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Ruta crítica por la nacional

N-332: Una avenida disfrazada de carretera

Quiere ser la autovía A-38, pero sus travesías, tramos de carril único, accesos a urbanizaciones y velocidad inconstante hacen que la nacional de la costa sea en realidad un bulevar intermitente

Accidente en el tramo que une Santa Pola y El Altet. sergio ferrández

Juanjo Fernández atiende el teléfono de su negocio, un restaurante con una gran barra y un salón comedor separado como los que completan las áreas de servicio de las autovías. Pero Las Villas está junto a la rotonda en la nacional que da servicio a la macrourbanización de la Dehesa de Campoamor de Orihuela Costa. «Ahora está mejor el tráfico, hace cinco años había golpes todos los días. Pero entre la masificación, el relajo del verano, la gente mayor y los extranjeros esto sigue siendo un caos», asegura. Viendo la densidad del tráfico que hay un miércoles por la mañana de agosto en el kilómetro 46 de la N-332, resulta fácil creer a este restaurador que vive del tráfico de la carretera y de la enorme urbanización. Ya desde la calzada, se ve a gente caminando cerca de las rotondas, lío de coches entrando hacia las viviendas. Si se levanta la vista del asfalto, parece una avenida. Cogemos el coche para analizar de sur a norte la N-332.

Orihuela Costa-Torrevieja: El bulevar del sur

Más de 30.000 vehículos al día de media según los últimos datos del Ministerio de Fomento, de 2013, con una importante participación de turismos con matrícula extranjera (1.200) dan contexto a las palabras del dueño del restaurante. El doble carril va absorbiendo coches que se incorporan de las urbanizaciones colindantes. Cabo Roig, La Zenia... El coche va a 40 kilómetros por hora con cuidado de no impactar con un descapotable cargado de plásticos que flamean en el aire. Un ojo en la vía, el otro se va inconscientemente hacia los carteles publicitarios instalados en las vías de servicio, los mismos que en su día prohibió la Ley de Carreteras en estos viales. El tráfico es un muelle que se dispara en las rectas y se contrae de nuevo a 20 cuando hay una incorporación o una rotonda, dejando claro por qué querer dar la velocidad de una carretera sin renunciar a ofrecer los servicios de una avenida es siempre igual a inseguridad.

Antes de que aparezca el cartel que avisa de que entramos tramo de concentración de accidentes, la señal de freno de los coches de delante dan un concierto de luz roja: atravesamos el punto kilométrico 53 de la nacional. Empieza Torrevieja, y con su término municipal, la variante que a finales de los 80 sacó el tráfico del casco urbano y que diez años mas tarde se había quedado pequeña. Desde hace más de 15 años Torrevieja pide el desdoblamiento de su circunvalación. Una operación sencilla según su alcalde, José Manuel Dolón, de Los Verdes, porque «no hay que hacer expropiaciones ya que hay una reserva de servidumbre a ambos lados» de la variante. No se necesita más de los 20 millones que Fomento reserva para este fin desde hace un lustro.

Es esa reserva de terreno, un margen de 25 metros a ambos lados del arcén, el camino que también aprovechan los peatones de las urbanizaciones para llegar al centro de esta ciudad turística. Es un hecho que las estadísticas de siniestralidad no pasan por alto: los puntos negros de este corto tramo han visto desde 2001 un total de 27 colisiones pero también cinco atropellos en los que el caminante ha muertos o resultado herido. Además, los tres accidentes registrados a finales de julio y principios del presente mes de agosto tuvieron lugar aquí.

Todo el recorrido por Torrevieja es un cuello de botella que se defendería mejor de la presión circulatoria si tuviera el doble de capacidad, como está presupuestado pero no ejecutado.

Guardamar-Santa Pola: Movimientos descoordinados

El recorrido se vuelve tranquilo cuando a las afueras de Torrevieja la carretera se convierte en una vía parque diseñada para compatibilizar accesos y rapidez sin mucha presión urbanística. Las rotondas, la intermitencia en el vallado y la excesiva proximidad en ocasiones del carril bici restan sensación de seguridad a este vial, desdoblado desde 2011, que se dirige hacia Guardamar. Cruza el municipio sin más sobresalto que una pequeña acumulación de coches en el puente del río Segura. No obstante, los datos de Fomento recogen que entre este tramo y la entrada a la capital de la provincia baja en 10.000 vehículos la intensidad del tráfico.

Un grupo de kitesurfistas que aparcan sus coches en la playa de El Pinet y las salinas a ambos lados de la carretera sirven de aviso: nos acercamos a Santa Pola, un municipio que la carretera no cruza pero sí que roza con graves consecuencias.

