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«Migración humana: mitos, histeria y hechos»

Siete falsos tópicos sobre las migraciones

1 Vivimos una época de migración de masas sin precedentes.

2 Las medidas disuasivas en las fronteras consiguen disminuir el número de inmigrantes.

3 En la actualidad, las políticas migratorias son más restrictivas.

4 Si los países de origen aumentaran su nivel de desarrollo, se reduciría la emigración.

5 La migración provoca «fuga de cerebros» y causa subdesarrollo.

6 Los inmigrantes roban puestos de trabajo y amenazan el bienestar.

7 La migración puede solucionar el problema del envejecimiento.

Las políticas migratorias fracasan a menudo porque se basan en falsos mitos, fruto del pensamiento convencional. El experto internacional de referencia Hein de Haas, co-autor del libro canónico en materia de migraciones The age of migration, desmontó estos falsos mitos en la conferencia «La migración humana: mitos, histeria y hechos», pronunciada el pasado 27 de Junio en la Universidad de Maastricht.

En definitiva, la migración es un fenómeno mal entendido porque se aborda como un problema y no como una parte intrínseca de la historia de la humanidad y del proceso globalizador.

Y los problemas generan alarma y confusión. El miedo al otro y la apuesta por la represión cobran fuerza en el imaginario social y se convierten en moneda de cambio electoral.

Pero también hay espejismos progresistas, como el que vincula el desarrollo de los países de origen a la reducción de la inmigración o el que convierte las migraciones en la vacuna contra el envejecimiento de occidente.

Para muestra, un botón. El primer mito habla de un fenómeno masivo, cuando en realidad el número de inmigrantes ha crecido al mismo ritmo que la población mundial y supone menos del 3 por ciento de ella. Y África Subsahariana es la región menos migratoria del mundo.

Como consecuencia de estos errores de enfoque, Europa no promueve una política migratoria con una visión amplia, integral e internacional de la migración, como requiere un sistema global. Para hacerlo, debería diseñar medidas de control y codesarrollo, entre Europa, los países de origen y las naciones de paso de los inmigrantes.

Según Juan David Sempere, profesor del Departamento de Geografía Humana de la UA, respecto a la migración subsahariana, «los países del Magreb, en especial Argelia, Túnez y Marruecos, son los que más soportan la presión migratoria».

Como apunta William Vansteenberghe, profesor experto en migración de la UA, a pesar de existir una política migratoria europea, ésta no tiene la capacidad de imponerse a las decisiones nacionales y se ve condicionada por los intereses de los países más poderosos de Europa. En la práctica, la estrategia política diseñada por el Consejo de Europa se orienta desde una perspectiva economicista y se ejecuta a través del fortalecimiento de las fronteras, con el programa Frontex. Lejos de conseguir el objetivo que persiguen (restringir el número de inmigrantes), favorecen la aparición y mantenimiento de otros elementos verdaderamente problemáticos, como las mafias.

A través de acuerdos entre particulares, el inmigrante realiza su proyecto migratorio apoyándose en un «intercambio de favores». Pero esto evoluciona, sistematizándose y encareciéndose, pues surgen redes que ya tienen una experiencia en este campo: el tráfico de personas. Aquellos que se dedican al tráfico humano -prostitución, etc.- ven una nueva línea de negocio en los inmigrantes ilegales. Si a problemas como este, le añadimos los tímidos intentos en materia de integración, tenemos un caldo de cultivo para que la defensa de los derechos humanos brille por su ausencia.

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