«Antes era la palabra la que tenía el primer puesto en la enseñanza y ahora es la pantalla». La reflexión es de Josefina Albert, una de las 92 maestras que acabaron la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Alicante hace ahora cincuenta años, y que ayer se reunió con otras 90 ex compañeras y 24 ex compañeros de curso en el Club de Regatas de Alicante.

Maestras y maestros que, en algunos casos, derivaron en otras ocupaciones: jueces, médicos..., aunque en su mayoría mantuvieron su apuesta por la enseñanza y acudieron a la cita con fotografías de la época para poder reconocerse, como comentaban entre risas. «A algunos les pedíamos que hablaran o que se quitaran la gafas para reconocerles», apuntó jocosamente Ascensión Castelló.

No faltó el recuerdo «por las que ya no están», y cuantos quisieron tomaron el micrófono para compartir anécdotas de su vida universitaria. «Yo era muy niña, estaba muy metida en la familia y, como vivía en Elche, fue una liberación llegar a estudiar a Alicante, ir al cine, salir con chicos y perderme alguna clase», confesó Ascensión.

«Hemos enseñado entre dos siglos», apunta Matilde Sánchez, que presentaba orgullosa a su marido «y gran pedagogo, Lorenzo». Tan inquieta como Ascensión, en cuanto se jubilaron se apuntaron a cursos y a la formación en internet para seguir en la brecha, «cogiendo lo mejor de cada momento» y sin apenas añoranzas. No hacen ascos a las nuevas tecnologías: «Innovar y engancharse a todos los medios es fundamental, aunque a veces provocan que las personas se encierren en sí mismas». En general, lamentan que la pantalla haya arrinconado a la palabra y a la expresión corporal: «Los niños lo dicen todo sin preguntarles, solo hay que mirarles», sentencia Matilde.

Josefina Albert asegura que sus alumnos de entonces salían a los 14 años «sin una falta de ortografía», y que después ha dado clase en la Universidad y ha visto estudiantes en quinto de Filología Hispánica «con faltas. Hemos perdido nivel», se lamenta. Pese a que los maestros de hace medio siglo celebran la llegada de las nuevas tecnologías, no comulgan con su mal uso.

Antonio Sánchez también lamenta no haber aprovechado entonces para moverse a otros destinos y aprender otras experiencias. De Benijófar pasó a Elche y allí se quedó. «Ejercí en barracones, pero los de verdad, no las prefabricadas de ahora, aunque tampoco es como para que en el siglo XXI estén los niños en ese tipo de aulas». No deja de criticar que los últimos recortes estén dejando a los alumnos sin los apoyos necesarios que tenían hasta hace pocos años en Matemáticas o Lengua: «todo deriva en un peor atención, asegura».

El extranjero

José Luis Martí es uno de los que ha movido cielos y tierra para reunir a todos los chicos cincuenta años después «porque entonces estudiábamos separados chicos y chicas», recordaba. Ascensión se ríe: «Ellos eran más niños. Venía la tuna de Comercio y a nosotras nos encantaba, pero los chicos de la promoción les tiraban plátanos».

«En una ocasión -sigue recordando-, quisimos recoger dinero para viajar a Portugal y vendimos claveles. Salir a Portugal era ir al extranjero, un paso de gigante entonces». Ayer les proyectaron algunas fotos de aquel memorable viaje y el salón se llenó de uhhhhh!!!! y ahhh!!!!!.

En cuanto se jubilaron, sobre todo ellas, han vuelto como alumnas a la universidad de mayores. «Tenemos muchas inquietudes, necesitamos seguir con algún punto de referencia».

Ven un abismo en el orden de prioridades y de la relación familia-escuela que vivieron en su esplendor docente con respecto a la actualidad: «Entonces los padres dejaban educar a los maestros y ahora les cuestionan porque ellos son más protagonistas, pero es lo que toca, el tiempo avanza...».