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Ildefonso Hernández

«En la crisis del ébola ha faltado un mayor liderazgo por parte del Ministerio de Sanidad»

Tras su experiencia en el Ministerio de Sanidad, donde fue director general de Salud Pública entre 2008-2011, y como experto en la materia, critica la actitud del Gobierno ante la llegada del misionero infectado por ébola

«En la crisis del ébola ha faltado un mayor liderazgo por parte del Ministerio de Sanidad»

Habla sin titubear. El catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández y exdirector general de Salud Pública (2008-2011), el alicantino Ildefonso Hernández, censura sin reparos el desmantelamiento de la sanidad pública y la improvisación del Gobierno ante la llegada del misionero Miguel Pajares, fallecido por ébola, además de señalar a las empresas farmacéuticas y a la comunidad sanitaria internacional, asegurando que «la ciencia tiene un problema de gobierno, cada vez está más capturada por los intereses privados».

Después de haber vivido en primera personal la pandemia de Gripe A en 2009 como director general de Salud Pública, ¿cómo está viviendo este brote de ébola y la alerta mundial?

Con mucha atención porque esta crisis de salud pública pone en evidencia muchos de los problemas que afronta la salud mundial: desde la fortaleza de las instituciones sanitarias a nivel mundial a la situación caótica que viven algunos países en cuestiones sanitarias (y que son el caldo de cultivo para que haya problemas a largo plazo). Y también observo cómo funcionan las instituciones españolas.

Para empezar. ¿Usted habría apoyado la repatriación?

El criterio debe ser consistente y reproducible en situaciones similares. No está mal que el Estado ponga los medios necesarios ante un español que está en dificultades y pide ser repatriado. Yo no lo criticaría, al revés, lo veo adecuado. Pero hay que ser consistentes y tener un criterio que sea aceptado socialmente, aunque no me atrevo a determinar dónde debería estar ese límite. ¿Hay que repatriar a los que trabajan en cooperación? ¿Y a los que están fuera por negocios? ¿Dónde se pone el límite? Lo más sensato es que se abra un debate y aprender para el futuro.

Con la polémica decisión del Gobierno de Rajoy, España se ha convertido en actor principal del problema. ¿Cómo lo ha visto?

Existen situaciones previas, como mejorar la estructura organizativa. Sería idóneo que previamente a que se dé una situación, como la repatriación del español, ya estén identificados cuáles son los centros de referencia para emergencias. En este caso, por ejemplo, una unidad de enfermedades infecciosas de alta seguridad. También debe existir un mejor liderazgo del ministerio en coordinación con las comunidades.

Con la repatriación hubo dudas sobre dónde ingresar al paciente con ébola. Se habló de La Paz, luego del Carlos III...

Tal fue la improvisación que hasta última hora hubo dudas sobre el centro al que iría. Y eso es un error. En España debería haber una unidad de referencia para enfermedades infecciosas de alta seguridad. El Gobierno se tenía que haber anticipado al problema.

¿Esa improvisación se debe a los recortes del Gobierno madrileño y al cierre previo del que era el hospital de referencia?

Es que la transferencia de competencias no significa que no sea necesaria una coordinación, ya que lo que hace una comunidad afecta al conjunto del Estado, sobre todo cuando se trata de unidades que pueden ser de referencia.

Esa situación la denunciaron profesionales sanitarios.

España tiene unos profesionales sanitarios de una calidad excepcional. También destacamos en los recursos sanitarios, aunque ahí estamos yendo a peor. Esa capacidad de los trabajadores debe dar tranquilidad a la población. No lo digo como un halago fácil, sino que lo podemos ver en retos a los que se enfrentan los profesionales.

¿Cree, por tanto, que España está preparada para actuar ante una alerta como la actual?

Tenemos los recursos, pero nos falta una mejor coordinación y un mayor liderazgo desde el Ministerio de Sanidad. Los planes de emergencias están establecidos, pero se están viendo afectados por cómo se está deslavazando el sistema de salud, debido a decisiones que de forma no coordinada han tomado comunidades autónomas. La gente tiene la sensación de que no hay un sistema nacional de salud, sino que existen diversos y no coordinados. Y esa sensación se magnifica cuando se tiene que dar respuesta a cualquier situación extraordinaria, como la llegada de un paciente infectado de ébola.

En la «crisis» provocada por la llegada del misionero a España, ¿cómo piensa que ha actuado el Ministerio de Sanidad?

No se ha comunicado bien. En Salud Pública, la comunicación no es una opción, es una obligación. No es una alternativa que un político decida mantener un perfil bajo. Los profesionales sabemos que la comunicación es clave, por lo que se necesita una voz legitimada para contar a la población lo que está sucediendo. Esta vez ha faltado capacidad de liderazgo.

Se ha criticado que la ministra Ana Mato haya estado en un discreto (y elegido) segundo plano y que en su lugar haya dado la cara la directora general de Salud Pública, cargo que usted ocupó durante la crisis de la Gripe A.

Quiero ser prudente, porque yo he estado ahí. Pero en estos casos, la decisión viene de un nivel alto, porque la persona que está en una Dirección General obedece las indicaciones que le dan desde arriba. Si la ministra no habla es porque se piensa que contar lo que está sucediendo puede afectar a los intereses de su partido. Esta situación la veo muy criticable, porque en Salud Pública se necesita al frente una voz autorizada.

Recordando su etapa al frente de Salud Pública, ¿cómo vivió la pandemia por Gripe A?

