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El discurso de Zaplana, íntegro

El expolítico tocó muchos temas polémicos durante la graduación de los alumnos de Fundesem

Reforma de la Constitución, abandono de la vieja política y los viejos esquemas pero reivindicando los valores de la Transición, toma de decisiones por parte de quienes gobiernan por graves que éstas sean, ejemplaridad en todos los ámbitos pero especialmente en la vida pública, regeneración de las instituciones, asunción de responsabilidades sin esperar a las resoluciones judiciales... El expresidente de la Generalitat, exministro y portavoz del último Gobierno de Aznar y exportavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso Eduardo Zaplana no dejó ayer charcos sin pisar y polémicas sin abordar en la contundente conferencia que impartió en el Teatro Principal de Alicante durante el acto de graduación de los alumnos de Fundesem. Zaplana ejerció de maestro de ceremonias y no dejó indiferente a nadie.

Aquí, su discurso completo:

Queridos alumnos, señoras y señores, muy buenas tardes. Muchas gracias por invitarme a compartir con vosotros el día de graduación de los máster que imparte Fundesem. Estoy especialmente agradecido por varios motivos.

El primero, y para mí el más importante, es porque estos estudios de posgrado se imparten y se desarrollan en Alicante: para mí un lugar entrañable. He estado desde siempre vinculado a esta tierra, y admiro el dinamismo que siempre ha sido capaz de impulsar.

El segundo está muy relacionado con el primero. Fundesem está firmando diferentes acuerdos con las empresas alicantinas, para que sus alumnos puedan prestar aquí sus primeros servicios profesionales.

Por supuesto, muchos de vosotros querréis y podréis trabajar en cualquier lugar del mundo. Es una legítima ambición, porque vivimos en un mundo global y porque no hay nada profesionalmente más gratificante que querer y poder competir con los mejores.

Pero permitidme que haga un pronóstico basado en la experiencia: estoy seguro de que después de trabajar y triunfar en aquellos lugares, cercanos o lejanos, a los que vuestra capacitación y vuestro empuje os lleven, cuando pasen unos años estaréis de acuerdo conmigo en que esta tierra es, sin duda, un referente de progreso.

Es una región que lo tiene todo para ser plenamente competitiva en el entorno en el que vivimos.

Estoy convencido de que los que viváis fuera en no pocas ocasiones, querréis volver. Y también estoy seguro de que los que, viviendo fuera, tengáis alguna oportunidad de hacer algo por Alicante, estaréis deseando hacerlo€ porque esta tierra tira mucho.

El tercer motivo es el colofón de los dos primeros. Soy un entusiasta confeso de esta Comunidad. Creo en ella, en su gente y en sus posibilidades. He sido alcalde, presidente de nuestra Comunidad Autónoma y ministro del Gobierno de España. He trabajado en la oposición, en las tareas de Gobierno y ahora en la empresa privada. Sé lo que es ganar y perder elecciones. Afortunadamente para mí he conocido más la victoria, pero también sé lo que es la derrota.

Aún así, en política, como en la vida, todo éxito es prematuro y todo triunfo es fugaz. Por eso, lo que verdaderamente cuenta es la capacidad de afrontar las dificultades y de superarse antes los reveses.

Y eso es algo que en esta tierra conocemos bien y por eso estoy convencido de que ante las dificultades actuales saldremos de esta crisis con mayor solidez y fortaleza, porque así es como siempre lo hemos hecho.

Si de algo sabemos aquí es de cómo transformar crisis en oportunidades de progreso. Lo hicimos en el pasado y así va a volver a suceder si se acierta en la tarea de unir todas las energías en torno a un proyecto a la altura de un tiempo que nos obliga a cambiar a todos. Porque en esta nueva etapa de nuestra historia ni vale la vieja política ni valen los viejos esquemas. Y eso os lo dice alguien que despertó a la madurez con el inicio de la Transición española a la democracia.

Queridos amigos:

Preparar un acto de estas características, es sin duda una oportunidad personal, para hacer balance y recapitular algunas experiencias después de algunos años en puestos de responsabilidad. Os habrán dicho muchas veces que sois el futuro. No es cierto. Todos vivimos en el presente y el futuro será mejor o peor como resultado -en buena medida- de nuestro trabajo pasado y presente.

