«¿Que instrumento solista es el que hemos visto en la proyección?» Entre el creciente murmullo que nace de los más de 200 escolares distribuidos en las gradas de la Casa de la Música, en Las Cigarreras, se oye un tímido «¿la flauta?». Antes de que el profesor vuelva a preguntar un coro rotundo acalla el error: «¡¡El clarinete!!».

En el estrado, la Banda Sinfónica Municipal bajo la batuta de José Vicente Díaz, y, enfrente, con la boca abierta la mayor parte del tiempo, 230 alumnos del colegio La Aneja de Alicante y algunos de sus profesores tratando de controlar las inevitables ganas de charlar y moverse del asiento propias de la edad. «El futuro de la música está en el público y hay que educar al público del siglo XXI», apunta Díaz.

Es el objetivo que se han marcado la Banda Municipal y los concejales de Educación, Antonio Ardid, y de Cultura, Miguel Valor, acercando a los escolares la música para «ver, escuchar y participar».

África Alcolado Blanco y Teresa Morato Morcillo, a sus 10 y 11 años respectivamente, acaban de actuar delante de la Banda con su flauta y otros compañeros de quinto y sexto de Primaria. De eso se trata. Hasta 29 colegios pasarán este curso por Las Cigarreras para que los alumnos aprendan «a amar la música», a comportarse en un concierto e incluso actuar en una gran sala, «de modo que el día de mañana les digan a sus padres que les lleven a ver a la Banda Municipal, o a un ballet al Teatro Principal», apunta el director, Díaz.

Adaptación

África lleva ventaja porque siempre quiso tocar un instrumento, rodeada de música desde pequeñita con un primo que tocaba la guitarra y percusión. Ahora compagina la escuela con las clases de clarinete en el Conservatorio, y es de los que salen más encantados tras la sesión con la Banda Municipal. A Teresa, sin embargo, le cuesta «mucho» lo «poquito» que toca la flauta en el colegio, y confiesa que su madre a veces le llama la atención cuando desafina: «¡¡Los vecinos!!». Lo que más le ha gustado hoy ha sido «cuando he tocado la flauta yo», y se ríe de su propia ocurrencia. De mayores, ambas quieren ser maestras.

Ahora quien les da a ellas las clases es Ana María Gómez, que recibe un gran aplauso por sus desvelos por motivarles para que participen, cuando termina el «conciertazo» -la actuación de la Banda recuerda el programa televisivo que protagonizaba Fernando Argenta con los niños también-. «Adaptamos las partituras para que puedan actuar y bailar durante el concierto y así les introducimos en la música clásica. Aprenden cuando aplaudir y a respetar a los músicos, además de que la música les aporta una educación integral: razonamiento lógico, matemáticas, física y, obviamente, las artes.

¿Física con la música?: «Pues claro. La acústica es la física del sonido», explica Ana María. «Y una redonda son cuatro negras y una blanca, dos. Pues matemática, fracciones».

Cuando acabe este curso casi 5.000 escolares habrá pasado por las manos de los músicos de la Banda Sinfónica, que se dejan la piel como si de un concierto para lo más granado de la sociedad se tratara. «Es muy costoso porque nos obliga a compaginar esta actividad con los ensayos de temporada y hay que adaptar la música a los chicos para simplificarla, pero resulta muy gratificante también». Lo asegura el director pero no hace falta porque basta observar los rostros de los músicos, realmente satisfechos.

Han terminado la sesión con la Sinfonía de los Adioses de Hadyn y todos ellos interpretan con gracia y humor su progresiva salida de la sala hasta dejar solo al director sin instrumentos. La atención de los alumnos en eses momento es máxima, no se explican lo que pasa y mantiene la mirada fija en el escenario sin comprender la broma del todo. «Se compuso con la idea preconcebida de que los músicos se fueran uno a uno dejando el escenario a oscuras porque sus atriles tenían una lucecita que apagaban al irse», les explica José Vicente Díaz.

La primera vez que contactan con la Banda «forman mucho barullo, pero los que vienen varios años leen hasta el programa de mano que les damos. Se nota mucho la evolución», concluye.