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Universitarios desesperados sin la beca

A los estudiantes aún se les adeuda entre 1.000 y 2.500 euros a dos semanas de acabar el curso

Universitarios desesperados sin la beca

Entre los centenares de universitarios que, a dos semanas de que acaben las clases en el campus de San Vicente del Raspeig, andan desesperados por el retraso del pago de la beca este año, Omar Ibáñez, Diego Torro, Yara Vidal e Iván Vera detallan a INFORMACIÓN cómo se las están arreglando, porque cantidades de entre 1.000 y 2.500 euros no son moco de pavo para ninguno de ellos.

«Me conceden menos cantidad que el año pasado y encima no la han ingresado todavía. Es mucha presión porque además hay que aprobar para que te la den el año que viene también». Omar Ibáñez hace el trayecto de Elda a la Universidad de Alicante todos los días, a razón de 79 euros mensuales el bono de autobús. Si no es por sus abuelos, no lo habría podido pagar y mucho menos los libros, porque su madre, viuda, está en el paro.

«Me esforcé mucho el año pasado por aprobar. Conseguí una media de 7, así que me pasé de largo», comenta. Los nuevos requisitos impuestos por el ministro Wert exigen un 6,5 de media como mínimo si se tiene una materia suspensa, porque con dos cates no hay beca que valga.

A Omar le ha correspondido beca y, de entrada, el ministerio le ha pagado los 1.000 euros de las tasas de matrícula en Trabajo Social. Lo que no le ha llegado todavía es otro tanto en concepto de transporte y material, es decir, para el bus y los libros. «El año pasado fueron 736 euros por transporte y otros 200 para material. Esta vez me han concedido 875 euros por todo y no llegan». Esperaba además otros 150 por buen expediente, que antes lo daban, «pero también lo han quitado esta vez. Es una situación que desanima, en el tercer año de carrera, aunque otros lo pasan peor», admite.

A Diego Torro le ingresaron «la parte fija» de la beca y también le falta recibir 1.100 euros más. «Es desesperante porque no te dicen nada y no es solo el coste del autobús, ya que tengo que venir al campus algunas tardes y también comer fuera». Cóctel que tiene que combinar con «las mejores notas posibles para no perder la ayuda». Así que anda «agobiado» en su segundo año en Magisterio. «Iría muy cogido sin ella porque mi padre trabajo un día sí y cuatro no», en el sector del calzado.

Sin fines de semana

No más de 50 euros para gastos imprescindibles a la semana y restricción de salidas los fines de semana son algunas de las medidas que han tenido que adoptar estos universitarios par poder seguir adelante con su «ilusión», como dicen, los estudios que han elegido, y no tener que abandonar forzados por las restricciones económicas.

«Todo cuenta, miro mucho cada gasto, pero la mayor presión está en la media para no perder la beca», confiesa Diego. A Yara Vidal, en Biología, le fastidia sobremanera que «se hayan cambiado las reglas del juego a media partida», como dice, indignada por los recortes y los nuevos requisitos para conseguir la beca.

«No veo justo que en Ingeniería exijan un 60% de créditos aprobados y en Biología el 80%. Es una carrera muy dura». A punto de acabar, en el sexto año de estudios, cuenta que este año ella no se puede quejar porque el anterior, por medio punto, se quedó sin la beca. «Tuve que ir a por todas y no levantar cabeza para que me la volvieran a dar». El coste personal: estudiante a diario, camarera los fines de semana. «No podría seguir un año más así y si no me llegan a conceder la ayuda habría tenido que abandonar la carrera».

En casa son cinco y sus dos hermanos más pequeños estudian en el instituto. Con el menor se lleva diez años. «Me está costando lo mío y el panorama es desolador. Ahora hago algunos trabajos exprés, camisetas para las fiestas de universidades y paellas, promoción de productos como azafata, nada fijo».

Su beca variable, la que dependía de la cantidad de dinero que quedara en el ministerio tras pagar las matrículas a los becados y calcular los que necesitaban para transporte y material, suma 1.500 euros. «Hay que buscarse bastante las castañas. Espero acabar este año, aunque sea en diciembre», confía.

Iván Vera, con peor suerte, suspendió dos y se ha quedado sin ayudas en cuarto de Sociología. «Me estoy apañando con lo que he guardado de la beca de años anteriores porque ninguno de mis padres trabaja y las estamos pasando canutas». Los abuelos, una vez más, son la tabla de salvación para acabar los estudios.

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