Los heridos en el accidente de los castillos hinchables y los testigos de lo ocurrido no lograban ayer quitarse de encima la imagen de los juegos infantiles arrastrados por el viento, con el alivio, eso sí, de que todo quedara en un susto. La sensación general era de sorpresa por la rapidez con la que todo se produjo, junto con el nerviosismo de los instantes posteriores por el temor de que hubiera habido consecuencias graves.

Rosario Martínez observaba cómo su hija de tres años jugaba dentro de uno de los castillos hinchables cuando «sopló una ráfaga de viento fuerte y saltaron por los aires» tanto la atracción como los niños. Después, «todo fue un follón, la gente estaba muy nerviosa y chillaba» por el susto y por el miedo a que alguien hubiera sufrido daños importantes. Su hija tuvo que recibir siete puntos de sutura externos y dos internos en la barbilla, y ella misma también fue atendida de un golpe en el codo. Ayer se encontraba más aliviada, aunque todavía algo «asustada» por la sensación vivida.

Por su parte, Juan José Sánchez, su mujer y sus dos hijas contemplaban las motocicletas antiguas expuestas en el recinto, «a unos 20 metros» de los juegos hinchables, cuando de repente vieron «que se nos venía todo encima, sin tiempo para nada». Echaron a correr, pero no pudieron esquivar el golpe. Él se hizo un esguince de tobillo al caer al suelo, mientras que su hija menor y su mujer fueron inmediatamente evacuadas al Hospital General para ser atendidas de las contusiones. También la hija mayor sufrió magulladuras y un ataque de ansiedad. Juan José se sorprendía al comentar lo ocurrido, porque «parece irreal» pensar en cómo ocurrió. Ninguna de las dos familias tenía ayer previsto presentar denuncia, a la espera de que se investigue qué pasó.