Las pruebas de evaluación PISA que por primera vez realiza esta Comunidad se guardan en secreto para que los alumnos, 42 de cada instituto escogido por la OCDE (18 centros de la provincia), no sepan el día. Joan Sánchez cuenta cómo le fue.

¿Ha sido difícil?

Es de lo que se da en clase más o menos, nada superdifícil. Había preguntas en las que había que hallar un resultado y, después, desarrollar las operaciones que habías hecho para resolverlo, pero nada difícil, era más pesado que otra cosa.

¿Pesado?, ¿por qué?

Había más preguntas sobre nosotros que sobre los conceptos y nos tiramos toda la mañana. Eran dos partes, una de preguntas sobre los conceptos en Matemáticas y en Ciencias, de una hora cada una con cinco minutos de descanso, y otra parte más personal de dos horas seguidas sobre nosotros y nuestro centro.

¿Qué tipo de preguntas?

Cuántas horas estás ante el ordenador, si jugamos a la consola, si nos gusta leer, las horas que dedicamos a estudiar, los estudios de los padres... En la otra parte, en Matemáticas me sobraron 15 minutos y en Ciencias también, como a la mayoría. Sólo a 3 ó 4 les faltó tiempo.

¿Y a todos les pareció fácil? ¿cuál es su nota media?

Saco un 7 de media. Al salir decíamos que qué fácil, pero pesado tantas preguntas tan seguidas.

¿Presionaba pensar que su nivel medirá el de toda la Comunidad?

Me ha tocado como podía ser otro, y el que no quería podía renunciar y no hacerlo, pero lo que sabes, lo sabes. Había que calcular el máximo y mínimo que puede valer la cara que faltaba de un triángulo, o explicar cómo funciona la evaporación de la sal, que con la lógica de lo que hemos aprendido se sabe.

¿En qué fallamos entonces?

En España se da más contenido del que hace falta, se sabe más pero no cómo llevarlo a la práctica. Otros países dan menos pero enseñan muy bien cómo aplicarlo. Lo sé porque me encanta la cultura de Japón y lo hacen así.