Sonriente y «con la conciencia muy tranquila», envuelto en un impecable traje azul marino, llegó ayer Enrique Ortiz a los juzgados de Alicante para enfrentarse a su primer juicio como acusado por el caso Brugal. La causa por la que se enfrenta a un año y medio de prisión por tenencia ilícita de armas es un pequeño grano de arena en el universo de tramas urbanísticas que la Policía y las escuchas de Brugal sitúan alrededor del empresario. A pesar de su aparente sencillez, la causa ha tardado justo cuatro años en llegar a juicio y la vista de ayer se prolongó durante más de cuatro horas y media, prácticamente ininterrumpidas.

El empresario no quiso hacer declaraciones y delegó para ello en su abogado Francisco Ruiz Marco. «Él os atenderá. Lo único que tengo que decir es que de todo, menos pistolero», zanjó el empresario nada más salir de la sala de vistas, manteniendo la sonrisa.

Ortiz mantuvo en todo momento la cordialidad, tanto con los periodistas como con los policías que le investigaron y que practicaron los registros en su empresa, su domicilio particular y su yate. Tanto en un receso de la vista -solicitado por el propio Ortiz para ir al baño-, como al final, empresario y agentes se dieron un apretón de manos. Una imagen que contrastaba con los momentos de tensión que se vivieron durante el interrogatorio de las defensas a los funcionarios, que duró más tiempo que el de los propios acusados.

Concretamente, el letrado de Ortiz, Francisco Ruiz Marco, arremetió con cierta ironía con la forma de trabajar de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, a la que se refirió como «unidad de élite», cuyos agentes no recordaban durante la vista cuestiones como si la pistola estaba o no en un sobre, o quién había remitido el acta del registro a la Policía Científica. Hasta ironizó con el hecho de que el jefe de la unidad utilizara para grabar el registro de la caja fuerte su cámara particular, «la misma con la que graba cumpleaños». El juez llegó a tener que llamar la atención al letrado por levantar la voz, a lo que el abogado respondió que cuanto más alto hablaba, más bajo lo hacía uno de los policías al que estaba interrogando.