Inmaculada Jiménez Moreno está al frente de una farmacia de Ibi de la que antes fue titular su padre. Desde hace 23 años compagina la atención al público con la elaboración de fórmulas magistrales, algo en lo que, en su opinión, está la esencia de su oficio.

¿Qué tipo de fórmulas elabora en su farmacia?

Suelo fabricar productos que vienen por prescripción médica, sobre todo de dermatología. Algunos pacientes vienen por indicación de su facultativo de cabecera, y otros de centros especializados en temas de la piel. Lo que más trabajo son las cremas, pero también hago lociones capilares y cápsulas, aunque eso ya no con tanta frecuencia. Y también hago colonias y perfumes.

¿Cómo saca la fórmula para cada producto?

En la receta médica se indica la composición de cada producto, qué dosis es la adecuada para un individuo en concreto.

¿Quiere decir eso que se trata de medicamentos a la carta?

En algunos casos sí, porque la fórmula viene ajustada a las características de un paciente.

¿Dónde fabrica los productos?

Tengo el laboratorio en la propia farmacia; antes era más amplio, pero decidí quitarle algo de espacio para ampliar la superficie abierta al público y ampliar la zona de parafarmacia, que en este momento interesa más desde un punto de vista comercial.

¿Qué supone para usted la elaboración de productos a partir de fórmulas magistrales?

La formulación es lo que más me gusta. Es la base de la farmacia de siempre, lo que era el oficio en un sentido puro antes; además, se sale del trabajo habitual. Lo que lamento es que se esté perdiendo, que cada vez seamos menos los que hacemos esto.

¿Cree que de esta forma se acerca más al cliente?

Sí, porque el cliente valora que hagas una fórmula casi a medida para él, o le facilites algo que a lo mejor no encuentra fuera.

¿Cómo fija el precio de un producto en particular?

El Colegio de Farmacéuticos nos da unos baremos para valorar el coste de las fórmulas. Por lo general estos productos son más caros que uno convencional, pero son caros en sí para lo que cuesta hacerlos, porque requieren mucho trabajo y dedicación.

¿Compensa económicamente, entonces?

No mucho, la verdad; a mí me puede suponer en torno a un 5% de lo que facturo. Pero quiero mantenerlo porque me encanta, no quiero que desaparezca esta labor.