El final de la Guerra Civil española -cuyo 75 aniversario se está conmemorando estos días- supuso una puerta abierta a la recuperación de la Semana Santa en la ciudad. Aunque no fue hasta 1940 cuando el alcalde de Alicante, Ambrosio Luciáñez, quien solicitara al Gobierno Civil la reanudación de las procesiones. Sólo pasó un día para que el gobernador, Fernando de Guezala, diera luz verde a la reanudación de la Semana Santa, autorizando procesiones. «De la carta que envió el alcalde podemos extraer un dato importante, y es que la imagen del Santo Sepulcro y la Soledad de Santa María no se habían perdido. Estas imágenes se salvaron de los acontecimientos sucedidos en los años 30», explica Rafael Sellers, experto en Semana Santa y miembro de la asociación cultural El Nostre Alacant d'Antany.

De esta manera, casi un año después del final de la Guerra Civil, Alicante empezaba a recuperar su Semana Santa, aunque durante esos años se siguieron celebrando cultos religiosos, como el sermón de las Siete Palabras.

En 1940, volvieron las procesiones, aunque muchas imágenes ya se habían perdido para siempre durante los treinta. Entre las que se salvaron, el Cristo de la Buena Muerte, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad. «La mayoría de las 16 hermandades que había en la ciudad con anterioridad a 1931, habían dejado de funcionar como corporaciones y sus imágenes desaparecieron, por lo que había que empezar casi desde cero», añade Sellers.

Al año siguiente, salieron a las calles de Alicante los mismos pasos, «en un intento de asentar definitivamente la Semana de Pasión en la ciudad», apunta. En esos años, el recogimiento era mayor del que se vive ahora. De hecho, se llegaban a apagar las luces de la Rambla al paso del Cristo «para dar un mayor signo de seriedad».

Con la Semana Santa ya asentada, los responsables trabajaban por seguir recuperando cofradías. En 1942, dos años después del regreso de las procesiones, se crearon cuatro hermandades más, dándole cada vez más forma a los días grandes de la Pasión.

Durante esa década, también surgieron más cofradías en la ciudad, como la de Jesús Triunfante, que hoy abre la Semana Santa alicantina con el tradicional paso de «La Burrita». Y también se creó la Junta Mayor en 1944, con Ramón Bono como alcalde y dos presidentes: civil y eclesiástico.

En el año 1945 sucedió otro cambio importante, y es que los cofrades y penitentes de las hermandades alicantinas dejaron de salir con la procesión del Entierro, limitándose cada hermandad a aportar un representante. «Participaban los pasos del Sepulcre y la Virgen de la Soledad, que fue llevada por falangistas hasta 1981», explica Sellers. La procesión del Santo Entierro, una de las primeras que se recuperó tras el final de la Guerra Civil, fue catalogada ya en los años cuarenta como la «procesión oficial de la ciudad», que incluyó años más tarde la hermandad de Mater Desolata.