Un kilo de arroz a 0,35 euros, uno de harina a 0,25 ó un litro de zumo a 0,30. Estos son algunos de los precios que se cobran en el economato que Cáritas tiene en el barrio de Tómbola en Alicante y que dio servicio el año pasado a unas 2.000 personas con escasos recursos.

Frente a los bancos de alimentos que reparten comida de forma gratuita, en este economato se paga, aunque la mitad que en cualquier supermercado normal. «Creemos que este sistema es más digno y se valora más. La gente tiene que hacer un esfuerzo y entender que, aunque sea poco, hay que pagar», ha señalado Guiomar Mergelina, coordinadora del economato creado en 2010 por 8 parroquias alicantinas del Arciprestazgo 5 en la Zona Norte que abre dos horas los miércoles por la mañana y los viernes por la tarde para ayudar a personas sin recursos.

Nueve equipos de voluntarios de Cáritas valoran la situación de los peticionarios. Para poder comprar aquí hay que estar en el paro y demostrar que se está buscando empleo, y los niños tienen que estar escolarizados. Según el número de miembros de la familia, se asigna una cantidad máxima de productos al mes que los usuarios deben pagar. Una familia con 6 miembros, por ejemplo, tiene derecho a una compra de 32 euros (64 en otro súper), y si se trata de un solo usuario, la cantidad límite equivale a 10 euros.

Primera necesidad

Aquí se venden productos de primera necesidad. Arroz, lentejas, pasta, huevos, aceite, tomate, galletas, latas de atún o sardinas, azúcar o chocolate, son algunos de los alimentos que se acumulan en las estanterías del local, una sencilla planta baja con un pequeño distintivo en la puerta. También se venden pañales y productos higiénicos y de limpieza y, de vez en cuando, pescado. Los usuarios del economato saben que la comida no sale gratis, algo que no todos comprenden: «No entiendo que cobren por la comida porque los que venimos aquí somos pobres, no tenemos recursos y Cáritas recibe mucha de esta comida de forma gratuita», señala un usuario.

En este sentido, Mergelina señala que en ocasiones sí reciben donaciones de alimentos pero habitualmente la entidad compra la comida de un supermercado y la paga al mismo precio que cualquier otro cliente por lo que para venderla a mitad de premio, la entidad ha de rascarse el bolsillo. «El año pasado gastamos 120.000 euros en alimentos 70.000 de los cuales salen del dinero de Cáritas, eso sin contar que todo aquí se hace gracias a los voluntarios, pero además es que creemos en el sistema. La mayoría de usuarios de este servicio tiene algún ingreso y consideramos que es más digno que aporten algo por la comida. Para los niños, por ejemplo, es importante ver que las cosas cuestan dinero y que sus padres lo pagan». ¿Y si no hay ningún tipo de ingreso? El delegado episcopal de Cáritas, José Conejero, ha indicado a este respecto que «en casos especiales se les da la comida gratis, pero consideramos importante que la gente aporte algo».

Voluntarios

En una mañana, por el economato de Tómbola pasan entre 50 y 100 personas que son atendidas por los voluntarios que se reparten entre la oficina, el almacén y el área de recepción coordinados por Guiomar junto con Jaime Valcaneras, María Sánchez y Ginés Pardo, responsable del servicio. «Sin los voluntarios no podríamos hacer nada», destaca la coordinadora mientras van llegando los cliente del economato, mujeres en su mayoría acompañadas en algunos casos por sus hijos, que presentan su lista de la compra a los voluntarios mientras las responsables del almacén, Francisca Tarín y Asunción Hernández, van recogiendo el pedido con rapidez porque en dos horas han de atender a decenas de personas.