La diferencia entre vosotros y los que tenemos algunos años más, es que a vosotros os quedan muchos más momentos de presente que vivir en el futuro, y debéis hacer las cosas bien en cada momento del presente para intentar que el futuro sea lo mejor posible.

Y ese propósito -en mi opinión- conlleva una triple exigencia:

Hacer las cosas bien significa, en primer lugar, asumir el reto de dejar aquello sobre lo que en cada momento tienes responsabilidad mejor de cómo te lo encontraste. Esto vale para lo pequeño, para lo cotidiano, y también para lo más grande.

No sólo se debe aplicar al consejero delegado de una empresa, al alcalde, al presidente autonómico o incluso al presidente del Gobierno de la Nación. También vale esto para el joven recién llegado a una empresa.

Es un reto de éxito personal, pero también de responsabilidad cívica: si todos trabajamos en serio para intentar dejar las cosas mejor de cómo las encontramos, podemos estar seguros de que todo mejorará.

Es cierto que el éxito no siempre estará asegurado porque, en ocasiones, las circunstancias ponen las cosas especialmente difíciles, pero lo importante es ser fiel a ese objetivo. Personalmente, es un reto que me he aplicado siempre y os aseguro que la satisfacción es máxima cuando, además de intentarlo, lo logras.

En segundo lugar, hacer las cosas bien, exige tomar las decisiones que haga falta para que aquello en lo que estás trabajando funcione, y funcione bien.

Pondré algunos ejemplos:

-Un equipo de trabajo funciona cuando las personas que lo integran colaboran con un objetivo común.

-Una empresa funciona cuando sus clientes aumentan, y están satisfechos con el producto que ésta les ofrece.

-Una institución funciona cuando sabe mantener y mejorar su prestigio, y cuando es capaz de mantener siempre vivo el estímulo de la renovación.

-Un Gobierno funciona cuando los gobernados quieren renovar su confianza en él el día que se convocan las siguientes elecciones.

-De forma equivalente, un partido de oposición funciona cuando logra convencer a los electores para que le den la responsabilidad de gobierno.

Y no olvidéis nunca que hay que mantener siempre el contacto con las personas. Hay que apoyar a tus colaboradores, y no ver en ellos meros peldaños sobre los que auparse. Hay que defenderlos a todos, mientras forman parte de tu equipo, en aquellas tareas propias del equipo.

Si me permitís un inciso personal, me gustaría aprovechar esta ocasión para deciros que -aunque ninguna tarea humana es perfecta, y algunas peripecias vitales pueden, con el paso de los años, llegar a ser ciertamente variopintas- estoy orgulloso de la labor que desempeñaron mis colaboradores en los diferentes equipos que he formado a lo largo de mi vida. Alguno de ellos, que está hoy aquí, puede dar fe de ese apoyo expreso en los años en los que formamos equipo.

Un equipo que cumplió con ese objetivo de dejar las cosas mejor de como las encontró y si revisan todas y cada una de las magnitudes económicas reflejan la mejor etapa de nuestra historia reciente. Por eso no hay que tener ningún complejo a decir que, en política, no todos los gobiernos lo hacen igual. Los propios ciudadanos no entienden que se renuncie al caudal del éxito que han tenido algunos gobiernos para esta tierra y se deje el espacio libre a quienes nunca creyeron en las posibilidades de liderazgo en esta comunidad.

Esto me lleva a la tercera exigencia. Creo que hacer las cosas bien significa, también, asumir responsabilidades. No sólo asumirlas en un plano retórico, sino con todas sus consecuencias: con todas.

Si aquello para lo que estáis trabajando no funciona, si no logras que funcione bien, es tu responsabilidad y debes asumirla. Insisto: no hablo de asunción retórica.

Podemos pensar en múltiples ejemplos de falta de asunción de esa responsabilidad básica en casi todas las esferas de la vida. Pero no vamos a dedicar esta tarde a señalar los errores de nadie. Me parece más útil, y más necesario, destacar esta triple exigencia en positivo. Y proponeros que valoréis las ventajas de incorporarla a vuestro futuro profesional.

