Acababan de dar las 10.30 horas de la mañana de ayer cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba en una inesperada declaración institucional lo que había sido un rumor insistente en los cenáculos políticos de Madrid en los últimos días: la inminente abdicación del rey Juan Carlos en favor de su heredero, el príncipe Felipe de Borbón.

El jefe del Ejecutivo hizo hincapié en la «impagable deuda» de los españoles con el monarca, al tiempo que aseguró haberle visto convencido de que este era el mejor momento para abordar «con normalidad» el cambio en la Jefatura del Estado.

Dos horas y media más tarde, el propio Rey se dirigió a los españoles desde el Palacio de la Zarzuela, a través de un histórico mensaje televisado plagado de referencias a la conveniencia de dar paso a la generación del Príncipe y, con ella, abrir una segunda Transición. «Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana», proclamó ayer el Rey.

Don Juan Carlos considera que ahora su hijo podrá «abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación», máxime cuando el actual Príncipe «tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado», según sus palabras. Insistió en que su sucesor «tiene «el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías» la Jefatura del Estado y abrir «una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación». Y advirtió de que en esta labor contará «con el apoyo» de la princesa Letizia.

El escenario escogido como fondo para su declaración no ha sido casual, con una bandera nacional y otra europea a su derecha y dos emblemáticas fotografías a su izquierda, en una junto al Príncipe y su nieta, la infanta Leonor, y en la otra acompañado de su padre, el conde de Barcelona.

Detrás, un retrato de Felipe V de niño, el primer rey de la dinastía Borbón, y cuyo reinado fue el más largo de la historia de España, 45 años y tres días. También sobre la mesa del despacho del Rey ha estado presente un ejemplar de la Constitución que habitualmente usa en su trabajo y que aparece en los discursos de Navidad.

Convencido de que la nueva generación «reclama con justa causa el papel protagonista», el jefe del Estado reveló que fue en enero cuando decidió ceder el Trono «a quien se encuentra en inmejorables condiciones», esto es, el príncipe Felipe, para asegurar la «estabilidad», remarcó, que es «seña de identidad de la institución monárquica».

En otro momento, don Juan Carlos reiteró su compromiso de servicio a los «intereses generales de España», recordó la ilusión con la que encabezó la transformación del país y mostró su sentimiento de «orgullo y gratitud» hacia los españoles por todo lo conseguido.

«Me he sentido identificado y comprometido con vuestras aspiraciones, he gozado con vuestros éxitos y he sufrido cuando el dolor o la frustración os ha embargado», confesó el Rey. «He querido ser el Rey de todos los españoles», confesó, y añadió que su única ambición ha sido y seguirá siendo siempre «contribuir a lograr el bienestar y el progreso en libertad de todos los españoles».

Las «cicatrices» de la crisis

También aseguró sentir «orgullo y gratitud» hacia todos los españoles. «Orgullo, por lo mucho y bueno que entre todos hemos conseguido en estos años. Y gratitud, por el apoyo que me habéis dado para hacer de mi reinado, iniciado en plena juventud y en momentos de grandes incertidumbres y dificultades, un largo período de paz, libertad, estabilidad y progreso», afirmó emocionado.

También hizo mención a las «serias cicatrices» que ha dejado la crisis y al «balance autocrítico de nuestros errores y de nuestras limitaciones como sociedad», pero siempre mirando hacia un futuro «decididamente mejor».

Finalmente don Juan Carlos mostró su «gratitud a la Reina» de la que ha destacado su «colaboración y generoso apoyo» durante todos estos años. Y tampoco faltaron palabras de recuerdo hacia su padre, el conde de Barcelona, de quien dijo que «heredó el legado histórico de la monarquía española«. Con un «guardo y guardaré siempre a España en lo más hondo de mi corazón» el monarca concluyó el rey su mensaje sobre la abdicación.

El discurso se produce ocho días después del descalabro del bipartidismo en las elecciones al Parlamento Europeo, donde el voto al PP y al PSOE perdieron más de cinco millones de votos en relación a los comicios de 2009, y en medio de un clima de contestación social hacia la práctica totalidad de las instituciones del Estado, incluida la monarquía, tras la multiplicación de casos de corrupción en España en los últimos años. Al tiempo, el resurgimiento de fuerzas emergentes que reclaman un reféndum en el que los españoles dedidan si mantienen el sistema de monarquía parlamentaria o se decantan por un Estado republicano, coincide con el aumento de los recortes sociales impuestos desde Bruselas y el Fondo Monetario Internacional al Gobierno español.