¿Por qué no ha desaparecido la violencia de género entre los jóvenes pese a los avances sociales y jurídicos de los últimos años? Esta es una de las preguntas que se plantearon los expertos reunidos ayer en la primera jornada del XII Congreso sobre Violencia contra la Mujer organizado por la Diputación que se celebra hasta hoy en el Auditorio provincial y que ha congregado a más de 900 personas. La causa de esa pervivencia del maltrato a la mujer, según se evidenció ayer, se encontraría en la desigualdad existente todavía entre hombres y mujeres y la pervivencia del viejo cliché de la superioridad masculina. «Diez años después de la entrada en vigor de la Ley Integral sobre la Violencia de Género nos encontramos con una evolución que no esperábamos, y es que la violencia contra la mujer se reproduce entre los jóvenes», señaló a este respecto la catedrática de Sociología de la Complutense de Madrid, Inés Alberdi, quien, en su conferencia sobre «Evitar la violencia desde la juventud», incidió en que las raíces de la violencia de género son la pervivencia del concepto de inferioridad de la mujer y la desigualdad de las tareas entre ambos géneros «con el ámbito doméstico y de cuidado de la familia para ella y el de poder y trabajo remunerado para él». A juicio de Alberdi, «la idea de dominio masculino se sigue transmitiendo de forma inadvertida. La sociedad jerarquiza la masculinidad y marca quién es superior y quién es inferior. Hoy no hay diferencias teóricamente entre los derechos de una niña y de un niño, pero hay una impronta de miles de años en la que se valora lo masculino».

En esta idea de la superioridad masculina encuentra Inés Alberdi el germen de la violencia contra la mujer. «Es fundamental dar el mismo valor a las cualidades masculinas y femeninas, pero para ello hace falta inventar fórmulas eficaces y aceptadas para socializar en la igualdad». La catedrática indicó que hay además dos factores que influyen en este mantenimiento de la violencia contra la mujer entre los jóvenes. Por una parte, la sexualidad. «Aún persiste la doble moral que limita la libertad sexual de las mujeres», con diferentes valoraciones entre la promiscuidad y la infidelidad entre ambos sexos, con pervivencia del viejo concepto de que «él es un macho y ella un zorrón».

Por otra parte, el impacto de las nuevas tecnologías también está incrementando actitudes de control del hombre frente a la mujer. Así, «ellos no creen ser controladores por mirar los mensajes o las fotos de la chica ni ella se siente sometida, pero él castiga esa libertad y estas formas de control pueden derivar en un modo de sometimiento que muchas jóvenes no advierten ofuscadas por el mito del amor romántico».

Mari Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio de Violencia de género del Consejo General del Poder Judicial analizó los avances experimentados en esta materia junto al presidente de la audiencia, Vicente Magro. Carmona abogó por incrementar la enseñanza en la igualdad en los centros escolares porque «la educación es la esperanza» en la lucha contra esta lacra social que, como se señaló ayer, ha causado en diez años el asesinato de 688 mujeres y 253.000 órdenes de alejamiento.

La jornada se completó con una mesa redonda sobre la reeducación y reinserción de los agresores en la que el criminólogo Ismael Loinaz cuestionó la efectividad de los tratamientos.

En el congreso, que arrancó con performance con los espejos «como símbolos de la necesidad de ver más allá de la apariencia» según la diputada de Igualdad Mercedes Alonso, se guardó un minuto de silencio por la última víctima de violencia de género.