¿Qué tal si empezamos esta entrevista contestando a la pregunta que da título a su conferencia: «¿Por qué los adolescentes parecen tan extraños a los adultos»?

En este momento todo el mundo tiene algo que decir de los adolescentes y siempre de una generación a otra existen diferencias que hacen que a los padres les resulte más fácil conocer a sus hijos cuando son niños. Sin embargo, al hacerse éstos adolescentes se hacen más extraños. No hay que olvidar que la adolescencia es un momento muy particular, el momento del despertar sexual, el de probar cosas nuevas... a veces es difícil incluso para ellos mismos regularse por todo lo que viven.

¿Pero realmente son tan diferentes los adolescentes de ahora a los de hace 30 años o 40 años?

Los adolescentes siempre son distintos de una generación a otra. La categoría adolescente se va ampliando cada vez más, porque depende de cuestiones sociales, económicas o políticas. En este momento hay una gran influencia de las tecnologías. En rasgos generales, siempre hay un desfase generacional necesario, porque si los hijos salen iguales a los padres o como ellos desean, no habría cambio. Hay que estar atentos a la particularidad de este momento, en el que hay cambios y los elementos de regulación de una generación sobre otra no funcionan de la misma manera y esto plantea desafíos interesantes, aunque a veces se lee de manera catastrofista.

¿Y qué tenemos que decir sobre los padres?

El problema para los padres es que hay una crisis de autoridad que afecta a padres, maestros... en definitiva, a toda figura que detentaba autoridad. Eso no es algo malo, pero hay que tener en cuenta que, a falta de una regulación cultural y de los padres, quien tiende a regular a los adolescentes de hoy es el mercado. Los niños y adolescentes sufren un desfase muy grande con los padres, sobre todo en lo que respecta a las nuevas tecnologías. Los padres no saben manejarlas y los adolescentes viven de ellas. Los padres pierden el peso de la autoridad por los cambios sociales, carecen de recursos para regular la situación con unos niños y adolescentes muy regidos por la voracidad del mercado.

¿Las nuevas tecnologías son entonces un elemento de separación entre padres e hijos?

No separan sino que plantean nuevos desafíos y a veces hay una tendencia, cuando no se sabe qué hacer, a culpabilizar a padres o a los hijos

¿Cómo cree que afecta la crisis a los adolescentes?

No sólo la crisis, si no también la pérdida de valores generales. Vivimos en un entorno en que la corrupción se ha convertido en la tónica general, lo que genera escepticismo en algunos jóvenes. Algunos se tienen que marchar al extranjero, otros no saben por qué estudian, en los últimos años ha surgido la generación de los «ninis». La generación anterior estudiaba o trabajaba y ahora surge esta generación importante de jóvenes que no hacen ni una cosa ni otra. También es conveniente analizar qué clase de oferta social tenemos para los jóvenes y qué perspectivas de futuro.

¿Qué clase de adultos serán los adolescentes de esta generación, educados en la austeridad y con la corrupción a diario en las noticias?

No se sabe, porque no hay ninguna generación que se suicide como generación. Hay muchos jóvenes a los que no les irá bien, pero otros saldrán adelante sin problemas. Estamos a las puertas de un cambio que ni nosotros mismos sabemos en qué acabará y a lo mejor ellos estarán más preparados para entender todo esto. Hay que hacer una apuesta por ellos. Si, por el contrario, pensamos que están desencantados y no harán nada de provecho, les ponemos una carga muy pesada. Tenemos que pensar qué les estamos ofreciendo. En lugar de centrar todo el peso en los jóvenes tenemos que interrogarnos sobre qué mundo dejamos para ellos.

¿Por qué les gusta asumir tantos riesgos a los adolescentes?

Hay algo del orden de la transgresión necesaria para poder moverse. El riesgo calculado. Hay que correr riesgos para lograr algo o para llamar la atención de los padres. Por ejemplo, el chico que tiene una borrachera tremenda a veces lo hace como una forma de llamar la atención para que los adultos les pongan un límite, aunque nunca se puede generalizar.

¿Algún consejo para aquellos padres que se enfrentan a la adolescencia de sus hijos?

El problema es ver en qué encrucijadas les ponen estos hijos. En lugar de centrar todo en ellos hay que ver cuáles son las contradicciones sobre lo que plantean estos chicos. Hay que tener una mano delicada entre prohibir y permitir y tener en cuenta que el castigo ya no funciona.

¿Funciona la figura del padre-amigo?

Por supuesto que no. Hay que jugar con el delicado equilibrio entre permitir y poner límites.