cuatro pubs, una cafetería y dos restaurantes. En 2013, se concedieron licencias para diez cafeterías y ocho restaurantes esperando a trabajar el producto tardeo. El ritmo de aperturas no baja dos años después.

Mientras cuidan su negocio, los hosteleros empiezan a ver los primeros síntomas de decadencia a las puertas: presión vecinal y botellón en las calles cercanas.

Voces críticas

Otra parte de la ciudad, vecinos, académicos y también algún hostelero, sacude la cabeza cuando pasa por el centro un sábado. Ven un nuevo caso de marcha bulímica que dejará la zona llena de locales zombi cuando se pase la fiebre. Piden orden y una estrategia de ocio estable. «El discurso de los empresarios, de que se crea empleo pese al descontrol es igual de simple que el de la burbuja urbanística, pero adaptado a la hostelería», declara el sociólogo de la universidad Antonio Aledo. Su colega el ingeniero y urbanista de la UA José Ramón Navarro, está de acuerdo. Es un «pretendido modelo turístico que no calcula ni los efectos sociales de convivencia ni el impacto sobre el espacio público», asegura el urbanista.

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