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Paco Buiges

«El silencio es un bien público y un buen elemento de denuncia social»

«Falta una ética social, y esto afecta a todo el mundo, no sólo a los políticos», afirma Buiges

«El silencio es un bien público y un buen elemento de denuncia social»

¿Qué es un círculo de silencio?

Es un movimiento que surgió en Francia en 2007, en principio para denunciar temas de inmigración por el maltrato que se estaba dando entonces a los inmigrantes en situación irregular. Poco a poco el movimiento se ha extendido a distintos países de Europa y en España ya se realiza en varias ciudades. El de Alicante lo hemos impulsado desde la Mesa Interreligiosa para poner de relieve distintos problemas de la ciudad, no sólo la pobreza, también la inmigración o los desahucios. La idea es que sea un movimiento abierto y que se sumen distintas plataformas.

¿Cómo es el formato?

Primero se hace una lectura de lo que se quiere reivindicar, en esta ocasión la necesidad de alcanzar un pacto ciudadano para trabajar contra la pobreza. Después, durante un cuarto de hora se camina en silencio y se acaba con un acto musical. Se realizará todos los primeros jueves de mes de forma sistemática. Es un modo de hacer un llamamiento sobre ciertos temas y aunar sensibilidades para conseguir una ciudad más equitativa, justa y solidaria.

¿Se puede cambiar el mundo desde el silencio?

El silencio es un bien público. En medio de tanto ruido el silencio es un buen elemento de transformación personal y de denuncia social. Cada vez necesitamos más el silencio en un mundo de relaciones sociales, en el que todo va muy deprisa. El tiempo de pararse y de interiorizar las cosas es importante. Los cambios sociales profundos también requieren de transformaciones personales. El silencio también va ligado a superar el egocentrismo de esta sociedad.

¿Por qué cree que los partidos políticos son incapaces de alcanzar un pacto en una cuestión tan grave como la pobreza y sobre todo la infantil?

Porque no es una prioridad. Hay unos derechos humanos que no se cumplen y no hay ningún responsable. Falta una ética social. No basta con un catálogo de derechos de los niños si no hay alguien que se responsabiliza de que eso se cumpla. Y esto afecta a todo el mundo, no sólo a los políticos, también a los ciudadanos y a las asociaciones.

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