Queridos amigos:

Personalmente pienso que son muchas las ventajas de asumir esta forma de actuar, porque la sociedad se ha vuelto mucho más exigente en los últimos años. La España de hoy es más exigente, y eso es bueno. Como dijo el Rey, don Felipe, en su primer mensaje a la Nación: "los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública".

La ejemplaridad es la clave. Necesitamos recuperar el afán del prestigio en todas nuestras actividades: en el mundo de la política, en el de la empresa, en la universidad, en la cultura, en el deporte€ En todo.

Y la ejemplaridad es la más sólida vía para ganar y preservar el prestigio. Debemos ser muy conscientes de que no es una vía rápida. En una democracia de opinión pública es más bien, en demasiadas ocasiones, un camino minado de incomprensiones e injusticias. Todo eso es cierto.

Como también es cierto que ese nivel de exigencia que ahora reclama la sociedad española, cuando supera el umbral de lo justo, se transforma en intolerancia y sectarismo.

Posiblemente ese umbral se ha traspasado, como reacción a la dureza de la crisis. Pero el resultado es que esa "hybris" puede llevarse por delante lo mucho bueno que hemos conseguido entre todos, en las pocas décadas de nuestra joven democracia.

Por eso, no tengáis miedo a quedaros en minoría defendiendo aquello en lo que creáis. Yo nunca lo he tenido. Por ejemplo, recuerdo que fui de los primeros en alertar de que las Cajas de Ahorros empezaron a funcionar mal. Y recuerdo cuando me llamaron antipatriota, por avisar de que, si no hacían pronto reformas de calado, España podría entrar en recesión. Lamentablemente, el tiempo me ha dado la razón, aunque os aseguro que preferiría haberme equivocado.

Llevo desde 2002 alejado del día a día de nuestra Comunidad. Por supuesto que ha habido no pocos episodios que deben llevar a una reflexión crítica a empresarios, políticos y algunos medios de comunicación por sus actitudes a lo largo de estos años. Fueron muy muy pocos los que estuvieron de acuerdo conmigo cuando, a la altura de 2010, dije que sentía una gran tristeza por lo que estaba sucediendo. Aquel estruendoso silencio también causaba tristeza.

Hoy creo que es necesaria una profunda reflexión, por parte de todos, para entender cómo y por qué la situación de nuestra Comunidad ha llegado a ser la actual. No pido esta reflexión para que nadie me dé la razón, sino para que episodios del pasado más reciente nos sirvan de lección y nos ayuden a salir más fortalecidos de la actual crisis.

Me gustaría que no se me malinterpretara en este asunto. Creo que en nuestra tierra se han hecho cosas mal. Y hay que reconocerlo. Pero una cosa es admitir esa realidad -que ya he dicho que yo mismo denuncié en el pasado- y otra muy distinta permitir que otros -que tampoco tienen mucho de qué presumir- nos pretendan poner de ejemplo de todos los males mundiales.

Mal se han hecho muchas cosas en muchos sitios. Por eso es exagerado e injusto el celo en la crítica a la Comunidad Valenciana. Por ejemplo, ni puedo ni quiero entender que un todavía comisario europeo, que es un español, diga que se alegra cuando se toman decisiones contrarias a los intereses de la Comunidad Valenciana. ¡Que se alegra de decisiones contrarias a los intereses de los españoles! No lo entendería ni aunque esas decisiones fueran justas. Pero mucho menos lo entiendo cuando quien dice que se alegra del mal ajeno es muy responsable de muchas cosas que se han hecho mal en los últimos años.

Pero debemos ser optimistas. Debemos serlo porque el afán de superación es una de las mejores cualidades humanas y vosotros estáis bien dotados de ese afán. Por eso esta tarde, esta ceremonia de graduación, es una nueva ocasión que invita al optimismo.

La conciencia sobre la necesidad de formación, que habéis demostrado a lo largo de este período y que compartís con tantas personas de vuestra generación, es una prueba más de que el optimismo tiene un sólido fundamento. El afán de formaros, de estudiar y de competir, es una garantía de que podemos salir fortalecidos de la crisis.

Queridos amigos:

Como os he dicho, tuve la fortuna de vivir, como un joven apasionado de la política en las juventudes de la UCD, los años de la Transición española. Fueron unos años de los que todos los españoles podemos y debemos sentirnos legítimamente orgullosos. También los que, por edad, no vivisteis esa etapa.

