Es una de las bajadas más espectaculares de la Semana Santa española, cuatro tronos de grandes dimensiones que descienden buscando el centro de Alicante por 97 escalones, además muy empinados, a hombros de los cerca de 700 costaleros de Santa Cruz, quienes vivieron ayer su día grande con la procesión más populosa de Alicante, en la que participaron más de dos mil personas. Fueron muchas más quienes tomaron el Casco Antiguo para verla y, más tarde, la Rambla, a rebosar en los palcos y con todas las sillas ocupadas, mientras cofrades con las vestas de las hermandades que participaban ayer en la Semana Santa se dirigían a sus templos cruzándose con aficionados del Real Madrid y el Barcelona con sus colores.

Aunque la final de la Copa del Rey no pareció restar ambiente a la procesión, los bares y terrazas también estaban llenos para ver el partido. El primer gol se escuchó al final de la Carrera Oficial, tampoco más allá. Hacía poco que Santa Cruz había pedido la venia, y la procesión recorría la Rambla encabezada por un cofrade a caballo, en una riada de vestas, mantillas, autoridades y hasta legionarios acompañando los pasos. Precisamente a la altura de la Torre Provincial se produjo el percance que se quedó en un susto y en un baño de lágrimas pero que pudo acabar con la Virgen de los Dolores por los suelos. Cuando las costaleras la levantaban en un encuentro con El Gitano, el paso más venerado de la hermandad, se dieron cuenta de que se balanceaba demasiado. Según una primera inspección, el tornillo que sujeta la imagen al trono se había partido, por lo que decidieron no mecer más la imagen y que durmiera en la Concatedral San Nicolás, con permiso del deán, para evitar riesgos en la subida a la ermita. Hoy bajarán las camareras y los costaleros a quitar el soporte y estudiar los daños.

Esto pasó al final de una procesión que comenzó con el minuto de silencio en la plaza de la Ermita de Santa Cruz por los cofrades fallecidos. Los primeros en salir fueron los Armados de Alhama de Murcia, vestidos de romanos, dando paso al primer trono, el del Cautivo, un Cristo de Medinaceli con túnica morada sobre un lecho de claveles rojos, y una peluca natural hecha en Sevilla. Después empezó el descenso del Gitano, erguido sobre claveles rojos y amarillos formando la bandera española, acariciado y besado desde los balcones, homenajeado por saetas espontáneas. Esta imagen llegó a Alicante en 1964 de la mano del entonces párroco de San Roque Manuel Navarro, es decir, que cumple 50 años.

Luego bajó la Virgen de los Dolores, entonces intacta, a hombros de sufridas costaleras, con sus faroles, velas y flores blancas; y por último, el más grande, El Descendimiento, de 2.000 kilos, que hace sufrir a los costaleros para evitar que el paso se venza en la bajada por las escalinatas del Casco Antiguo. Esta procesión, que lleva dos bandas más, entre ellas la propia de Santa Cruz, y la colla de San Antón, salió por primera vez en 1946 solo con este trono, que fue encargado a Sevilla por el gobernador de Alicante Paternina. Pero se presume que es mucho más antigua, ya que a principios del siglo XVIII la hermandad ya subía desde el Convento del Carmen hasta la ermita con una cruz y un sudario.

Cuando la hermandad de Santa Cruz atravesaba la Rambla, muy cerca comenzaba el segundo desfile procesional de la noche. Todo estaba listo para la salida, desde el Convento de las Monjas de la Sangre, del Divino Amor, y la Virgen de la Soledad, La Marinera, donde hermanos y floristas se pasaron la mañana arreglando los pasos. El Cristo en la cruz iba a hombros de costaleros estudiantes de Derecho en la Universidad y antiguos alumnos del colegio Aitana, en su trono decorado de orquídeas, gerberas, lirios y claveles. Después asomó La Marinera, la talla más antigua de Alicante y de autor desconocido, cuya protección invocaban los marinos para no ser caer cautivos de los piratas berberiscos, de ahí su nombre. Es la única Virgen que desfila en España portada por tunos, la mayoría de la Facultad de Derecho, considerados «de privilegio» a causa de la relación histórica de la hermandad con la abogacía y la judicatura. Formaban parte de la comitiva los decanos de los colegios de Abogados y Procuradores, el decano de la Facultad de Derecho, militares, el comandante de Marina, y el intendente jefe de la Policía Local. Con ellos, el director del colegio Aitana. También participaron como cofrades por primera vez estudiantes de postcatecismo del colegio Ángel de la Guarda.

