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Veteranos de juegos de guerra

Los «wargames» pisan fuerte y cada vez tienen más adeptos de un público de mediana edad con poder adquisitivo

Dani Gadea con las maquetas que fabrican para Infinity. héctor fuentes

Crecieron jugando a «Warhammer», el precursor de los actuales «wargames» (juegos de guerra), que nació hace 30 años en el Reino Unido. Muchos han seguido con este juego y otros han ido evolucionando. Los juegos de moda ahora son «Malifaux» o el español «Infinity». De éste se facturan al año tres millones de euros sólo en la venta de las figuras que recrean la historia.

Los fan son muy fans y quienes están metido en ese mundo apuntan que están lejos del estereotipo de «frikis de color verde por estar frente a la pantalla de un ordenador», cuenta Víctor Martos, el presidente de la asociación juvenil Dunlluns & Chuljus que ha cumplido 11 años. «Los wargames son muy sociales, porque para jugar necesitas a otros, tienes que aprender unas reglas, y quedar antes para montar el escenario». Requieren tiempo y hay un ritual que se puede hacer largo antes de comenzar la partida. Por eso, creen que muchos de los chavales que han crecido jugando a las consolas no acaban de engancharse «porque buscan ocio inmediato, se bajan el juego y juegan. Aquí puedes estar hasta un mes montando las figuras para jugar una partida, que dura entre dos y hasta cinco horas», cuenta Martos.

Muchos de sus asociados son nostálgicos de «Heroquest», un juego mítico de los años 80 precursor de estos que ya incluía figuras que pintar y también el escenario en el que jugar. Hoy los jugadores se empapan de las bases del juego y de la historia de cada personaje, van adquiriendo las figuras y los escenarios, aunque en algunos casos se los hacen ellos, como la planta nuclear que han hecho en la asociación «Dunlluns» que les llevó un mes construir y en el que hay sprays reconvertidos en bidones nucleares y alguna batería que es hoy un edificio.

Juegan con dados y con cinta métrica, porque del resultado de los dados depende lo que se puede mover cada figura. «Es como jugar al ajedrez», compara el jugador.

Entre los objetivos de la asociación destaca el contar con varios escenarios para jugar, un sitio donde guardarlos y donde reunirse. Ya que además de necesitar espacio, también es una afición cara. Ellos están en la Casa de Cultura de Sant Joan y la mayoría de sus socios son de Alicante.

Fenómeno internacional

Es un fenómeno creciente, con muchos adeptos en Alicante; aunque es internacionalmente donde más está creciendo, ya que requieren cierto poder adquisitivo por todo lo que acompaña: figuras y escenarios fundamentalmente. Una figura media cuesta 20 euros y en el caso de un monstruo extraterrestre con forma de cucaracha llega hasta los 42 euros.

Luego hay que pintarlos. Es una parte más del ritual de este entretenimiento de jóvenes entrados en años. Uno de los socios de Dunlluns pinta además por encargo las figuras, porque muchos jugadores tienen avidez por jugar y quieren perder el menor tiempo posible, pero eso sí, desean que el escenario sea el más real posible. Es lo que hace Álvaro Pantoja, que explica que cada figura le puede llevar de media unas tres horas de trabajo, por lo que lamenta que «no está valorado en su justa medida».

La pasión por estos juegos es tal que en Mutxamel una empresa fabrica y exporta escenarios a todo el mundo para surtir a los ávidos por completar mundos imaginarios. El 75% de su producción se va a EEUU, donde hay verdadero fervor por los wargames, seguido por el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Australia. El gerente de Plastcraft games, Daniel Gadea, advierte que la mayoría de jugadores «tienen unos 35 años y cierto poder adquisitivo». En España se queda el 10% de su producción, y afirma que en Alicante hay muchos jugadores.

Es un mercado muy activo y consume constantemente novedades. Por lo que evoluciona cada mes. En el caso de los mutxameleros, han innovado en los materiales y tienen una serie de sus escenarios futuristas que ya están pintados, para que el jugador sólo tenga que hacer su escenario y jugar. «Es un mercado muy variopinto y no te puedes dormir», añade.

Según el tipo de juego así son los complementos. Los más entrados en años prefieren juegos más históricos y compran complementos históricos, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial. Los más jóvenes prefieren mundos de fantasía y los futuristas.

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