Alicante afronta hoy el brillo del Miércoles Santo con tres de sus procesiones más llamativas, entre ellas Santa Cruz, tras una tarde-noche de nuevo primaveral en la que tomaron las calles siete conjuntos escultóricos con denodado esfuerzo de decenas de costaleros, en algunos casos por la dificultad añadida que supone salvar las estrechas puertas de los templos donde tienen su sede con los altos palios de las Vírgenes, en otros por las grandes dimensiones de los tronos, y en el resto por el recorrido a través de angostas calles del centro y el Casco Antiguo.

La cofradía franciscana fue la primera que se dejó ver. El paso del Ecce Homo, el primero de misterio que salió en Alicante y que consta de cuatro imágenes sobre un trono de madera labrada, destacando el Cristo obra del imaginero sevillano Castillo Lastrucci (1954), abría el cortejo, acompañado por la música de la agrupación Nuestro Padre Jesús Redentor, de Moral de Calatrava (Ciudad Real). Un friso de flores rojas y azules elaborado por miembros de la hermandad, como también el adorno floral de la Virgen, realzaba este conjunto escultórico, que cuenta con un grupo de acólitos. El público esperaba la salida de la Virgen, más laboriosa por la altura del palio, estrenado el pasado año en la segunda fase de transformación del trono a costal, que aún no se ha culminado. Los costaleros tuvieron que arrodillarse para salvar la cancela y La Amargura, con corona, rosario, saya blanca y mucho encaje, inició la procesión bajo una lluvia de pétalos, con un adorno floral variado en blanco que destacaba frente al palio en terciopelo granate y los respiraderos plateados. Detrás iba un carrito con una escalera para encender los cirios blancos del frontal del paso. Es tanto el esfuerzo que realizan estos costaleros que uno de ellos se desmayó en la Carrera Oficial.

Envueltos en incienso, los hermanos de fila, que portaban ciriales rojos y blancos en sus manos, enfilaron hacia la Rambla, con el concejal Mariano Postigo en la presidencia, lo mismo que el director del colegio San Antonio de Padua, que aporta alumnos y antiguos estudiantes a la hermandad.

Poco antes de que el Ecce Homo pidiera la venia en una Carrera Oficial muy animada, con el alcalde, Miguel Valor, en la tribuna presidencial, invadían la calle Labradores con sus capirotes blancos y sus palmas los más de 300 penitentes de la hermandad del Cristo del Mar. La plaza de Santa María se quedó pequeña en el inicio de la procesión con tañido de campanas, lluvia de pétalos de rosas rojas, y fieles y curiosos asomados a los balcones. El Señor apareció con su red de pescador enganchada en la cruz, sobre un lecho de claveles rojos y estrellas de mar, y sus costaleros marcando el paso al son de los tambores del Cristo Crucificado y La Esperanza de Monóvar.

La procesión estrenaba «palermos», bastones que llevan los hermanos de orden, regalo del archivero de la cofradía. Mientras el Cristo descendía por la calle Villavieja, asomaba por la basílica Nuestra Señora de los Dolores, imagen anónima napolitana de finales del siglo XVI, con San Juan de la Palma. También se tuvieron que arrodillar los costaleros para cruzar el portón con la Virgen, que lucía el manto de las palomas de Tomás Valcárcel. Su palio es uno de los más altos de España. Realzaban el trono, plateado, los jarrones laterales con rosas blancas. Cada vez que los costaleros mecían el trono, una salva de aplausos lo acompañaba. Con la Dolorosa iba la banda de cornetas Nuestro Padre Jesús y nuestra Señora de la Amargura de Callosa, y entre las autoridades, el comandante naval, representantes de la Marina y la Policía así como del Ateneo Científico con la bandera de honor. La Bellea del Foc, Patricia Gadea, vestía de negro riguroso, como otras Belleas, entre ellas Mar Rodrigo, encargada de las damas de mantilla, junto a bellezas de distrito y los ediles Marta García-Romeu y Carlos Castillo. Con ellos el presidente de la Audiencia, Vicente Magro.

Espectacular fue el retorno al templo al son de la «Habanera de los Dolores» que se cantó a la Virgen mientras los costaleros del Cristo subían de espaldas al Señor en una «cangrejá» al estilo de Andalucía. Fue hacia la medianoche tras la estación de penitencia en San Nicolás. A la misma hora en que el Ecce Homo y la Amargura protagonizaban otro encuentro ante su templo franciscano.

Tanto el Cristo del Mar como la Virgen llevaban adornos florales de Pedro Sellés, de Flor i Fulles. Lo mismo que el paso de Stabat Mater (Estaba la Madre Dolorosa al pie de la cruz) que salió de Nuestra Señora de Gracia. Unos 150 costaleros y 180 hermanos de fila, entre estudiantes, antiguos alumnos y padres del colegio Maristas, portaron y escoltaron el gigantesco paso, que lleva cinco imágenes de madera policromada obra del escultor alicantino Remigio Soler, y tiene unos 3.500 kilos de peso, adornado con un mosaico de flores multicolor. La procesión, con la Policía Local como hermana mayor de honor, giró por la calle del Teatro y tomó Bazán, donde sonaron saetas en su honor, envuelta en incienso y en la música de la banda de cornetas y tambores Cristo de la Caña, formada por alumnos de 10 a 16 años. También iban muchos niños, aún más pequeños, con los colores de la hermandad, amarillo y morado, portando pequeñas cruces de madera. Los concejales Belén González y Adrián Santos formaban parte del acompañamiento, junto al subdelegado del Gobierno, Alberto Martínez, y como hermanos de honor representantes del Cottolengo del Padre Alegre. En la salida, con la plaza de la Montañeta a rebosar, llamaba la atención la proximidad de la procesión a los turistas en las terrazas.

Ya era de noche cuando partió de San Nicolás la última procesión del Martes Santo. La imagen de Nuestro Padre Jesús, un nazareno que data de 1942, salió tras el tercio de mantillas con la bandera del Centro Católico, fundador de la hermandad, y escoltado por la Policía Local y la Nacional. Con su túnica morada, su cruz a cuestas y su monte de lirio morado delante y clavel rojo detrás, desfiló con La Llágrima de Mutxamel, y ceñidor, faldones y potencias estrenadas en 2014. Tras el Señor, la Virgen de las Penas, escoltada por Protección Civil, con un rosario llegado de Roma que tuvo el Papa Francisco en sus manos, luciendo saya y cotilla bordada por la firma Paredes de Guardamar; y encajes de Sevilla. Llevaba el paso de oro flores rosas, rojas y moradas, y la medalla de Agatángelo Soler, que fuera alcalde de Alicante, así como el fajín de regidor, éste sobre un almohadón que portaba una dama de mantilla. Tras el cautivador paso de la procesión por el Casco Antiguo, llegó a la Carrera Oficial, donde por primera vez hubo saetas para ambas imágenes. De regreso al templo, algo también nuevo, las dos agrupaciones musicales tocaron saetas al Cristo y a la Virgen, que protagonizaron un emotivo encuentro mientras de fondo sonaba la marcha «A la gloria».