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Mamadou Dia

«No me subiría a otro cayuco, he sufrido mucho en España»

El joven senegalés, que emigró a España hace nueve años, cuenta en un libro su experiencia

El joven senegalés Mamadou Dia, en su visita a Alicante. rafa arjones

Con apenas 22 años, Mamadou consiguió plaza en un barco con el objetivo de comprobar si existía la Europa que él veía a través de la televisión de sus vecinos más pudientes. Nueve años después, el joven de 31 años ha regresado a su casa en Senegal, donde ha puesto en marcha varios proyectos a través de su ONG Hahatay. La venta de su libro y las aportaciones de los socios permiten a mujeres senegalesas mejorar sus condiciones de vida y a los jóvenes continuar sus estudios. A éstos, Mamadou intenta borrarles de la cabeza el «sueño» europeo.

Su libro se titula «3052». ¿A qué corresponde esa cifra?

La distancia entre Dakar (la capital de Senegal) y Murcia, ciudad en la que viví. Es la distancia que separa dos pueblos, dos culturas.

Usted llegó a Canarias en cayuco, tras ocho días de viaje desde su país natal. ¿Conserva los recuerdos de esa travesía?

Los guardo todos, aunque tendría la necesidad de quedarme con los buenos. De los buenos recuerdos, vivimos; y de los malos, aprendemos. Es importante saber cómo fue esa experiencia para valorar lo que he conseguido.

¿Qué ha conseguido?

Mi libertad emocional. Ya no estoy manejado por el sueño del «dorado» europeo. Ya he conseguido recuperar la dignidad que había perdido y desmitificar muchas cosas. Ahora, por ejemplo, visto como africano, antes los hacía de «pijo pobre». He conseguido estar orgulloso de ser africano.

Habla de desmitificar...

La pobreza de Europa la he conocido viviendo en España. He conocido una sociedad sin valores, que vive esclavizada, deprimida, que lucha por conseguir cosas que tira a los dos días. Yo vine pensando que Europa era la cuna de la civilización y he comprobado que es una mentira más.

Después de ocho años en España ha regresado a su país, donde ayuda a su comunidad. ¿Volvería a hacer el viaje?

No volvería a un cayuco, he sufrido mucho y he vivido demasiadas experiencias negativas. La gente piensa que ha valido la pena, pero yo sé lo que he pasado.

¿Qué sabía usted de España cuando decidió emigrar?

Nada. La Europa que yo creía conocer era a través de Francia, por haber estudiado el idioma desde los siete años y tras haber visto mucha televisión francesa.

¿Recuerda la primera palabra que aprendió en español?

Claro, no se olvida. Fue agua.

¿Es la realidad en España como usted se la imaginaba?

No, me sorprendió mucho que me llamaran ilegal. Cuando se utiliza esa palabra, quiero pensar que la persona no es consciente del daño que hace. Yo siempre he sido una persona, puede que en situación irregular pero no ilegal.

Aquí supo lo que era vivir en la calle y rebuscar en la basura.

Fue una sorpresa. Pensaba que lo pasaría mal, pero nunca que iba a dormir en la calle. En mi país, nunca había pasado hambre y aquí tuve que comer de la basura. Además, creía que hablando inglés, francés y portugués podría relacionarme con la gente, pero no. Y al estudiar Trabajo Social en mi país, soñaba con trabajar.

¿Cómo ve la polémica surgida en torno a la valla de Melilla?

No quiero ver a mi gente saltar la valla. Ésta es un entretenimiento para los políticos y tapar así asuntos más importantes. Se centran en las decenas de africanos que saltan la valla y no en los miles de españoles que emigran.

¿Y que se traslade al CIE a inmigrantes llegados a Canarias en un camión de basura?

Es un ejemplo de la crueldad de Europa con África. Querer hacer mal sin necesidad. Las personas que lo permiten no son humanos.

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