«Vengo a por pan de centeno con espelta, un tipo de trigo muy digestivo y muy bueno», explica una clienta de la panadería De Harina, un horno tradicional que apenas lleva tres meses abierto en la plaza Nueva, con una imagen cuidadísima. «El jefe tiene un horno de leña en Aigües de Busot. De allí bajamos el pan casero de leña, y también vendemos productos que traemos de Orihuela, Pinoso o Santa Pola», dice Anais Devesa, empleada en el establecimiento, sobre los productos que ofrecen, cada vez más personalizados. «Tenemos pan de calidad, productos artesanos, de pueblo, caseros, y a un precio normal. Cada vez hay más encargos. Mucha gente busca un pan específico que no va a encontrar en el tres por uno», indica, en referencia a los paquetes que venden en el supermercado.

Esta panadería es solo un ejemplo del comercio tradicional que regresa a la ciudad, que, según los expertos, empieza a dar signos de revitalización en medio de una aciaga crisis en la que han cerrado cerca de 2.000 establecimientos, según los últimos datos del Anuario Económico de La Caixa. «Aunque el número de locales cerrados, que se alquilan o se traspasan que se ven paseando por cualquier calle es tremendo, de manera paradójica Alicante está viviendo un cierto renacimiento del comercio tradicional», afirma Carlos Gómez Gil, sociólogo y profesor de Economía Aplicada de la Universidad.

Este investigador detecta «cierto empujón» que tendrá más incidencia en el futuro por parte de nuevos establecimientos que trabajan sectores tradicionales, «pero mucho más cuidados en cuanto a la imagen, acogedores, modernos y funcionales. Es una especie de huracán que va a obligar a otros muchos a competir en este sentido, y que contribuirá a la modernización del sistema comercial de Alicante, que lo necesita. Significa una apuesta por la propia ciudad y por el renacimiento de la convivencia. El comercio es como el rostro de una persona, imprime carácter, y la revitalización es muy importante en una ciudad donde la crisis está castigando mucho. Es básico que cada vez haya más comercio cuidado, no de franquicia, sino con criterio estético, algo de lo que Alicante adolecía».

Esa revitalización es visible en la calle San Francisco como lugar más sintomático ya que el comercio ha servido para potenciar una zona degradada pero en general en el conjunto del centro tradicional. «Están surgiendo comercios además de muchas tipologías. Detrás del Ayuntamiento están abriendo establecimientos modernos pero respetuosos con la zona contribuyendo también a dinamizar aquel espacio». Lo mismo que en el eje entre Alfonso el Sabio y las calles perpendiculares.

Es el caso de Vinart, un coqueto negocio de vinos en la plaza de Gabriel Miró, que lleva tres meses abierto y que dentro de su extensa oferta tiene vinos alicantinos, acercando a los ciudadanos un producto que se suele comprar en los supermercados. Y es que el centro de Alicante ha sufrido un déficit histórico, según los estudios urbanísticos, no solo de comercios de cierta calidad, sino de sectores que permitieran la convivencia, es decir, de establecimientos dedicados a los productos de primera necesidad.

Para el profesor de Economía Aplicada de la Universidad es sintomático el valor agregado que, en plena crisis, está habiendo sobre los productos de primera necesidad, «es el boom de las panaderías, pero también de las fruterías y de tiendas de alimentos básicos, cuidadas, cercanas, donde se puede elegir, con alimentos frescos, diarios, no envasados. La crisis hace que se valore cada vez más en qué nos gastamos el dinero y buscamos productos de primera necesidad que a la vez sean de calidad». Como los dulces y bollos de Panadería Manoli, en el Pla, 11 años de actividad actualizada con cada vez más productos caseros de fabricación propia, ya que tienen horno. «Hasta en las gasolineras venden pan pero la gente vuelve a buscar lo natural», dijeron en la tienda.

O las carnes que venden en Carnicería San Blas, que lleva 18 años en el barrio ofreciendo producto nacional, de Salamanca y Ávila; o Salazones Cala Menor, en la calle San Mateo, 15 años de negocio «a tope» gracias al vecindario. «Parece que hay una vuelta al negocio tradicional, parece que los clientes van menos al centro comercial a comprar en el día a día», aprecian. En Frutería Pelegrín, también en el barrio del Pla, están «aguantando mecha», dicen en referencia a la crisis y a la competencia de las fruterías paquistaníes, aunque también perciben que a la gente «no le gusta el envasado, quieren el granel, sobre todo en el producto perecedero», de ahí que los supermercados estén empezando a desechar la venta de carnes, frutas, panadería y bollería en bandejas.

Algo que, según los expertos, también tiene que ver con la crisis ya que el granel permite elegir sólo la cantidad necesaria de producto para evitar tirar comida.