Es cierto que toda tarea humana puede mejorarse, pero de aquellos años hay mucho bueno, que deberíamos preservar. Tal como están evolucionando las cosas en los últimos tiempos, más que preservar quizá debería decir recuperar.

Creo que deberíamos preservar, y recuperar:

-La defensa del método reformista frente a los propagandistas de la ruptura, y también frente a los anclados en el inmovilismo.

-El debate con argumentos, frente a los agitadores de la división y la confrontación.

-El fomento del diálogo y de la búsqueda de acuerdos -propia de la democracia representativa- frente al ruido y la furia de los experimentos asamblearios ahora de moda.

-Y el imperio de la ley -que también incluye tanto el respeto a la presunción de inocencia como el cumplimiento de las sentencias que dictan los tribunales- frente a los linchamientos preventivos en la plaza pública. Permitidme una aclaración: estoy en contra de los juicios paralelos, pero a la vez defiendo la asunción de responsabilidades políticas cuando se tienen. Las responsabilidades políticas no tienen que ir al ritmo de las decisiones judiciales. Tienen que asumirse de modo inmediato.

Por decirlo en pocas palabras, creo que deberíamos preservar, y recuperar, el espíritu de la Transición que alumbró la Constitución de 1978. Y eso incluye la posibilidad de reformarla, claro que sí. Conviene estudiar despacio las cosas, para estar seguros de que los cambios son para mejorar. Y conviene saber qué se quiere reformar, por qué, para qué, a favor de quiénes y con el apoyo de quiénes.

Porque las reformas son siempre necesarias cuando el fin es mejorar, es ampliar apoyos, es dar un nuevo impulso de modernización al país. La sociedad las está demandando y es necesario saber encauzarlas para, como ya sucediera en la Transición, saber hacer otra vez del reformismo el punto de partida de un éxito colectivo.

Por eso estoy convencido de que en este nuevo tiempo que ahora vivimos, se hace necesaria la reforma de la constitución. Pactar unas nuevas bases de nuestra convivencia es la única manera de conseguir que los próximos 35 años sean, al menos, de tanta estabilidad y prosperidad como estas décadas que han transcurrido desde el pacto constitucional de 1978.

Queridos amigos:

El próximo otoño, la España de 2014 afrontará un desafío que puede poner en riesgo nuestra recuperación, y que cuestionará el acierto de estas décadas de convivencia en torno a un modelo de Estado que pactamos entre todos. Es un desafío, alentado por quien se debería comportar con lealtad a un orden constitucional en el que se basa su autogobierno.

A la vista de lo que está pasando, es evidente que no estábamos muy equivocados quienes -otra vez, en minoría- nos opusimos desde el primer momento al acelerado proceso de revisionismo de los estatutos de autonomía que tantos apoyaron y respaldaron.

Muchos problemas que hemos ido viendo después tienen su génesis en aquel carrusel de cambios de Estatutos de Autonomía que se impulsaron sin demanda social y sin darles antes una "pensada" en serio. Sólo sirvió para distraer esfuerzos y agudizar los problemas y las tensiones ya existentes.

¡Y aquí fuimos pioneros! Y os lo dice alguien que siempre ha defendido nuestro Estado de las Autonomías, "creo que ha sido un gran acierto y que debe seguir siéndolo en el futuro". Precisamente por eso, hay que plantar cara a los que ahora quieren romper este tablero de nuestra convivencia.

Este riesgo para la nación se une a la creciente desafección, causada por el empobrecimiento de amplias capas de la población debido a la dureza de la crisis económica. El desempleo, la tremenda dificultad de encontrar un puesto de trabajo, el empobrecimiento de la situación personal y de las expectativas, el temor a que el futuro sea incluso peor€ alimenta opciones políticas extremistas y redentoristas, que se sirven de la democracia para intentar acabar con ella.

Hemos empezado a ver el alcance de esta amenaza en las elecciones del pasado mes de mayo. Y tenemos ejemplos históricos, no tan lejanos, de nacimiento y expansión de opciones políticas extremas, cebadas con esa combinación de nacionalismos excluyentes y empobrecimiento de clases medias.

