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A Pie de Calle

Un hogar para los desamparados

La Fundación Raúl Mérida acoge un centenar de animales salvajes procedentes del tráfico ilegal de especies, maltrato o abandono

Un mapache mira a la cámara. En el centro hay quince de estos animales que al crecer suelen ser agresivos y son abandonados. ERIC CARPE

Algunos de los monos de Gibraltar que ahora miran curiosos a los visitantes desde su jaula, llegaron a España siendo crías metidos en calcetines o dentro de los tubos de cartón del papel higiénico. En estos viajes mueren muchos de ellos asfixiados, pese a lo cual les sale a cuenta a los traficantes que los compran a 3 euros en Gibraltar y los venden a 3.000 al llegar a España. Como los monos, requisados en la frontera, son muchos los animales objeto del trafico ilegal de especies que actualmente viven en el centro de recuperación que la Fundación Raúl Mérida mantiene en una finca de la partida alicantina de Tángel. Un centenar de animales salvajes han encontrado aquí su última oportunidad. Además de los rescatados del tráfico ilegal, aquí están los animales a los que nadie quiere, ejemplares que han sufrido malos tratos, que han sido abandonados por personas que en su día consideraron buena idea tener un tigre o un puma como animal de compañía, que ya están viejos o enfermos para el circo y que no tiene otro sitio donde estar.

El centro de recuperación de especies surgió a raíz del cierre, hace siete años, del antiguo Arca de Noé, el centro de protección de Guadalest. Al no saber qué hacer con esos animales, Raúl Mérida abrió en Tángel el actual centro de recuperación al que, con los años, han ido llegando más «inquilinos», animales que, como resalta Mérida «han vivido en los sitios más extraños y pasado experiencias terribles», como los dos tigres de bengala que vivían en una jaula en un vertedero de Orihuela, o el león que se quedó ciego y sordo tras haber sido usado durante años como atracción en una discoteca. Aquí viven los ejemplares para los que no hay otro sitio. «A algunos leones, sobre todo cachorros, los hemos conseguido llevar a una reserva en África y devolver a la vida salvaje; había osos que trasladamos a un centro específico en Holanda, pero hay animales enfermos, viejos o que han vivido siempre en cautividad que no pueden volver a su hábitat y para los que no hay nada, y por eso decidimos abrir el centro en la antigua perrera que estaban cerrada desde 1998, la adaptamos al nuevo uso y ahora hay unos cien animales».

El centro de recuperación sólo está abierto al público los sábados y domingos por la mañana. «Organizamos visitas educativas y talleres e intentamos concienciar a la gente contra el tráfico ilegal de especies y el maltrato a los animales», señala Mérida antes de pararse frente a una parcela en la que viven un gamo que alguien tenía como animal de compañía, un gran emú, un pavo real que fue atropellado y varios conejos exóticos que fueron abandonados por sus dueños». Al lado, en otra jaula, hay mapaches y coatís, animales muy invasores que se han adaptado a esta zona.«El problema es que los mapaches tiene un aspecto inofensivo y tierno, y hay quien los compra como animales de compañía, pero luego crecen y se vuelven agresivos y entonces los abandonan». El tráfico ilegal de especies es un problema muy grave «comparable al tráfico de drogas en cuanto al dinero que mueve». De los monos de Gibraltar a serpientes, como la boa constrictor que ha llegado al centro hace unos días, puercoespines africanos gigantes que se venden por 1.000 o 1.500 euros, camaleones de Yemen, como el que encontraron en medio de la calle o Tom y Jerry, dos dragones barbudos que viven en el terrario; lobos, y animales de cetrería, por no hablar de los loros, gallinas chinas, iguanas, ninfas o guacamayos, muy codiciados.

Muchos de los animales que viven en el centro son remitidos por los agentes de aduanas, por particulares, por la Guardia Civil o por la conselleria de Medio Ambiente. En ocasiones se trata de rescates in extremis, como el de varios monos de experimentación del Instituto Príncipe Felipe «a los que les iban a romper la columna para experimentos y un juez lo prohibió», o el caso de «Nevado» un pony blanco que estuvo a punto de morir tras una paliza de un grupo de jóvenes que le arrancaron un ojo dejándolo tuerto.

Especialmente espectaculares resultan los grandes felinos que viven en el centro. Dos viejos leones comparten jaula con el que se quedó ciego y sordo por el ruido y los flases de una discoteca siendo cachorro. En otra jaula viven un león que arrancó un brazo a una turista en el viejo parque de Guadalest y que comparte espacio con un enorme ligre, mezcla de león y tigre. Junto a la jaula de los dos tigres de bengala del vertedero de Orihuela hay dos pumas que una familia tenía como animales de compañía en Barcelona, «y ahora estamos intentando rescatar a un león que hace de todo en un circo de Santander».

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