A tope. Así estaba Alicante durante la procesión de Santa Cruz, y no sólo el Casco Antiguo. Todo el centro, con la Rambla y en general el recorrido completo, de 1,6 kilómetros, era un hervidero de lugareños, de visitantes de todos los rincones de la provincia y de turistas, para ver un desfile de Semana Santa con sabor a Andalucía. Pero no sólo Santa Cruz, anoche la multitud se agolpaba también en el entorno del Convento de las Monjas de la Sangre para ver a La Marinera, quizá la talla más antigua de Alicante, de la que sólo se conservan la cara y las manos originales, y lo mismo ocurrió en el barrio de San Antón con la salida de Jesús del Gran Poder y La Esperanza en la procesión más sevillana de todas las de Alicante.

«Este paso es el último. Jesús está bajando de la cruz», explicaba un padre a sus niños pequeños sobre la escena del Descendimiento, con la que Santa Cruz cierra su procesión. «¿Cómo? ¿Le quitan los clavos y baja?», le preguntaron los pequeños con curiosidad. Los niños, desde la calle San Antonio, querían ver más de cerca el majestuoso trono, de dos mil kilos de peso, que incluye a Cristo, Nicodemo, José de Arimatea, San Juan y la Virgen, encargado en 1945 por Tomás Valcárcel a un imaginero amigo suyo, el sevillano Castillo Lastrucci, de cuya obra está llena la Semana Santa alicantina. A la familia le resultó imposible acercarse por el gentío que desde la hora de comer había acudido al Casco Antiguo buscando un rincón para ver la procesión. Los más afortunados estaban en las terrazas y balcones, muchos en la muralla y en el parque de La Ereta.

«Viva el Descendimiento, viva el rey, vivan los guapos», exclamó desde el balcón de la casa del Ringui, vecino que estuvo muy vinculado a Santa Cruz, un intérprete que cantó saetas a los cuatro tronos nada más salir. Porque a este paso con cinco imágenes le llaman el rey por sus grandes dimensiones. De hecho los costaleros lo tienen que sacar de la ermita a ras de suelo por la estrechez de la puerta y acaban de montar la parte superior de la cruz fuera. El modisto Pepe Botella vistió para la ocasión a la virgen del Descendimiento, con saya clara bajo el manto negro y oro, en un paso que los floristas decoraron por la mañana en la plaza de la ermita con un friso de claveles blancos, y salpicadas, flores de colores.

Pero si la bajada por las empinadas calles del Casco Antiguo de este pesado trono es aplaudida y celebrada, es el Cristo de la Fe, «El Gitano», el que más fervor y sentimientos provoca. Cánticos, rezos, fieles estirándose desde balcones y ventanas para tocar la cruz, la imagen levanta pasiones. «El Gitano», de Ortega Bru, cumplió en 2014 medio siglo puesto que fue en 1964 cuando llegó, de la mano del entonces párroco de San Roque. Ayer cruzó Alicante sobre un lecho de claveles rojos y amarillos que realzaba el tono tostado de este Cristo en la Cruz, al que sus costaleros mecieron y bailaron después de que El Cautivo, un Jesús de Medinaceli con peluca natural hecha en Sevilla y túnica morada, abriera la procesión, anunciada por los «armaos», es decir, los romanos del Ecce homo de Alhama, uno de ellos a caballo. La imagen estrenaba potencias.

Completó un cuarto paso, la Virgen de los Dolores, tocada por una nueva corona y estrenando una saya en color rojo cosida por José Espadero, con manto azul y dorado en contraste con el plateado del trono. Esta hermandad, una de las más populares de Alicante, con más de 2.000 participantes, tiene su origen en el siglo XIX. El paso original, obra del escultor Antonio Riudavets, se perdió en los años 30.

Los vecinos engalanan el barrio de Santa Cruz todos los años cuando se aproxima la Semana Santa. Encalan las fachadas, sacan sus plantas a las calles, cuelgan banderas...como en la Posada del Costalero, que ayer ofrecía refrescos a un euro. Despierta tanto fervor que, cuando va pasando, el público recoge del suelo los claveles que se desprenden al mecer, bailar y elevar los tronos. Además, siempre son numerosas las autoridades que los acompañan. José Císcar, vicepresidente del Consell; la consellera y candidata a alcaldesa por el PP Asunción Sánchez Zaplana, de dama de mantilla; el concejal de Fiestas, Andrés Llorens; o el candidato a alcalde por el PSOE, Gabriel Echávarri, estaban ayer, tras El Descendimiento y antes de la banda de cornetas La Samaritana de Alguazas, que iba cerrando. También iban la Bellea del Foc, Patricia Gadea, sus damas, y el presidente de las Hogueras. Y, escoltando al Gitano, la legión.