Además, quizá porque los problemas nunca vienen solos, esos dos terremotos se ven agravados por la falta de ejemplaridad de una parte de las élites de estes país.

Las amenazas son reales porque hay problemas de fondo que también lo son. Y las soluciones no son ni fáciles ni automáticas. Podemos pensar, en parte con razón, que los problemas son de tal magnitud que exceden nuestra muy limitada capacidad de acción. Es cierto. Pero también es cierto que la mejor actitud, la que nos hace ciudadanos, se resume en ese conocido eslogan que popularizó John Fitzgerald Kennedy: "No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país".

Si me lo permitís, me gustaría compartir con vosotros tres respuestas personales -que sé que serán polémicas- a esa pregunta tan política.

Mi primera respuesta es reivindicar el noble ejercicio de la política como servicio público. Ya sé que los periódicos vienen llenos cada día de ejemplos en contrario. ¡Lamentablemente, tenemos noticia de demasiados ejemplos en contrario! Pero eso no significa que toda la actitud política sea censurable, sino más bien que el comportamiento honesto rara vez es noticia. Y la honestidad de tantos merece ser defendida.

La segunda es aún más polémica. Creo que la actividad política no debe ser una profesión de por vida, sino una ocupación temporal con unos objetivos concretos. Estoy defendiendo eso que ahora denominan "puertas giratorias" porque la alternativa es convertir a los políticos en funcionarios, en una clase aparte€ en eso que ahora llaman casta.

He utilizado las puertas giratorias en dos ocasiones en mi vida. La primera en el año 82, con las desaparición de UCD. No volví a la política hasta que un nuevo proyecto reformista para España me volvió a ilusionar. Porque cuando hay un proyecto que compartes, y te ilusiona, y tienes vocación de servicio público, la política es la actividad más apasionante que conozco.

Si tenéis vocación de servicio público, os animo a que no sólo penséis en tener un futuro profesional en la empresa -actividad- privada: pensad en la posibilidad de dedicar algunos años de vuestra vida a la ahora denostada actividad política. Cuantas más personas con empuje y ganas quieran dedicar una parte de su vida a la actividad política, más difícil será denostarla, y también más difícil será que se aferren al cargo los que pretenden que la política sea su actividad vitalicia.

Por acabar de meterme en líos, os diré que mi tercera respuesta es una crítica al actual funcionamiento de los partidos.

A nadie se le escapa cual es mi vinculación política. Ahora bien, recuerdo que los años en los que más creció mi partido fueron aquellos en los que abrimos puertas y ventanas para que pudiera entrar todo el mundo.

En mi opinión, ahora hay que volver a abrir puertas y ventanas, hay que retomar el pulso de la calle, hay que convocar a todos los que quieran sumar para mejorar las cosas.

¡Ya está bien de cerrar puertas y ventanas! No tiene sentido aislar o expulsar al discrepante, o no dejar entrar a quienes puedan aportar nuevas ideas. No tiene sentido y además es letal para el futuro de cualquier organización.

Queridos amigos:

Estas han sido algunas de las enseñanzas que a lo largo de mis distintas responsabilidades he entendido que os podrían resultar de utilidad para afrontar el apasionante reto que tendréis a partir de ahora.

Han sido también algunas respuestas personales ante cuestiones que a todos nos preocupan y nos afectan. ¡Seguro que vosotros podréis tener otras mejores! Yo sólo os pido que os hagáis la pregunta, porque el momento que vive nuestro país necesita el concurso de todos y el empuje de los mejores.

Creo que lo conseguiremos. Tengo toda la confianza en la capacidad de recuperación, renovación y reinvención de esta tierra nuestra porque confío en sus gentes. Con personas como vosotros, que os habéis esforzado para formaros, el mejor futuro común es posible.

Por supuesto, os deseo todos los éxitos privados y profesionales. Seguro que los tendréis. Una buena formación es el mejor salvoconducto para intentar trabajar con los mejores, competir con los mejores y ser los mejores de entre los mejores. Y cuando triunféis, como seguro que vais a triunfar, acordaros de que empezasteis al terminar un máster en Fundesem, en Alicante, y que esta tierra es para muchos, entre los que me encuentro, el mejor lugar del mundo.

Muchas gracias.

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