La hiperplasia benigna y el cáncer son las principales patologías que afectan a la próstata. Aproximadamente la mitad de los hombres de más de 50 años sufren la primera de estas dolencias, que crea notables problemas para la micción y la vida sexual. Coincidiendo con el Día Europeo de la Salud Prostática, el urólogo Luis Gómez señala cómo acudir a un especialista para afrontar estas situaciones ha dejado de ser tabú para la gran mayoría de hombres.

La hiperplasia benigna es, aparte del cáncer, la principal patología que afecta a la próstata. ¿En qué consiste exactamente?

Es un crecimiento benigno de un grupo de células de la próstata, que afecta sobre todo al almacenamiento de la orina, y hace que el paciente tenga que miccionar más veces porque no puede controlar ese almacenamiento. Eso, indirectamente, tiene otras afecciones, como el no poder dormir o no poder llevar una vida activa con normalidad. Y también afecta a la función sexual, alterando la calidad de las erecciones y desarrollo de las relaciones.

¿Cómo puede detectar el paciente este problema?

Los síntomas se manifiestan a través de la orina: la dificultad para miccionar, la frecuencia con la que se va al baño el goteo a la hora de orinar son motivos para buscar algún asesoramiento.

¿Qué tratamiento se ofrece en estos casos?

Hay tres niveles. El primero, llevar unos hábitos de vida saludables; después, el tratamiento farmacológico, con un solo medicamento o varios en combinación; y, por último, la cirugía. Se opta por una fórmula u otra según el tipo de paciente y su afección.

¿Influyen los estilos de vida en la salud prostática?

Los estilos saludables son efectivos en las patologías leves. No se ha demostrado que ayuden a prevenir ninguna dolencia, aunque tampoco se descarta que tengan relación con la aparición o no de enfermedades. En cualquier caso, es el primer escalón del tratamiento. Por otra parte, lo que sí influye es la edad del paciente y, sobre todo, los antecedentes, especialmente en los tumores: un hombre con casos de cáncer de próstata en su familia va a ver incrementada la posibilidad de padecerlo también hasta 11 veces.

¿Se puede hacer algo en materia de prevención?

Hay que ir al urólogo en cuanto se perciba que algo funciona mal. En el caso de los hombres con antecedentes de cáncer de próstata, esta prevención es obligada. Un diagnóstico precoz de cualquier patología hace que sea más fácil su abordaje.

¿Hay miedos o recelos a la hora de acudir al especialista?

Los hombres están venciendo barreras para hablar de sus problemas de próstata, y eso permite que cada vez se detecten patologías con mayor precocidad. Quizá el miedo viene sobre todo por el tipo de exploración al paciente [el tacto rectal], que se ha demonizado. Pero esa exploración es sólo una mínima parte; hay que ver también la historia clínica del hombre y su estilo de vida. Sigue habiendo recelos, pero afortunadamente cada vez menos, y más restringidos al ámbito familiar o al miedo a dar el primer paso para acudir a la consulta de atención primaria. Pero una vez que se da ese paso, ya no suele haber ningún tipo de miedo.

En el caso del cáncer de próstata, ¿han mejorado las expectativas de vida de los pacientes?

Hay muchas fórmulas esperanzadoras, y además hay que tener también en cuenta que el cáncer sigue una evolución lenta. Hoy por hoy, tras diagnosticarse un tumor la expectativa de vida no suele ser inferior a 10 años al menos. Las expectativas de mejora también son buenas en muchos pacientes. Lo que sí es cierto es que algunos tratamientos son muy caros.

La alteración de las funciones sexuales por los problemas de próstata, ¿genera también algún tipo de temor?

Sí, pero por suerte ya sólo se asocia al lógico miedo a que la vida sexual se vea alterada. Antes tendía a hacerse una mala asociación, desde el punto de vista social, entre los problemas sexuales y una presunta falta de masculinidad, sin fundamento alguno. Sin embargo, la alteración de la vida sexual no es más que otro de los síntomas a través de los cuales puede manifestarse una patología.