Se vive con mucha intensidad y durmiendo poco [sonríe]. Al margen de estos detalles personales, lo que más preocupa es la protección de la salud de la población. Lo difícil es tomar las decisiones adecuadas y comunicar bien. Afortunadamente, la ministra de entonces [Trinidad Jiménez] escuchaba a todos los cargos profesionales y sabía comunicar bien. Eso facilitó la tarea. No tuve más que la tensión lógica de una situación crítica, pero todo se normalizó cuando se supo que la alerta no era tan grave.

Entonces se apuntó al Gobierno socialista por hacerle un supuesto juego a las farmacéuticas y comprar excesivas vacunas.

Hay opiniones diversas y yo las respecto. De todos los informes, el más benigno nos inquietaba, era peligroso. Nosotros, dentro de Europa, hicimos un frente para evitar lo que querían otros países -como Reino Unido, Alemania e Italia-, que proponían una vacunación del 100% de la población. Yo estuve en una reunión del grupo de Salud Pública, donde Francia apoyó nuestra posición, que defendía la compra sólo para los grupos de riesgo. Pese a todo, la gente nos acusó de comprar muchas vacunas, pero fueron menos de las que querían algunos países europeos.

Decía que entonces se generó una alarma innecesaria. ¿Piensa que ahora ocurre lo mismo?

Para mí, hay una seria diferencia. La aparición del ébola está ligada a graves causas sociales y económicas. Para mí, por tanto, no es la misma situación. Las causas subyacentes de pobreza en esos países africanos explican el desarrollo del brote. Ante esos problemas, la comunidad internacional debería reaccionar, aunque hay pocas esperanzas de que lo haga.

Parece que la comunidad internacional responde cuando el problema salta a Occidente.

Es cierto, pero así no se puede seguir, hay que cambiar. Los problemas de salud son compartidos y afectan a todos. Uno de los principios de Salud Pública está ligado al respeto a los derechos humanos y a la justicia social efectiva.

Usted aboga, por tanto, por más ayuda a los países pobres.

Me preocupa cómo se gobierna la sanidad a nivel mundial. La OMS (Organización Mundial de la Salud) cada vez depende más de presupuestos ajenos, que dan dinero con riendas. Es decir, no para programas independientes que decida la OMS, sino para programas específicos que deciden las corporaciones. Así que muchas veces se hacen programas de cooperación en países, pero no se refuerzan los servicios sanitarios, no se atajan las causas reales de los problemas, como la educación, la nutrición... Y hay que tener en cuenta que se gana más atajando los problemas que poniendo tiritas con programas de intervención muy sofisticados y llamativos a nivel mediático, pero que realmente no van al origen de la causa de los problemas. Hay que estar preparados para una crisis sanitaria, pero hay que trabajar tanto o más en la prevención de las enfermedades.

La OMS ha recibido criticas por su tardanza a la hora de actuar en los países afectados inicialmente por el brote de ébola.

La OMS no es ajena a que ciertos determinantes sociales indican que en esos países puede pasar algo. Pero debió actuar antes al detectar un brote en diciembre de 2013, en una zona donde no hay recursos para llevar a cabo medidas correctas de aislamiento, donde existe desorganización social y una miseria extrema. También es cierto que a veces se acusa a la OMS de actuar de manera prematura y de generar un miedo innecesario. Así que es un arma de doble filo. Pero en esas situaciones, creo que hay que tener coraje y es mejor tener un falso positivo, actuar y que no pase nada, a dejar de actuar y que se llegue a la situación actual.

¿Y qué le parece que se haya dado permiso para tratar a infectados de ébola con tratamientos aún en fase experimental?

Para un paciente que está en España, bien atendido e infectado por una enfermedad de alta letalidad, utilizar un fármaco que puede ayudar es una buena opción, aunque la eficacia sea dudosa. Otra cosa es enviar fármacos a países africanos. Esta gente dirá, y con razón: ¿Por qué no nos han enviado medidas de prevención ante el brote? ¿Por qué no envían máscaras y servicios sanitarios adecuados? Se da fuerza a la tecnología, siempre basada en patentes, y poca a la organización sanitaria.

¿Y cómo explicamos que no exista cura para un virus letal?

Ésta es una de esas enfermedades olvidadas (no había afectado a mucha población, y aún menos a occidentales), sobre la que no se aplica suficiente investigación, ya que las perspectivas de negocio no son altas. La población que puede utilizar los medicamentos no puede pagar los precios que desean las farmacéuticas. Ésta es la forma en la que se está gobernando el desarrollo de la investigación sanitaria. Una forma que está guiada por los beneficios económicos. La ciencia tiene un problema de gobierno, cada vez está más capturada por los intereses privados.

Y con los recortes en España, la investigación pública atraviesa una situación muy delicada.

Exacto, la situación va cada vez a peor. Algunos piensan que la iniciativa privada puede sustituir lo que hasta ahora se ha investigado en laboratorios públicos, pero es un error. La iniciativa privada nunca dará respuestas a los problemas de una sociedad. Tiene que haber una iniciativa pública, porque sino la investigación acaba gobernada por unos principios que no responden al interés general. Y ahí tenemos ahora un problema serio. En España, bajar los presupuestos para investigación es una brutalidad absoluta. Cuando estás en crisis, suprimir los recursos de investigación es uno de los errores más graves. Lo que sucede es que, como los efectos no son visibles a corto plazo, al político de turno le da igual. Lo que está haciendo el Gobierno de Mariano Rajoy en materia de investigación es de una irresponsabilidad absoluta.

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