Los tristemente famoso kilómetros 87 y, sobretodo, el 88, demuestran por qué son la causa. El primero, por permitir en la circunvalación del municipio distintos tipos de movimiento a diferente velocidad: en un segmento de pocos metros, la N-332 tiene una raqueta para separar accesos al casco urbano, un carril de lentos que se funde en uno solo tras una señal de ceda el paso y dos sentidos enfrentados que siguen su marcha hacia el norte y hacia el sur. Demasiado movimiento a distinta velocidad para un nudo que además no tiene medianas infranqueables: no hay barreras reales, están todas pintadas en el suelo. Superado este punto, la carretera ofrece su versión más precaria un kilómetro después. La entrada a Santa Pola es un una cuesta, con poca visibilidad y en la que hay que cruzar al mismo nivel si se viene de Alicante para entrar al pueblo. En los últimos 15 años este punto se ha consolidado en el ránking de tramos siniestros: 19 accidentes con heridos graves o muertos.

El Campello-La Vila: Alcances entre curvas

La variante de El Campello y el antiguo trazado de la N-332 que cruza el municipio en travesía se unen en un paisaje tan severo como la línea continua que separa los dos únicos carriles de la calzada sobre las casas de la Coveta Fumà. Los turismos buscan la entrada a las urbanizaciones con decepcionantes carriles para lentos que se agotan antes de empezar a ser útiles. Las curvas son más pronunciadas y se producen alcances con facilidad, pese a haber tramos donde se acelera hasta los 80 kilómetros por hora.

Sobre las casas de l'Amerador se extienden los kilómetros más complicados de este tramo, entre el 120 y el 130, marcado por los cambios de rasante, las curvas señalizadas con llamativos sargentos y los arcenes salvaguardados por bandas sonoras que despiertan al conductor despistado. Es un segmento de la nacional cuyo desdoblamiento, al igual que ocurre con el transcurso de la carretera por el macizo del Mascarat, parece impracticable. Está claro el esfuerzo del titular de la carretera, Fomento, por hacer que este tramo peligroso sea percibido como tal. Tiene dos hectómetros con 15 víctimas cada uno.

Aquí, la N-332, con un único carril por sentido y escasas oportunidades para adelantar hasta la entrada a Benidorm, recuerda por qué la AP-7, que circula metros más arriba, sigue siendo un negocio.

Benidorm-Altea: De la supervariante al desvarío

Que la N-332 se disfraza de lo que le apetece durante todo su recorrido por Alicante vuelve a ser evidente cuando, una vez abandonada la sencilla variante de La Vila, se circunvala Benidorm por su recién remozada ronda. La carretera, desdoblada como sueña Dolón que algún día lo esté la de Torrevieja, huele a nuevo y transmite más seguridad que la propia autopista de peaje. Dos carriles por sentido. Arcenes de dos metros y medio. Farolas. Biondas y sólidas medianas de hormigón. Vallas impidiendo el acceso de personas y animales y un asfalto que presume de adherencia brillando al sol. Con el skyline de fondo, el pie del acelerador se va solo.

El tramo es lo bastante corto como para no venirse arriba y en el kilómetro 150 una oportuna señal de radar nos devuelve a una carretera que ha sido de las más peligrosas de España. En concreto, a su clímax: entre 2005 y 2015, la recta que une Benidorm con la playa de l'Albir y que conecta con el caso urbano de l'Alfàs del Pi formaba un cruce que se ha cobrado 40 víctimas en este tiempo, el récord de siniestralidad de toda la N-332 a su paso por la provincia. Ahora, una rotonda reduce de forma definitiva este peligro y marca el inicio de la travesía que pasa por l'Albir hasta Altea, paseo este último que recuerda aún más a un bulevar urbano que el de Orihuela Costa. Ya en Altea, la carretera se mete en el pueblo y junta camiones con carga pesada, niños en bicicleta por las aceras del pueblo, señores sacando el coche aparcado metiendo el maletero en plena nacional y otras estampas que parecen de otro siglo.

Curiosamente, el municipio que quizá necesitaba con más urgencia una ronda de circunvalación ha sido el que más se ha opuesto a su ejecución, lo que ha paralizado de forma definitiva este trazado que daría servicio también a l'Alfás. Como cuenta su alcalde, Jaume Llinares, de Compromís, la idea de Fomento estrangulaba al municipio alteano con una nueva franja añadida a la autopista y a la vía férrea. Ahora pelean por liberar el peaje en ese tramo o por desdoblarlo.

Calp-Ondara: Miedo y atasco en la Marina

La recta que lleva hasta la urbanización Altea Hills muta rápidamente en una carretera de montaña que predispone definitivamente a circular con cuidado. Hay incorporaciones durante todo el ascenso al túnel de Mascarat y los coches se cruzan bastante pegados. Es un tramo con poca accidentalidad: la carretera grita «precaución» y el conductor recibe el mensaje. Cruzar el macizo montañoso es dejar Calp a la derecha e imaginar las dos rotondas que van a canalizar el tráfico hacia el municipio.

Justo después de penetrar en travesía dentro de Benissa y contemplar la salida que atasca durante varios minutos a quienes van hacia Teulada y Moraira, está el último hectómetro conflictivo de la N-332, en el punto kilométrico 180.

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