Subir fotos a Instagram tras la visita a una exposición o resumir una actividad en cuatro twits, son algunas de las prácticas que llevan a cabo colegios e institutos de la provincia con el propósito de acercar la enseñanza al entorno que viven los alumnos en las redes sociales, bajo la supervisión, siempre del adulto, en este caso el profesor y, en casa, los padres.

El MARQ, Museo Arqueológico Provincial, sirvió ayer de escenario para una jornada sobre experiencias de éxito en centros de la Comunidad que dio el pistoletazo de salida a una propuesta que el Consejo Escolar de la Comunidad ha organizado en las tres provincias «para dar a conocer experiencias que ya funcionan en unos centros y poder trasladarlas al resto», indicó Alberto Pérez, secretario del Consejo. Por su parte la directora general de Innovación, Beatriz Gascó, subrayó que uno de los restos de la educación actual es educar para tareas y profesiones que no se han inventado.

Desde el Instituto Antoni Llidó de Xàbia, Voro Gómez puso de manifiesto la necesidad de enfocar el uso de las redes sociales desde el punto de vista de la docencia, para que los alumnos, nativos digitales, no se conviertan en huérfanos digitales por la ausencia de docentes preparados para sacar todo el provecho de las redes evitando los peligros que entrañan. Sugirió que la relación de los adolescentes con la red puede ser como la de un chico de 14 años al que se le compra un ferrary sin tener carné de conducir.

Que no hay que tener miedo a las redes, pero que hay que ser percavidos fue su conclusión para que Facebook o Twiter no se vean únicamente como foros para el chafardeo, sino que pueden emplearse para mostrar trabajos despúes de verlos en la escuela.

También Ana Arellano, del colegio concertado Sagrada Familia de Elda, mostró la práctica del aprovechamiento didáctico de las tabletas digitales, más allá de un uso básico como libros de cristal. La tradicional pizarra y charla del docente aburre más que nunca a niños que han nacido prácticamente con la tablet bajo el brazo y en este centro favorecen el trabajo interactivo y en grupos.

Arellano se muestra más proclive a «tranformar la enseñanza» que a «reformarla», y puso el dedo en la llaga sobre la necesidad de invertir en las nuevas tecnologías, porque no todos pueden permitirse el coste de 17 euros durante 36 mensualidades que implica disponer de una tablet. Vino a decir que si queremos mejorar la enseñanza en el siglo XXI, hay que rascarse el bolsillo.

Las propuestas del Mestre Gaspar de Benidorm y del Canastell de San Vicente del Raspeig trabajan respectivamente la escuela inclusiva, en cuya metodología se implica a las familias y donde la diversidad de los alumnos de educacion especial se utiliza para enriquecer el proyecto; y la integración de alumnos desarraigados del sistema a través de talleres de reciclaje de aparatos de música o informáticos, ya en desuso, lo que les permiten colaborar con ONG, motivarse y ganar autoestima.