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Los vecinos del Puente Rojo reiteran a AVANT que la mejor solución es un paso subterráneo

La Plataforma Renfe defiende el derribo de la infraestructura y considera que no hay razón para mantenerla, una vez se soterren las vías

Un hombre camina por la zona peatonal del puente. Héctor fuentes

Las asociaciones de vecinos afectadas por el paso de los 25.000 vehículos diarios que circulan sobre el Puente Rojo de la Gran Vía tienen una opinión bien diferente a la del departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Alicante, hasta el punto de que una parte importante de sus alegaciones al plan urbanístico a desarrollar sobre los 460.000 metros cuadrados que quedarán libres tras el soterramiento de las vías del tren, se centrará en reiterar a AVANT la urgencia de demoler una infraestructura a la que ya se opusieron en 1988, cuando se levantó el puente. Piden sustituirlo con un paso inferior como se hizo en la avenida de Dénia frente a los Jesuitas.

Las asociaciones de Ciudad de Asís, La Florida, Princesa Mercedes, Alipark, San Blas y Juan Pablo II, integrados en la Plataforma Renfe, consideran que el puente ya ha cumplido su objetivo y no tiene sentido sin las vías del tren en superficie. La demolición evitaría, según recogen en sus alegaciones, los problemas diarios que provoca el puente. Ruido por el descenso de los coches por las rampas de hormigón, humos, falta de visibilidad para las viviendas, que estaban antes de la infraestructura, y contaminación. A esto se suma la inseguridad que supone para los peatones caminar por los pasillos elevados del puente, sin ningún tipo de iluminación, y donde se han producido robos y agresiones. «Hemos denunciado muchos sucesos a la Policía porque se trata de zonas con espacios muy oscuros, donde duermen mendigos, y con pilares y espacios en las paredes en los que es muy fácil esconderse», denuncia José María Hernández, presidente de la Plataforma Renfe y portavoz de los colectivos vecinales en el tema del Puente Rojo.

Las asociaciones han remitido un informe al Ayuntamiento y a la propia sociedad AVANT, en el que denuncian las deficiencias de una estructura que, además, ha agravado su deterioro por la falta de mantenimiento. La ingeniera Álida Cañón señalaba en este sentido, esta misma semana, que por no darle, al polémico puente no se le ha dado ni una mano de pintura en los 24 años de existencia.

Los vecinos aseguran que el puente constriñe, por otro lado, la continuidad de la futura zona verde de San Blas y Alipark, con el parque central de la zona sur y si se mantuviera, perturbaría la panorámica de la zona. «Es imposible integrar en ese panorama verde, una masa tan grande y con tanta densidad de hierro y cemento. El Puente Rojo tiene ya 24 años y ha cumplido su misión de dar continuidad a la Gran Vía cuando las vías estaban en superficie», subraya José María Hernández. «No es una obra de autor, no se pagó un diseño especial. Es una infraestructura de hormigón y hierro sin más pretensiones que facilitar el paso de los vehículos sobre las vías».

La propuesta de la asociaciones vecinales de entorno del puente es que AVANT, donde están representadas tres administraciones -Ayuntamiento, Consell y Ministerio de Fomento- derribe el paso y adopte una solución similar a la que diseñó y ejecutó la Conselleria de Infraestructuras cuando remodeló la Avenida de Dénia a la altura del colegio Inmaculada-Jesuitas. Un paso subterráneo sobre el que podría haber una fuente ornamental. «Si tuviéramos la fuerza social que debiéramos tener como ciudad, el proyecto ya estaría ejecutado desde hace años, como el caso de ciudades muy próximas a Alicante», aseveró Hernández.

A falta de conocer las alegaciones, el futuro del Puente Rojo pasa por su demolición, según el plan presentado por AVANT.

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