La Semana Santa entra en el Viernes Santo, con cuatro hermandades en las calles, La Sentencia de Jesús por la mañana y la Procesión Oficial del Santo Entierro por la tarde con el Sepulcro, la Soledad de Santa María y Mater Desolata, en una jornada que se espera de asistencia masiva, como lo fue el Jueves Santo, lleno además de encuentros, los de miles de personas en las calles, y los de numerosos tronos. Por primera vez, los cuatro pasos de la hermandad de la Santa Cena confluyeron en la avenida de la Estación en un emotivo momento que sorprendió a los presentes. El que más llamaba la atención por sus dimensiones era el trono de la Última Cena, el más grande de España de su hermandad, con más de 3.000 kilos, y la imagen de Jesús en pie estrenando potencias y un talib (paño en la cabeza) traído de Israel, ambos donaciones de un cofrade. Es una escena muy lograda, con la mesa plena de viandas, que se regalarán al Cottolengo, incluido el cordero. Las fresas, por tradición, son para la comunidad salesiana.

Volvió a salir el Jueves Santo el Cristo de la Caída, que se rompió el año pasado, tras la reparación de su parihuela, y destacaba, en su talla de madera, sobre el lecho de calas rojas del adorno floral. Mucho más moderna era la decoración del Cristo de los Jóvenes, con orquídeas blancas, mientras que la talla de María Auxiliadora destaca por sí sola con su palio y su manto azul.

Esta procesión, que estrenaba 14 estandartes nuevos, entre ellos dos limosneros bordados por las monjas Justinianas de Onil, entró en la Carrera Oficial por detrás de la Santa Redención. El paso de la Cruz, portado por costaleras, estrenaba un monte calvario presidido por una calavera obra del artista de Hogueras Fran Esplá, así como la estructura interna, ahora de aluminio. Después iba la Virgen del Mayor Dolor, por último año, ya que el que viene se traerá una nueva talla de Sevilla.

En el regreso de la procesión a su sede se celebró el tradicional Encuentro con el Cristo de la Paz, que se dirigía, seguido por la imagen de Nuestra Señora de la Piedad, hacia la Rambla. Fue ante el Teatro Principal, un acto que se celebra desde hace 25 años.

También la hermandad que tiene su sede en Benalúa celebró el Encuentro de sus dos imágenes en el arranque del desfile, en la Plaza de Navarro Rodrigo, que nació de forma espontánea como recibimiento a la nueva talla de la Virgen en 2004 y que ahora demandan los benaluenses. La nueva marcha «Pasión de Benalúa», de Antonio Mira Moltó, sonó en el trascurso de la procesión, que, al llegar a Nuestra Señora de Gracia, puso sus tronos en paralelo y los costaleros hicieron una reverencia ante el templo. La Virgen de esta hermandad de inspiración cartagenera desfiló restaurada.

El Jueves Santo terminó con el mayor recogimiento, el que impusieron las procesiones de Los Sacos y El Silencio. La primera de ellas, organizada por la hermandad de El Perdón, salió en un ambiente místico, con las luces de la plaza de Abad Penalva y de los comercios próximos apagadas, y con una pareja rezando el rosario que los hermanos y el público repetían. Tras vestirse con sus vestas de yute en el claustro de San Nicolás, los hermanos de fila salieron a la calle con Jesús entre los dos Ladrones y María Medianera de Todas las Gracias, entre toques de tambor y timbal, y con sobrio adorno floral ya que 1.000 euros destinados al arreglo serán para Cáritas. La Policía Nacional, hermana mayor, escolta los pasos. Cerraron el Cristo de la Buena Muerte, del siglo XVII, y la Virgen de las Angustias, de Salzillo, con gran cantidad de penitentes haciendo promesas, en la imponente procesión del Silencio. Porque no llevan música, solo cuatro trombones y timbales abriendo la comitiva, y no hay palabras ni siquiera en la venia, que se tramita mediante sobres.