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Entidades solidarias

Donde la administración no llega

Con 216.000 alicantinos en el paro, las asociaciones solidarias de la provincia no dan abasto

Con unos organismos públicos incapaces de atender las necesidades básicas de miles de personas, da miedo imaginar qué sería del 23% de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza sin las asociaciones solidarias que, con voluntarios, imaginación y tesón, suplen a la administración a la hora de suministrar alimentos básicos, ropa o dinero en efectivo para comprar el butano o pagar la luz y que, junto al apoyo de las familias de los más tocados por la crisis, ayudan a sostener un sistema que se desmoronaría sin el apoyo de entidades como Cruz Roja, Cáritas y el Banco de Alimentos así como de decena de asociaciones más modestas que trabajan en los barrios a pie de calle cubriendo muchas de las necesidades de los vecinos. «En todo el mundo, incluso en los países más avanzados, siempre se cuenta con la solidaridad de la población para ayudar a los más desfavorecidos», ha indicado el concejal de Acción Social del Ayuntamiento de Alicante, Antonio Ardid, quien reconoce que «ellos llegan a donde la administración no, porque no hay medios de personal ni de fondos para cubrir las necesidades de todo el mundo. Por desgracia, no hay riqueza suficiente para que la administración pública se haga cargo». El edil ha indicado, con todo que, desde los distintos estamentos públicos «colaboramos con muchas de estas entidades y, por ejemplo en Alicante en mi área destinamos 405.000 euros al año en proyectos de estas asociaciones y hacemos lo que podemos».

Obviamente no es bastante. Si no, no existirían entidades como Cruz Roja que sólo el año pasado atendió a 221.265 personas de las que la mitad corresponden al área de intervención social y casi 60.000 al programa de lucha contra la pobreza. Desde reparto de alimentos a ayuda a los indigentes en la calle; de reparto de meriendas a los niños a escuelas de verano y cursos de formación para ayudar a los parados a encontrar empleo, Cruz Roja, con presencia en 111 localidades, abarca todos los ámbitos sociales gracias a sus 7.385 voluntarios y a sus 56.572 socios en la provincia.

Otro gran sostén para los más desfavorecidos de la provincia es Cáritas que en 2013 ayudó a más de 81.000 personas con la aportación de 4,2 millones de euros destinados a combatir la marginación. De este dinero, el 62% se destinó a acogida y asistencia a personas en riesgo de exclusión social, un 14% se destinó a la intervención con colectivos vulnerables como mujeres, jóvenes, mayores o enfermos de SIDA, y el resto de los fondos se repartió entre empleo e inserción socio-laboral, formación o cooperación internacional. Los fondos de Cáritas provienen en un 72% del ámbito privado con colectas y donaciones, y el 27,87% son públicos.

El gigante de las ayudas en comida es el Banco de Alimentos que este 2014 habrá repartido a través de 250 entidades y asociaciones 3,8 millones de kilos de comida a 49.000 personas de la provincia, 1,3 millones más de kilos de alimentos que en 2013. De ellos, 1,9 millones provienen de las ayudas europeas, 500.000 kilos son frutas y hortaliza retiradas del mercado que provienen del Estado y 1,4 millones de kilos llegan de colectas entre los ciudadanos y de donaciones de fabricantes y distribuidores como supermercados o grandes superficies que, tal como ha señalado el presidente del Banco, Juan Vicente Peral, «han aumentado mucho en los últimos años». Estas donaciones se efectuan habitualmente con un porcentaje sobre lo que donan sus propios clientes. Las cifras de comida que maneja el Banco de Alimentos parecen enormes, pero son sólo una parte de la ayuda que reciben los ciudadanos más desfavorecidos.

Además de las entidades grandes, hay decenas de asociaciones que, pese a no manejar cifras tan espectaculares, realizan una labor de ayuda constante y vital para miles de personas. Con 90 socios, desde su apertura hace 5 años, Despensa Solidaria ha ayudado a unas 15.000 personas y ha repartido unos 300.000 kilos de comida en su dispensario de la calle Ceres en el barrio de Los Ángeles. Parte de esta comida proviene del Banco de Alimentos y el resto de la aportación de los socios, lotería y eventos. «Hace cinco años no había en Alicante la red que hay ahora de reparto de alimentos y por eso abrimos Despensa Solidaria», ha señalado su presidenta María José Solbes, quien destaca que, además de dar alimentos, organizan talleres de búsqueda de empleo o ayudan a los niños de la zona a hacer los deberes.

Con la crisis también han proliferado los comedores sociales como el que La Sal de la Tierra tiene en la calle Alcalá Galiano y al que acuden unas 20 personas cada día. «El perfil de nuestros usuarios ha cambiado en los 23 años que llevamos abiertos», indica su director Juanjo Herrero, «cuando abrimos había muchos toxicómanos, alcohólicos o vagabundos, y ahora sobre todo viene gente mayor cuya pensión no les llega».

Talleres y cursos

En San José de Carolinas, la Asociación de San Vicente de Paúl de Alicante creó en 1991 el Proyecto Paloma que trabaja sobre todo con mujeres y familias con niños en situación de riesgo con actividades, talleres y cursos de formación, mientras que otras entidades como la ONG cristiana Remar tiene como principal objetivo sacar de la calle a toxicómanos, alcohólicos o mendigos ofreciéndoles un lugar en sus casas de acogida y ayudándoles a superar sus adicciones y a salir adelante. Acomar ayuda a personas marginadas, Prosanvi a familias en situación de emergencia y hay en la provincia toda una red de entidades dirigidas a inmigrantes creadas por voluntarios de la misma nacionalidad.

También se dedica a programas de inserción Proyecto Lázaro que, a través de un convenio con ayuntamientos de la provincia, utiliza las prendas que los alicantinos dejan en los contenedores de ropa repartidos por las calles para financiar programas de inserción laboral. En un año la entidad recoge alrededor de 800 toneladas de ropa que sale a la venta luego en las tiendas de segunda mano de la asociación.

La necesidad ha disparado la imaginación y las ayudas a los más desfavorecidos ya no se canalizan solamente a través de los servicios sociales de los ayuntamientos o de las organizaciones solidarias. Los propios ciudadanos están empezando a organizarse para aprovechar sus recursos de forma que, por ejemplo en algunos barrios de la Zona Norte de Alicante, se están creando redes de intercambio de servicios entre los vecinos. Así, por ejemplo, un fontanero desempleado le arregla un grifo a su vecino a cambio de que éste le cuide durante unas horas a sus hijos.

Cualquier fórmula es buena para ayudar a esa marea de personas que sin la solidaridad de los demás no podría salir adelante.

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