Ya en la Rambla, antes de pedir la venia, la hermandad correspondió al público congregado en masa girándose y caminando de espaldas con El Gitano. Cuando Santa Cruz conquistaba la Carrera Oficial, avanzaban por el Casco Antiguo los pasos del Divino Amor y la Virgen de la Soledad, «La Marinera» tras dejar atrás el Convento de la Sangre, donde los floristas adornaron los tronos por la mañana, la virgen con alhelíes y calas blancas, el Cristo con tulipanes, iris, rosas y gerberas violetas y naranjas. El Divino Amor, de la escuela de Olot (1942), esperó el inicio en la calle San Agustín, mientras rezaban una oración los costaleros, estudiantes de Derecho y una veintena de antiguos alumnos del colegio Aitana.

Con el Divino Amor procesionaron numerosos alicantinos vinculados al mundo del Derecho, como los decanos de los Colegios de Abogados y Procuradores, representantes de la Facultad de la Universidad y el edil Pablo Sandoval. Luego salió la Virgen, la Marinera, la talla más antigua de Alicante y de autor desconocido, cuya protección invocaban los marinos para no caer cautivos de los piratas berberiscos, de ahí su nombre. Es la única que desfila en España portada por tunos.

La imagen, meciéndose al ritmo de sus espectaculares faroles de cola, estrenó pañuelo de mano de encaje de bolillos, y rosario, además de su corona recién restaurada, con el nuevo hermano mayor, Armando Sala, en la presidencia. También iban en el acompañamiento unos 60 cofrades del colegio Ángel de la Guarda, estrenando estandarte. Como era esperado, varias intérpretes (Lina Baños, Vanessa López y Raquel Álvarez) entonaron saetas a los pasos a la salida, en la Rambla y al regreso, desde los balcones del Ayuntamiento que dan a la plaza de la Santísima Faz. Pero hubo una sorpresa que deleitó a los asistentes. Las monjitas de clausura cantaron a los pasos durante su salida del convento gracias a un sistema de megafonía. Esta hermandad es considerada la más antigua de Alicante ya que se remonta a 1606, según documentos históricos, e incluso hay datos de que pudiera salir ya en el siglo XV.

Cerca de las dos de la madrugada llegó a su sede en la iglesia de la Misericordia la procesión de Jesús del Gran Poder y Nuestra Señora de La Esperanza Coronada tras pasear por el centro de Alicante su arte y patrimonio con sus dos espléndidos tronos de estilo sevillano ya que van con los costaleros, unos 120, por debajo, en una procesión con 200 hermanos de fila y 60 damas de mantilla. El paso del Señor, al son de un trío de capilla, lucía la cruz estrenada en 2014, hecha en Sevilla, más liviana que la anterior, del imaginero Castillo Lastrucci, autor de sus esculturas. Iba el Gran Poder con su túnica de salida, morada y austera, elegante sobre un monte de clavel rojo con friso también morado. Después, la Esperanza, con saya blanca elegida por su vestidor, José Espadero, bajo su palio bordado en Sevilla que luce la imagen de la Virgen del Remedio, realzada por hileras de ciriales blancos encendidos en su frontal, y flores rosa champán, orquídeas y clavel blanco en el paso y los jarrones. El pregonero de la hermandad, Emilio Coloma, iba en la presidencia de una procesión que anunciaba su inminente llegada con una nube de incienso mezcla de canela, mirra, vainilla y clavo, entre otros ingredientes, que traen también de Sevilla. Las «revirás» a la altura de Trafalgar y Miguel Soler emocionaron a los que disfrutaron de esta procesión, lo mismo que su entrada por la Puerta Negra de San Nicolás con los dos tronos para hacer la estación de penitencia. Horas antes había hecho lo mismo Santa Cruz, que ingresó en la Concatedral para bendecir los pasos. Después, los costaleros regresaron con ellos a la carrera. «Verla subir corriendo es aún más bonita», comentaban muchos alicantinos por la tarde cuando acababan de ver iniciar la marcha de sus cuatro pasos desde lo más alto, desde la ermita.