Todos se acordaban ayer en el puerto esperando la salida del ferry a Orán del capitán Archibald Dickson, que el 28 de marzo de 1939 se jugó la vida acogiendo en su barco, un viejo carguero inglés que transportaba habitualmente carbón, a casi 3.000 republicanos desesperados que intentaban por todos los medios huir de la represión franquista. Ellos tuvieron suerte y fueron los últimos republicanos que consiguieron embarcar y salir del país mientras que atrás quedaron miles de personas que no pudieron salir y perdieron la libertad o la vida. La gesta del capitán, y su barco, el Stanbrook, que hizo escala en Orán procedente de Alicante, medio escorado por el peso y abarrotado de gente, se ha convertido en uno de los símbolos del exilio.

En marzo se cumplieron 75 años de aquel dramático viaje y un grupo de historiadores y organizaciones valencianas del mundo de la cultura, han organizado, en colaboración con la Comisión Cívica de Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante, un viaje para recordar la vieja travesía. Un centenar de personas, entre las que se incluían descendientes de los exiliados que viajaron en el carguero, volvieron ayer a salir hacia Orán en un ambiente mucho más festivo y reivindicativo, obviamente que el de la travesía original, pero en el que los sentimientos, los recuerdos y el agradecimiento al capitán inglés que propició su salvación, estuvieron a flor de piel.

El hijo de María Escarins, profesora de Trabajo Social de la UA, fue uno de los viajeros que subió al ferry mientras su madre, junto a medio centenar de personas, despedía a los viajeros desde la terminal del ferry de Argelia. «Ha sido muy emotivo, yo he despedido a mi hijo que viaja como periodista, pero además tengo una amiga que nació en Orán hija de un republicano que viajó en el barco y que quería reencontrarse con su historia», señalaba. Y es que la emoción era intensa tanto entre los que se marchaban como entre los que acudieron a despedirlos, muchos de ellos ya mayores que sufrieron las consecuencias de la pérdida de la Guerra Civil, como el padre de María «que, por desgracia, no pudo coger ninguno de estos barcos».