Los dos estandartes de la cofradía lucieron durante la procesión crespones negros en recuerdo de Manuel Peláez, hermano mayor de la cofradía, fallecido en marzo. La familia estuvo representada por su nieto, de nombre también Manuel, en la presidencia, y por una nuera como dama de mantilla.

Esta hermandad es considerada la más antigua de Alicante ya que se remonta a 1606, según documentos históricos. La primitiva imagen de la Virgen desapareció en la quema de conventos de 1931. Entre cenizas reapareció la talla, conservándose hoy solo la cara y las manos, ya que el resto del cuerpo es un bastidor de madera.

La escultura, imponente y arreglada por José Espadero, estrenó parte de su indumentaria. Llamaba la atención con su gran corona y los faroles de cola que la iluminaban sobre un lecho de flores blancas, calas, gladiolos, rosas de pitiminí y rosas normales. «Está fantástica», señaló el hermano mayor, Jorge Crespo, al inicio de la procesión. Las cantaoras Lina Baños, Raquel Álvarez y Ana Vanesa Lopéz interpretaron saetas a los tronos cuando la procesión salía del Convento, en la Rambla o en la Plaza de la Santísima Faz. A esa hora, también se vivía la Semana Santa en el barrio de San Antón gracias a la hermandad de Jesús del Gran Poder y La Esperanza. El paso del Señor estrenaba la cruz, ya que la hermandad ha decidido sustituir la anterior, del imaginero Castillo Lastrucci, para aliviar el peso del trono. Es una cruz también de madera pero más fina y liviana, hecha en Sevilla, en el taller del carpintero Francisco Bailac y tallada por el imaginero también sevillano José María Leal. La imagen de Jesús del Gran Poder salió a costal desde la parroquia de la Misericordia, uno de los momentos más hermosos y con más suspense de la procesión, en lo más alto de un monte de claveles rojos y friso morado, luciendo además un relicario de San Felipe Neri donado por el párroco, Felipe Martínez, a quien se lo regaló Ildefonso Cases, que fuera presidente de la Comisión Diocesana para las Causas de los Santos. La reliquia iba en el frontal del paso, en un pequeño relicario de orfebrería, explicó el hermano mayor, Miguel Iborra. Después asomó, no sin dificultad, Nuestra Señora de la Esperanza Coronada, con nueva saya granate bordada en oro por José Espadero, que se estrenó en diciembre. La Virgen, elevada en su palio sobre un lecho de rosas y orquídeas blancas, y realzada por una hilera de ciriales, llevaba también una cruz pectoral traída de Tierra Santa, regalo de Espadero. El palio, bordado en Sevilla, luce la imagen de la Virgen del Remedio en su techo.

La procesión, formada por 180 hermanos, 110 costaleros y 50 damas de mantilla, recorrió el barrio de San Antón al son de la música de la Associació Virgen de Loreto de Santa Pola. Anunciaba su llegada una nube de incienso de aroma exótico, una mezcla de una docena de componentes, desde clavo a vainilla, canela o mirra que traen de Sevilla. Esta hermandad hunde sus raíces en la que fue fundada en 1860 en el Convento de los Franciscanos (actual Delegación de Hacienda), que tenía una Virgen Dolorosa traída desde Florencia y propiedad de Salvetti, cónsul de Italia en Alicante. Anoche, por primera vez, todos los cofrades entraron juntos en San Nicolás con los dos tronos, para hacer la Estación de Penitencia.

La procesión es tardía en recogerse, más allá de las dos de la mañana, incluso después que Santa Cruz, que regresó a la ermita a medianoche subiendo con sus pasos, menos la Virgen, a la carrera.