Ni los perros se libraron ayer de acabar pasados por agua en la divertida «poalà» del barrio de San Roque, que hoy concluye sus fiestas tradicionales con una misa rociera y la posterior procesión por las calles del Casco Antiguo.

Poco después del mediodía, tras el repicar de campanas de la cercana Concatedral de San Nicolás, arrancó la «guerra» del agua. Niños, adultos y hasta varios perros participaron en «Agua va», una fiesta en la que se lanzaron cientos de litros de agua. Trabajadores de la Concejalía de Atención Urbana fueron los encargados de facilitar el elemento clave para la «poalà» con un camión cisterna que situaron en plena plaza del Puente. Los vecinos del tradicional barrio alicantino, por su parte, pusieron su granito de arena, llevando cubos y recipientes variados para poder lanzar agua al resto de festeros participantes. Este año, la participación fue menor que en otras ediciones, aunque la diversión se mantuvo en todo lo alto. De hecho, nadie se salvó de acabar empapado. Tampoco el empleado municipal encargado de refrescar a los presentes con una manguera. Él también se mojó.